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Jaime Dávalos

Poesía

Poemas:

TEMOR DEL SÁBADO

El patrón tiene miedo que se manchen
con vino los mineros.
El sabe que les entra como un chorro
de gritos en el cuerpo.
Que enroscado en las cuevas de la sangre
les hallará el silencio,
el oscuro silencio de la piedra
que come sombra socavón adentro.
Que volverá, morado,
con bagualas del fondo de los huesos
su voz, golpeando dura como un puño
en el tambor del pecho.
Con pupilas abiertas como tajos
le pedirán aumento,
mientras quiebren, girando entre las manos,
el ala del sombrero,
y los ojos, de polvo y pena tristes,
les caigan como manchas sobre el suelo.
Hay que esconder el vino entre cerrojos,
el vino pendenciero.
Hay que esconder el vino como un crimen,
el vino pedigüeño.
Que ni una gota más caiga en la boca
desierta del minero,
donde el grito se tapa con la coca,
y con alcohol la sed de amor y besos.
Hay que esconder la primavera en sangre
del vino que descubre los secretos.
El patrón ha mandado que lo guarden
y se ha vuelto vinagre en el encierro,
de noche tiene vómitos y duendes
de luna que se bañan en su cuerpo.
Los ojos del patrón lo custodiaban
por arriba del sueño,
los ojos del patrón tienen dos ángeles
desvelados de miedo.

JUAN CONTRERA

Madruga expectorando sus carajos
trasminando amargada nicotina.
Su púlpito es la cárcel o la esquina
donde ventila rabias y gargajos.
Siempre fue mal pagado su trabajo
por eso busca alivio en la cantina,
orillera tribuna de doctrina
donde purgan sus quejas los de abajo.
Nació terco, rebelde y pendenciero
y el rigor policial le curtió el cuero
guasqueándolo sin asco y con alambre.
¡Y cómo quieren que no sea malo,
si ya se ha vuelto cascarudo el palo
viviendo a la intemperie y muerto de hambre!

TONADA DEL VIEJO AMOR

“Grabé tu nombre y el mío en las arenas del mar,
y un juramento, que nunca me atrevería a jurar;
el viento, como el olvido, la arenita se llevó,
y ahora se ha vuelto arena, lo que juramos tú y yo.
No le prometas a nadie que nunca lo olvidarás,
porque el amor es eterno, y nuestra vida fugaz…”
Y nunca te he de olvidar,
en la arena me escribías.
El viento lo fue borrando
y estoy más solo mirando el mar.
¡Qué lindo cuando una vez,
bajo el sol del mediodía,
se abrió tu boca en el beso,
como un damasco lleno de miel!
Herida la de tu boca,
que lastima sin dolor.
No tengo miedo al invierno
con tu recuerdo lleno de sol.
Quisiera volverte a ver,
sonreir frente a la espuma:
tu pelo suelto en el viento,
como un torrente de trigo y luz.
Yo sé que no vuelve más
el verano en que me amabas;
que es ancho y negro el olvido
y entra el otoño en el corazón

EL PARANÁ EN UNA ZAMBA

Brazo de la luna que, bajo el sol,
el cielo y el agua rejuntará.
Hijo de las cumbres y de las selvas,
que extenso y dulce recibe el mar.
Sangra en tus riberas el ceibo en flor
y la pampa verde llega a beber
en tu cuerpo lacio, donde el verano
despeña toros de barro y miel.
Mojan las guitarras tu corazón,
que por los trigales ondulará.
Traen desde el Norte frutal la zamba
y a tus orillas la llevarán,
para que su voz, enamorada de la luz carnal,
arome tus mujeres, Paraná.
En campos de lino recobrarás
el cielo que buscas en la extensión.
Padre de las frutas y las maderas:
florece en deltas tu corazón.
Verde en el origen recorrerás,
turbio de trabajo la noche azul
y desde la luna, como un camino,
vendrá tu brillo quebrando luz.

Vidala del nombrador

De mínimas heridas lastimado
Me voy muriendo a ratos tan ligero
Que me siento lejano
Y extranjero
Del que ayer fuera alegre y confiado.
Tengo un niño en el alma rezagado
No quiero endurecerme
Ay! No lo quiero
Ni ser un padre
Ni tener sombrero
Sino ser un cantor enamorado
Quiero permanecer en la tristeza
Y en la angustia de andar como los bichos
Perdido por el mundo de la leña
Llevar como una novia mi pobreza
Y morirme del gusto y del capricho
De ser un animal que canta y sueña.

Sudamérica

Nadie la para ya,
No pueden detenerla ni la calumnia,
Ni el boicot, ni nada.
Este es un continente de aventura
Que a los aventureros se los traga,
Les sube por la sombra despacito
Y el ojo codicioso les socava.
Vendrán los desahuciados de la tierra
Buscando sus riquezas legendarias
Hasta que un día en una sola greda
Se confundan las lenguas y las razas.
América, animal de leche verde,
Por la gran cordillera vertebrada,
Hunde el hocico austral bajo del polo
Y descansa en su fuerza proletaria.
Camina hacia la luz,
Lenta y segura,
Con el polen del sol en las entrañas.
Y su destino torrencial
Fijado esta en el tiempo
Por la Vía Láctea
Que el hambre, la violencia, la injusticia,
La voluntad del pueblo traicionada,
No harán sino aumentar su rebeldía,
No harán sino apurar en sus entrañas,
El hijo de la luz que viene a unirnos
En una sola espiga esperanzada.
Porque América tierra del futuro,
Igual que la mujer, vence de echada.

Biografía:

Jaime Dávalos (Salta, Argentina, 29 de enero de 1921-Buenos Aires, 3 de diciembre de 1981) fue un poeta y músico argentino. Hijo del escritor Juan Carlos Dávalos y de Celecia Elena. Cursó estudios en su ciudad natal. Recorrió íntegramente su suelo patrio, de uno a otro confín, en contacto íntimo con la tierra y sus hombres, bebiendo en los caminos, en las ciudades y aldeas ese rico venero que habría de transformar en poema, canto o relato. Trabajó también como ceramista y como titiritero. Intervino en la película Argentinísima II (1973) como intérprete. Falleció en Buenos Aires 3 de diciembre de 1981.

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