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Guillermo Cuadri

Foto de Andrew Seaman en Unsplash

Poemas:

La caña

Es a usté mesmo paisano,
que lo quiero aconsejar;
tengo ganas de versiar
y está liviana la mano.
Como viejo soy baquiano
y la vista no m’engaña;
la vida me dió más maña
que a petiso chacarero;
ansí abra el ojo, aparsero,
vi’á’blarle sobre la caña.

¡La caña! ¡Dioses benditos!
Sólo al nombre, compañero,
se me pon’el tragadero
como p’haser gorgoritos.
La sensia, con sus escritos,
dise de tuita sabensia;
áhura li habla la esperensia
d’este gaucho, duro y viejo.
Siga nomás mi consejo
y riasé de la sensia.

¿Que tien’el pecho serráo
y tuese com’una oveja,
y se áhuga porque lo aqueja
un machaso refriáo?
Ya está el rimedio encontráo,
viejo, no le quede duda:
medesina macanuda,
-juera de tuita pavada-
es chupar caña quemada,
con un güen “taco” de cruda.

Si hase tiempo enfermo está
sufriendo’e la “pajariya”,
pá eso es una maraviya
la caña con arasá.
Tamién caña con gutiá
es güena pá muncha cosa,
y si el dolor me lo acosa
y en el cuerpo se l’ensaña,
misture un frasco de caña
y “esensia maraviyosa”.

¿Que su china “campanuda”
está enferma de la “madre”?
No se me asuste, compadre,
y dele caña con ruda.
Verá como pronto suda,
y hasta el cuerpo se le baña;
p’haserle güena campaña,
-es justo que se lo diga-
le acomoda en la barriga
un trapo mojáo con caña.

Si la boca siente asquiada
del tabac’o de otra causa,
haga unos buches, con pausa,
de caña con limonada.
Cuando la pans’afetada
de dolores, tenga usté,
no se me arroye, por qué,
no se v’a morir del chucho,
y áhi nomás, y sobr’el pucho,
tome caña con ferné.

Si tien’en el pecho un “taco”
de flemaje alborotáo,
no se abatate, cuñáo,
métale caña con guaco.
¿Que s’está poniendo flaco
y el disgano lo acompaña?
Se li ha d’entonar la entraña
si usté aseta mi consejo,
y dispasito y parejo
hase gárgaras con caña.

Si un rival sigue su güeya
y algún miedo lo acompaña,
eche pólvora en la caña
y haga escarsiar la boteya;
que dispués no li hase meya,
ni un hombre, ni un batayón;
y es capás, de sopetón,
si la pisada no chinga,
de sambuyile a Mandinga
hasta la crus el facón.

¿Que su china, en malas tretas
“se alsó como leche hervida”,
y al amargarle la vida
“lo hiso arar con las peinetas”?
¡Busqu’en los libros, resetas,
pá ese dolor que lo daña!

¡Que pá disgrasia tamaña,
pá no morir de dolor,
no hayará nada mejor
que prendérsele a la caña!

¿Triste, com’un día de yuvia,
tien’el alma desolada?
¡Meta caña, camarada!
que ansí el dolor no lo engubia.
Que la caña por ser rubia,
tiene muncho de mujer,
y nos agranda un plaser,
y nos achica una pena…

¡Si al haser cosa tan güena
Dios supo lo qu’ib’haser!

Cuando perdemos la calma
por algún dolor projundo,
y crémos que tuito el mundo
se nos echa sobr’el alma,
¡cómo se ajunta y s’empalma
tuito el dolor en la entraña!
Pero ese duelo, esa saña
qu’en el corasón se afierra,
se ha de dir a la gran perra
si se le priende a la caña.

¡Si hase bién de muchos modos!
¿V’a declararse a una china?
¡Métale caña, que ansina,
le charl’hasta por los codos!
¡Por eso es, viejo, que todos,
más o menos l’han bebido!
Y áhura, paisano, le pido,
si me topa en su campaña,
le pague un vaso de caña
pa’l viejo SANTOS GARRIDO

Receta

Via a darles unos consejos y que me atiendan les pido:
saben que soy conocido como curandero viejo.
Y me da rabia ¡Canejo! ver que a través de los años,
toavía creen en los engaños que tiene la medicina;
si que ajuera cualquier china sabe curar hasta daños.

¡Hay que dejarse e bobiar, pa creer la realidad
si naides en la ciudad, puede saber pa’ enseñar.
Si la cencia de curar no se apriende a dos tirones
y aunque nieguen los naciones esta machaza verdad:
pa’ cualquier enfermedad bastan yuyos y oraciones.

Pa que vean que soy macho, sin mañas ni malas tretas,
via darles unas recetas y abran el ojo ¡caracho!
Para curar un empacho un dotor no sabe nada.
Yo con pezuña quemada, yerba, el pollo y santiguao
dejo el empacho curao sin tener una fallada.

No hay nada mas apropiao pa’ curar del padrejón;
que el hinojo o el cedrón con algún manipuliao.
El sauco: pal resfriao; pa sabañones, la ortiga;
Marcela, pa’ la barriga y mejor remedio no hallo:
que arazá y cola e caballo pa’ riñones y vejigas.

Al pasmo real, Don Garrid , lo cura presto y sin yerros
con bosta blanca de perro , y abrojo grande, cocido.
Pa la histiricia es sabido, un remedio muy mentao
pues yo siempre la he curao por mas bellaca que sea:
colgando en la chimenea, un trapo e lana mojao.

Si el asma da un sofocón, se pita un cigarro chico
hecho con flor de chamico, o con las del floripón.
Pa curarse un sabañon: se deja en el fuego un rato
un poco e tuna en un plato, despues lo refriega fuerte;
y, pal orzuelo es la muerte: la cruz con la cola el gato.

Pa partos: vahos de artemisa, pa la fiebre: suzuayá
y raiz de burucuyá: A la vejiga suaviza.
Al intestino lo alisa la oreja e tigre en pomada.
Pa coyontura sacada, la leche del higuerón;
y el güen apio cimarrón, pa’ tuita herida infestada.

Pa’ la mala enfermeda ya sea de nueva o de vieja:
el quelpe, yerba ‘e la oveja, la miona, o el zucará.
Un remedio de verdad, pa curar la Risipela:
es friyendo con canela y hojas de moralito,
otras tantas de eucalipto y un poco de sebo e vela.

Bueno…con Dios mis paisanos. Yo con la Virgen me quedo.
Por hoy salgo de este enriedo y doy descanso a mis manos
deseando que esten hermanos, contentos de haber nacido
reciban como despido, con tuita sincerida’:
un guascazo de amistad del viejo Santos Garrido.

Pa’dentro

Año nuevo, ¿qué trairás /
p’al pobre que nada espera?
¿Cambiará su “suerte overa”
sólo porque vos yegás?
Pa mí serás uno más
en la tarja de mi vida,
y te doy la bienvenida
por saber que a tu yegada
me acercás a la largada
de la última partida.

Yo nada espero de ti
-ya seas güeno o fatal-
porque sé qu’el bien o el mal
están adentro de mí.
Pero no importa, seguí,
mentinos felisidá;
cremos, por necesidá,
que v’a ser linda la vida,
y una mentira creída
vale lo que una verdá.

Año nuevo, qu’enancada
trais una nueva ilusión
p’al sonso del corazón
que no deb’esperar nada;
al festejar tu yegada
aislándome pa sismar,
hasta me has hecho cantar
y me alegro más con ésto
que si me fueras pretesto
pa comer y pa chupar.

Alma mía, que sentistes
ansina com’un renuevo
al soliart’el año nuevo
los guñapos conque vistes;
alma, que olvidás los tristes
años, de penurias yenos,
y qu’estás como d’estrenos,
desime: ¿qué festejás?
¿El peso de un año más
O el alivio de uno menos?

Consejos

Viá darles unos consejos
y que me atiendan les pido,
saben que soy conocido
como curandero viejo…
y ¡me dá rabia canejo!
ver que a pesar de los años
siempre creen en los engaños
que tiene la medecina
y que ajuera cualquier china
sabe curar hasta daños.

¡Hay que dejarse e´bobiar
pa creer en la realidá.
Y naides en la ciudá
puede saber pá enseñar…
Si la cencia de curar
no se aprende a los tirones,
y aunque nieguen los naciones
esta machaza verdá:
pa cualquier enfermedá
bastan yuyos y oraciones…

Pa que vean que soy macho
sin mañas ni malas tretas,
via darles unas recetas
y abran el ojo, caracho…
Pa curar cualquier empacho,
un dotor no sabe nada!
Yo, con pezuña quemada,
“yerba el poyo” y santiguao
dejo el empacho curao
sin tener una fayada!

No hay nada mas aprobao
pa curar del padrejón
que el hinojo o el cedrón
con algún manipulao.
El “sauco” pal resfriao,
pa sabañones: la ortiga,
marcela pa la barriga
y mejor remedio no hayo
que “arazá” y “cola e´caballo”
pa riñones y vejiga.

Si el asma da un sofocón
se pita un cigarro chico
hecho con “flor de chamico”
o con la del “floripón”.
Pa curarse un sabañón
se pone en el fuego un rato
un poco e´tuna en un plato,
dispué se rifriega juerte…
Y pal orzuelo es la muerte
la cruz con la cola el gato.

Pa partos, vahos de “artemisa”,
pa la fiebre “susuayá”
y raiz de “burucuyá”
a la vejiga suaviza.
Al intestino lo alisa
la oreja e tigre en pomada.
Pa coyuntura “sacada”
la leche del higuerón
y el gran apio cimarrón
pa tuita herida infestada.

Al pasmo real don Garrido
lo cura presto y sin yerro
con bosta blanca de perro
y abrojo grande cocido…
Pa la tiricia es sabido
un rimedio muy mentao.
Pues yo siempre la he curao
por más bellaca que sea
colgando en la chimenea
un trapo e lana, mojao.

Pa la mala enfermedá,
lo mismo nueva que vieja,
el “quelpe”, “yerba e la oveja”
la “miona” o el “zucará”.
Una pomada e verdá
pa curar la “erisipela”
se hace friendo con cautela
seis ramas de “moralito”
otras tantas de “Ocalito”
y un poco de sebo e vela…

Bueno… con Dios mis paisanos,
yo con la Virgen me quedo.
Por hoy salgo de este enredo
y doy descanso a mis manos.
Deseando que estén, hermanos,
contentos de haber nacido,
reciban como despido
con tuita sinceridá
un guascazo de amistá
del viejo “Santos Garrido”!!

Biografía:

Guillermo Cuadri, conocido también bajo el seudónimo de Santos Garrido, fue una de las voces más genuinas y populares de la poesía gauchesca uruguaya. Nacido en Minas en 1884, su vida y obra se alimentaron de sus raíces rurales y de una profunda conexión con la cultura popular. Cuadri, hijo de padre suizo y madre uruguaya, encontró en la poesía una forma de retratar el campo y la vida gaucha, capturando el pulso de la tierra y la cotidianidad de los hombres y mujeres del campo. Aunque su obra es breve, logró una trascendencia notable gracias a su autenticidad y compromiso con el universo rural que reflejaba.

Su primer reconocimiento literario llegó en 1925 con la obra Bajo la misma sombra, una colaboración en la que Cuadri compartió páginas junto a importantes escritores uruguayos como Juan José Morosoli y Julio Casas Araújo. Pero sería su libro El Agregao, publicado al año siguiente, el que lo consagraría definitivamente como poeta gauchesco. En esta obra, considerada su mayor contribución al género, Cuadri pinta con maestría personajes, paisajes y situaciones del mundo rural, que se leen tanto como un homenaje a sus raíces como un manifiesto de la identidad gauchesca.

El impacto de El Agregao en la cultura uruguaya fue inmediato y duradero. Críticos de renombre como José Pereira Rodríguez y Juan Carlos Sábat Pebet destacaron su autenticidad y calidad literaria. También fue aclamado por su amigo y compatriota Juan José Morosoli, quien en conferencias sobre Cuadri, alabó su poesía como una de las más puras representaciones del gauchaje uruguayo. Sus versos, recitados por intérpretes legendarios como Alcides Astiazarán, lograron calar en el sentir popular, afianzando su lugar en la tradición poética nacional.

En 1938, Cuadri cerraría su producción literaria con Leyendas minuanas, un libro de prosa donde retoma historias y leyendas de la región, dejando, junto a sus versos, un retrato íntimo y profundo de la cultura minuana. Su pasión por la poesía no lo apartó de su vida de trabajo: a lo largo de los años, Cuadri continuó ejerciendo su oficio de herrero, un aspecto de su vida que inspiró el título de la recopilación póstuma de su obra inédita, Entre Vulcano y las musas, publicada en 1979 por su hijo Waldemar.

Guillermo Cuadri fue, sin duda, un poeta arraigado en su tierra y su tiempo, pero también un visionario que comprendió la capacidad de la poesía para preservar la memoria y el espíritu de su gente. Su obra, pequeña pero vibrante, continúa siendo un legado esencial para la poesía gauchesca y una ventana única a la cultura rural uruguaya.

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