Poetas

Poesía de Uruguay

Poemas de Humberto Benítez Casco

Humberto Benítez Casco, nacido el 30 de abril de 1946 en Rosario, Colonia, Uruguay, fue un poeta cuya obra se erige como un faro en el panorama literario del país. Su vida y trabajo reflejan una profunda dedicación a la poesía y a la enseñanza, ámbitos en los que dejó una huella imborrable. Profesor de literatura, Benítez Casco conjugó la docencia con una prolífica labor poética que le valió reconocimientos tanto en su país como en el extranjero. Desde sus primeros pasos en el mundo literario, dejó claro que su vocación poética no era mera casualidad, sino el resultado de una búsqueda incesante de lo trascendente, de lo inefable.

Con su obra debut Cristal y Cristal en 1977, Benítez Casco mostró una sensibilidad y madurez que llamaron la atención de grandes figuras literarias, como Roberto Ibáñez, quien lo describió como un poeta capaz de modelar «una llama secreta» en sus versos. En este libro, Benítez Casco dejó entrever su inclinación por el misticismo y la exploración del ser, con un lenguaje que funde la música y la palabra en un todo poético. Esta obra fue traducida al francés por Zuleika Ibáñez, un reconocimiento a su maestría y a su capacidad de traspasar fronteras idiomáticas.

A lo largo de su carrera, Benítez Casco fue premiado en múltiples ocasiones. En 1980, recibió el Primer premio de la Intendencia de Montevideo por su libro El revés de los signos, y ese mismo año, el segundo premio por Oro. Su poesía, siempre cargada de una intensa reflexión sobre el tiempo, la muerte y lo divino, le valió también el Primer premio de poesía del Ministerio de Educación y Cultura en 1990. Su soneto El Labrador obtuvo el máximo galardón en el Concurso Nacional de Poesía en 1980, consolidándolo como una voz ineludible dentro de la lírica uruguaya.

Además de su obra poética, Benítez Casco escribió ensayos sobre los grandes poetas de la lengua española, desde San Juan de la Cruz hasta Góngora y Quevedo, así como sobre el simbolista francés Stéphane Mallarmé. Estos textos, muchos de ellos inéditos, muestran su erudición y su capacidad de análisis profundo, características que también se reflejaban en sus conferencias sobre la relación entre la música y la poesía, temas que consideraba indisolubles.

En el ámbito docente, Humberto Benítez Casco fue un profesor respetado y admirado. Cursó estudios en el Instituto de Profesores Artigas y enseñó en diversos liceos tanto en el interior del país como en la capital, Montevideo. En 1975, asumió la dirección del semanario literario La Gaceta de Rosario, una plataforma desde la que promovió el trabajo de autores uruguayos como Roberto Ibáñez y Carlos Real de Azúa. En sus clases y conferencias, Benítez Casco invitaba a sus alumnos a adentrarse en el misterio de la palabra poética, a sentirla como una experiencia transformadora.

Falleció el 24 de noviembre de 2004, dejando un legado literario de gran valor, con obras como Pasión de lo invisible (1988) y A pesar de la muerte y otros poemas (1992). Su poesía sigue siendo un eco persistente de su búsqueda espiritual y de su profunda conexión con lo intangible. Humberto Benítez Casco, en su vida y en su obra, supo esculpir el silencio y convertirlo en música.

Monodia del caballero de la nieve

Solo por una noche sin frontera.
Solo por una noche, en primavera.
Solo por las ciudades nunca vistas.
Solo entre multitudes asfixiadas.
Solo en el árbol, en el aire solo.
Solo por los desiertos de una página.
Solo sobre la tierra, a la intemperie.
Solo en constelaciones apagadas,
en planetas vencidos, en vacíos
de grito y llanto, y grito y grito y grito.
Solo en la habitación y entre dos luces.
Solo ante un almanaque que se muere.
Solo ante el aire y sus espejos, solo.
Solo ante los marchitos crucifijos
y ante la flor, el canto y su fantasma.
Solo entre centinelas y silencio.
Solo en la guerra y en la muerte solo.
Solo en el otro sueño interminable.
Solo en el hambre y el hartazgo solo.
Solo sobre un cansancio de cometas.
Solo en los ejercicios del puro cautiverio.
Solo sobre estas lágrimas de nada.
Solo dando alaridos en la sangre.
Solo esperando en el umbral divino.
Solo estoy, cara al Sueño, solo y solo.
Solo sobre este extraño continente
de blasfemias y estatuas impasibles.
Solo entre familiares asombrados
que desagotan risas en mi sangre.
Solo hacia el Solo que me espera siempre:
Solo Solo
y
Solo.

El alquimista

En vano entre la noche el alquimista
escucha transformar la forma en llama,
o ese gemido en el que se derrama
la esencia de las almas entrevista.

En vano espera que la luz revista
la divina presencia que reclama
y que Dios le revele la ardua trama
que en solitaria búsqueda le asista.

En vano en el silencio busca el oro
que en su palabra more y resplandezca
sin esperar la gloria y su tesoro.

Tal vez entre los ángeles padezca
su cruel destino en silencioso coro
y en las tinieblas de su sangre crezca.