Poesía de Bolivia
Poemas de Jaime Sáenz
Jaime Sáenz Guzmán fue un escritor, poeta, novelista, periodista, ensayista, dibujante, dramaturgo y docente boliviano que nació en La Paz el 8 de octubre de 1921 y murió en la misma ciudad el 16 de agosto de 1986. Es reconocido como uno de los autores más importantes de la literatura boliviana del siglo XX y su obra se desarrolló dentro del movimiento de experimentación individual subsiguiente al posmodernismo.
Se formó en Alemania entre 1938 y 1939, donde cultivó la lectura de filósofos como Hegel, Heidegger y Schopenhauer y frecuentó la música de Wagner, Anton Bruckner y Richard Strauss. Fue un poeta de temperamento romántico y visionario, que describió una sobrerrealidad que manifiesta las sombrías tinieblas de su misticismo.
Su vida estuvo marcada por el alcoholismo, que le provocó varias crisis y le causó la muerte a los 65 años. Su obra ha sido reconocida como una de las más importantes de la literatura boliviana y ha sido traducida a varios idiomas.
Entre sus obras principales se encuentran El escalpelo (1955), Muerte por el tacto (1957), Aniversario de una visión (1960), Visitante profundo (1963), El frío (1967) y Recorrer esta distancia (1973). Su poesía se caracteriza por un lenguaje versicular, que combina reflexiones metafísicas con el habla coloquial de La Paz, marcada por el idioma aymara. Algunos de sus poemas más conocidos son “Como una luz”, “Eres visible”, “La noche” y “Ven”.
También se destacó como narrador con novelas como Los cuartos (1974), La sombra del paseante (1979) y Felipe Delgado (1982), así como con cuentos como Imágenes paceñas (1976) y Los papeles de Narciso Lima Achá (1984). Además, fue fundador y director de las revistas Cornamusa (1944) y Vertical (1965-1966), donde publicó sus textos y los de otros escritores bolivianos.
Ven
Ven; yo vivo de tu dibujo
y de tu perfumada melodía,
soñé en la estrella a que con un canto se podría llegar
-te vi aparecer y no pude asirte, a turbadora distancia
te llevaba el canto
y era mucha lejanía y poco tu aliento para alcanzar
a tiempo un fulgor de mi corazón
-el que ahora estalla ahogado por alguna lluvia compasiva.
Ven, sin embargo; deja que mi mano imprima
inolvidable fuerza a tu olvido,
acércate a mirar mi sombra en la pared,
ven una vez; quiero cumplir mis deseos de adiós.
TU CALAVERA
A Silvia Natalia Rivera
Estas lluvias,
yo no sé por qué me harán amar un sueño que
tuve, hace muchos años,
con un sueño que tuviste tú
-se me aparecía tu calavera. Y tenía un alto encanto;
no me miraba a mí -te miraba a ti.
Y se acercaba a mi calavera, y yo te miraba a ti.
Y cuando tú me mirabas a mí, se te aparecía mi calavera;
no te miraba a ti.
Me miraba a mí.
En la alta noche, alguien miraba;
y yo soñaba tu sueño – bajo una lluvia silenciosa,
tú te ocultabas en tu calavera, y yo me ocultaba en ti-.
A ti
Al calor de tu forma progresa mi sangre, en el aire
de sueño
el clima para lo solo eres tú
-una sombra canta para ti en el fondo del agua al
compás de mi corazón
y en tu mirar mis ojos están silenciosos por la música
al soplo de la luz,
en el cielo y en la oscuridad.
Esta noche reúno tu forma,
el eco de tu boca en medio de una olvidada canción
-y te doy un abrazo.
EN LA VENTANA
A Nelly Villanueva
Sabe Dios lo que yo buscaba, quería encontrar
no sé qué,
una tarde,
sentía el antiguo momento del encanto, las cosas
olvidadas en el tiempo
-los objetos sin forma dentro de mí,
un rastro de ceniza y un pedazo del acre,
esos nombres inmortales en la memoria.
El ancla, en los botones dorados, y los papeles,
el polvo en el vació – el olor, en unas ropas de niño,
unos restos, unas migas de hace años -y desde muy lejos,
al soplo del aire en la ventana, pensé en ti: en las nubes,
un presagio de lluvia era el echarte de menos,
con tus ojos inexplicables, y la tarde moría.
Era un color, la ansiedad de los presentimientos:
era una sombra: el adiós,
la noche profunda en la ventana.
Como una luz
Llegada la hora en que el astro se apague,
quedarán mis ojos en los aires que contigo fulguraban
Silenciosamente y como una luz
reposa en mi camino
la transparencia del olvido.
Tu aliento me devuelve a la espera y a la tristeza de la tierra,
no te apartes del caer de la tarde
-no me dejes descubrir sino detrás de ti
lo que tengo todavía que morir.
Eres visible
Permaneces todo el tiempo en el olor de las montañas
cuando el sol se retira,
y me parece escuchar tu respiración en la frescura de la sombra
como un adiós pensativo.
De tu partida, que es como una lumbre, se condolerán
estas claras imágenes
por el viento de la tarde mecidas aquí y a lo lejos;
yo te acompaño con el rumor de las hojas, miro por
ti las cosas que amabas
-el alba no borrará tu paso, eres visible.
EN LO ALTO DE LA CIUDAD OSCURA
Una noche en una calle bajo la lluvia en lo alto
de la ciudad oscura
con el ruido a lo lejos
es seguro que suspirará
yo suspiraré
tomados de las manos por un gran tiempo
en el interior de la arboleda
sus ojos claros al pasar un cometa
su cara llegada del mar
sus ojos en el cielo mi voz dentro de su voz
su boca en forma de manzana
su cabello en forma de sueño
una mirada nunca vista en cada pupila
sus pestañas en forma de luz un torrente de fuego
todo será mío dando volteretas de alegría
me cortaré una mano por cada suspiro suyo
me sacaré un ojo por cada sonrisa suya
me moriré una vez dos veces tres veces cuatro veces mil veces
hasta morir en sus labios
con un serrucho me cortaré las costillas para entregarle ,mi corazón
con una aguja sacaré a relucir mi mejor alma para darle una sorpresa
los viernes por la tarde
con el aire de la noche cantando una canción
me propongo vivir trescientos años
en su hermosa compañía.
La Muerte por el Tacto (Fragmento)
(A modo de manifestarse
estupor ante lo bromista
de la mirada).
I
Olvidó los océanos y las voces
replegado con los demás en el apagado símbolo de los puentes – hizo perdurar el crepúsculo
al igual de la condición de los afectos al árbol
los ensangrentados
los de largas cabelleras
los forjadores del viento
los que con la impasibilidad de las cosas han
depositado un pétalo
una arena un aire en el arco olvidado de aquella
cumbre
los que iniciados en los triunfos de la naturaleza
en las revelaciones de las edades y de las lluvias
anuncian las transformaciones del sonido, figura tuya
no sé aún quién eres
los que sean lo mismo que los ríos parte vital de las
montañas
los que sean
los que realmente vivan y mueran sin hacer gesto de
desagrado
los que se queden imberbes y también los barbudos y
los barrigones
dignos y naturales cuando el sonido y el viento son
una misma cosa
cuando no existe necesidad de que no hayan moscas
cuando no se tiene que pagar para que besen a los
delegados y el beso no sea más que beso y no señal
torcida hipócrita y atentatoria
cuando el matar no es condenable sino sólo matar y
el término con que se designa la acción desaparece
cuando te topes en las esquinas con alguien
idéntico a ti y puedas decirle hola, ojalá, tal vez,
recuerda o quien sabe
indistintamente
como si te refirieras a él o a ello o a ellos o a ti desde
la luz hacia la luz
es necesario que escriba una carta para poder ver
mejor la luz de las cosas
luego de leerla alumbrado por el antiguo vuelo de mis
amigos muertos
es necesario que recuerden todos su amor a la
música, si sosiego y su desdicha
y su propensión a la risa así como las arquitecturas
que urdían cuando podían hacer lo contrario
y su lamento, el lamento que ya fue analizado sin
usar la substancia humana,
sin planes, sin palabra ni consulta, pero con
ademanes repetidos bajo la mirada
que caía desde un pedestal diseñado en otro tiempo
para ensalzar a los mendigos, a los valientes y a los
inventores del azúcar y del resorte
y sus proyectos,
los rigurosos alegatos en favor del desquiciamiento,
de un anti-orden, para el retorno profundo al
verdadero ordenamiento
sus conmovedores argumentos para comprender
finalmente el simple significado de la estrella
sus penas tan dignas de respeto
sus venias (te explican el punto de partida de la vida)
encerraban una melodía ingenua y lejana y te
inducían a ser más bueno y desentrañar con mayor
autoridad los signos misteriosos de las nubes y de las
calles
hacían que te vieras tal como eres (tu contenido, las
propias venias que jamás harás)
y les intitulabas medida de todo, y solución secreta
de todo, y surgía de tu sombra una venia destinada
a ellos
y les intitulabas caro destino, gayo amigo.
- Sonia Díaz Corrales
- Dionisia García
- Sara de Ibáñez
- Sigfredo Ariel
- Felipe Pardo y Aliaga
- Hernando Socarrás
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