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Gonzalo de Berceo

Poeta español Gonzalo de Berceo

Poeta español Gonzalo de Berceo

Poemas:

LA IMAGEN RESPETADA POR EL INCENDIO

Milagros de Nuestra Señora – versos 1265 a 1316

XIV

San Miguel de la Tumba es un grand monesterio,
el mar lo cerca todo, elli yaze en medio,
el logar perigloso do sufren grand lazerio
los monges que ý viven en essi ciminterio.

En esti monesterio que avemos nomnado,
avié de buenos monges buen convento provado,
altar de la Gloriosa rico e muy onrrado,
en él rica imagen de precio muy granado.

Estava la imagen en su trono posada,
so fijo en sus brazos, cosa es costumnada,
los reïs redor ella, sedié bien compannada,
como rica reína de Dios santificada.

Tenié rica corona como rica reína,
de suso rica impla en logar de cortina,
era bien entallada, de lavor muy fina,
valié más essi pueblo que la avié vezina.

Colgava delant ella un buen aventadero,
en el seglar lenguage dízenli moscadero;
de alas de pavones lo fizo el obrero,
luzié como estrellas, semejant de luzero.

Cadió rayo del cielo por los graves peccados,
encendió la eglesia de todos quatro cabos,
quemó todos los libros e los pannos sagrados,
por pocco que los monges que non foron quemados.

Ardieron los armarios e todos los frontales,
las vigas, las gateras, los cabrios, los cumbrales,
ardieron las ampollas, cálizes e ciriales,
sufrió Dios essa cosa como faz otras tales.

Maguer que fue el fuego tan fuert e tan quemant,
nin plegó a la duenna nin plegó al ifant,
nin plegó al flabello que colgava delant,
ni li fizo de danno un dinero pesant.

Nin ardió la imagen nin ardió el flabello,
nin prisieron de danno quanto val un cabello;
solamiente el fumo non se llegó a ello,
ni’l nució más que nuzo yo al obispo don Tello.

Continens e contetu fue todo astragado,
tornó todo carbones, fo todo asolado,
mas redor de la imagen, quanto es un estado,
non fizo mal el fuego ca non era osado.

Esto tovieron todos por fiera maravella,
que nin fumo nin fuego non se llegó a ella,
que sedié el flabello más claro que estrella,
el ninno muy fermoso, fermosa la ponzella.

El precioso miraclo non cadió en oblido,
fue luego bien dictado, en escripto metido;
mientre el mundo sea será él retraído;
algún malo por ello fo a bien combertido.

La Virgo benedicta, reína general,
como libró su toca de esti fuego tal,
asín libra sus siervos del fuego perennal,
liévalos a la Gloria do nunqua vean mal.

CANTICA

¡Eya, velar! ¡Eya, velar! ¡Eya, velar!

Velat, aljama de los judíos,
¡eya, velar!,
que non vos furten al Fijo de Díos.
¡Eya, velar!
Ca furtárvoslo querrán,
¡eya, velar!,
Andrés e Peidro et Johán.
¡Eya, velar!
Non sabedes tanto descanto,
¡eya, velar!,
que salgades de so encanto.
¡Eya, velar!
Todos son ladronciellos,
¡eya, velar!,
que assechan por los pestiellos.
¡Eya, velar!
Vuestra lengua tan palabrera,
¡eya, velar!,
havos dado mala carrera.
¡Eya, velar!
Todos son omnes plegadizos,
¡eya, velar!,
rioaduchos mescladizos.
¡Eya, velar!
Vuestra lengua sin recabdo,
¡eya, velar!,
por mal cabo vos ha echado.
¡Eya, velar!
Non sabedes tant de engaño,
¡eya, velar!,
que salgades ende este año.
¡Eya, velar!
Non sabedes tanta razón,
¡eya, velar!,
que salgades de la prisión.
¡Eya, velar!
Tomaseio e Matheo,
¡eya, velar!,
de furtarlo han gran deseo.
¡Eya, velar!
El discípulo lo vendió,
¡eya, velar!,
el Maestro non lo entendió.
¡Eya, velar!
Don Philipo, Simón e Judas,
¡eya, velar!,
por furtar buscan ayudas.
¡Eya, velar!
Si lo quieren acometer,
¡eya, velar!,
¡oy es día de parescer!
¡Eya, velar!
¡Eya, velar! ¡Eya, velar! ¡Eya, velar!

EL CLÉRIGO SIMPLE

Milagros de Nuestra Señora – versos 877 a 940

IX

Era un simple clérigo pobre de clerecía
dicié cutiano missa de la Sancta María;
non sabié decir otra, diciéla cada día,
más la sabié por uso que por sabiduría.

Fo est missacantano al bispo acusado,
que era idïota, mal clérigo provado;
Salve Sancta Parens sólo tenié usado,
non sabié otra missa el torpe embargado.

Fo durament movido el Obispo a sanna,
dicié: «Nunqua de preste oí atal hazanna.»
Disso: «Diçit al fijo de la mala putanna
que venga ante mí, no lo pare por manna.»

Vino ante el obispo el preste peccador,
avié con el grand miedo perdida la color,
non podíe de vergüenza catar contra’l sennor,
nunqua fo el mesquino en tan mala sudor.

Díssoli el obispo: «Preste, dime la verdat,
si es tal como dizen la tu necïedat.»
Díssoli el buen omne: «Sennor, por caridat,
si disiesse que non, dizría falsedat».

Díssoli el obispo: «Quando non as cïencia
de cantar otra missa, nin as sen nin potencia,
viédote que non cantes, métote en sentencia,
vivi como merezes por otra agudencia.»

Fo el preste su vía triste e dessarrado,
avié muy grand vergüenza, el danno muy granado;
tornó en la Gloriosa, ploroso e quesado,
que li diesse consejo ca era aterrado.

La madre pïadosa que nunqua falleció
a qui de corazón a piedes li cadió,
el ruego del su clérigo luego gelo udió:
no lo metió por plazo, luego li acorrió.

La Virgo glorïosa, madre sin dición,
aparecio’l al obispo luego en visïón;
díxoli fuertes dichos, un brabiello sermón,
descubrióli en ello todo su corazón.

Díxoli brabamientre: «Don Obispo lozano,
¿contra mí por qué fust tan fuert e tan villano?
Yo nunqua te tollí valía de un grano,
e tú ásme tollido a mí un capellano.

»El que a mí cantava la missa cada día,
tú tovist que facié yerro de eresía;
judguéstilo por bestia e por cosa radía,
tollisteli la orden de la capellanía.

»Si tú no li mandares decir la missa mía
como solié decirla, grand querella avría,
e tú serás finado hasta el trenteno día,
¡Desend verás qué vale la sanna de María!»

Fo con estas menazas el bispo espantado,
mandó envïar luego por el preste vedado;
rogó’l que’l perdonasse lo que avié errado,
ca fo él en su pleito durament engannado.

Mandólo que cantasse como solié cantar,
fuesse de la Gloriosa siervo del su altar;
si algo li menguasse en vestir o calzar,
él gelo mandarié del suyo mismo dar.

Tornó el omne bueno en su capellanía,
sirvió a la Gloriosa, madre Sancta María;
finó en su oficio de fin qual yo querría,
fue la alma a gloria, a la dulz cofradía.

Non podriemos nos tanto escrivir nin rezar,
aun porque podiéssemos muchos annos durar,
que los diezmos miraclos podiéssemos contar,
los que por la Gloriosa denna Dios demostrar.

EL CLÉRIGO Y LA FLOR

Milagros de Nuestra Señora – versos 401 a 460

III

Leemos de un clérigo que era tiestherido,
ennos vicios seglares ferament embevido;
peroque era locco, avié un buen sentido,
amava la Gloriosa de corazón complido.

Comoquiere que era en ál malcostumnado,
en saludar a ella era bien acordado;
nin irié a la eglesia nin a ningún mandado,
que el su nomne ante non fuesse aclamado.

Dezir no lo sabría sobre quál ocasión
ca nos no lo sabemos si lo buscó o non,
diéronli enemigos salto a est varón,
ovieron a matarlo: ¡Domne Dios lo perdón!

Los omnes de la villa e los sus companneros
esto como cuntiera com non eran certeros,
defuera de la villa entre unos riberos,
allá lo soterraron, non entre los dezmeros.

Pesó’l a la Gloriosa con est enterramiento,
que yazié el su siervo fuera de su conviento;
apareció’l a un clérigo de buen entendimiento,
díssoli que fizieran en ellos fallimiento.

Bien avié treinta días que era soterrado:
en término tan luengo podié seer dannado;
dísso’l Sancta María: «Fizistes desguissado,
que yaz el mi notario de vos tan apartado.

»Mándote que lo digas: que el mi cancellario
non merecié seer echado del sagrario;
dilis que no lo dexen ý otro trentanario,
métanlo con los otros en el buen fossalario.»

Demandóli el clérigo que yazié dormitado,
«¿Quí eres tú que fablas? Dime de ti mandado,
ca quando lo dissiero seráme demandado
quí es el querelloso o quí el soterrado.»

Díssoli la Gloriosa: «Yo so Sancta María
madre de Jesu Christo que mamó leche mía;
el que vos desechastes de vuestra compannía,
por cancellario mío yo a éssi tenía.

»El que vos soterrastes luenne del cimiterio,
al que vos non quisiestes fazer nul ministerio,
yo por ésti te fago todo est reguncerio:
si bien no lo recabdas, tente por en lazerio.»

El dicho de la duenna fue luego recabdado,
abrieron el sepulcro apriesa e privado;
vidieron un miraclo non simple ca doblado,
el uno e el otro, fue luego bien notado.

Issiéli por la boca una fermosa flor
de muy grand fermosura, de muy fresca color;
inchié toda la plaza de sabrosa olor,
que non sentién del cuerpo un punto de pudor.

Trobáronli la lengua tan fresca e tan sana
qual parece de dentro la fermosa mazana;
no la tenié más fresca a la meredïana
quando sedié fablando en media la quintana.

Vidieron que viniera esto por la Gloriosa,
ca otri non podrié fazer tamanna cosa;
transladaron el cuerpo, cantando «Specïosa»,
aprés de la eglesia en tumba más preciosa.

Todo omne del mundo fará grand cortesía
qui fiziere servicio a la Virgo María;
mientre que fuere vivo verá plazentería,
e salvará la alma al postremero día.

INTRODUCCIÓN

Milagros de Nuestra Señora – versos 1 a 184

Amigos e vassallos de Dios omnipotent,
si vos me escuchássedes por vuestro consiment,
querríavos contar un buen aveniment:
terrédeslo en cabo por bueno verament.

Yo maestro Gonçalvo de Verceo nomnado,
yendo en romería caeçí en un prado,
verde e bien sençido, de flores bien poblado,
logar cobdiçiaduero pora omne cansado.

Davan olor sovejo las flores bien olientes,
refrescavan en omne las [carnes] e las mientes,
manavan cada canto fuentes claras corrientes,
en verano bien frías, en ivierno calientes.

Avién y grand abondo de buenas arboledas,
milgranos e figueras, peros e mazanedas,
e muchas otras fructas de diversas monedas,
mas no avié ningunas podridas [nin] azedas.

La verdura del prado, la odor de las flores,
las sombras de los árbores de temprados savores,
refrescáronme todo e perdí los sudores:
podrié vevir el omne con aquellos olores.

Nunqua trobé en sieglo logar tan deleitoso,
nin sombra tan temprada, [nin] olor tan sabroso:
descargué mi ropiella por yazer más viçioso,
poséme a la sombra de un árbor fermoso.

Yaziendo a la sombra perdí todos cuidados,
odí sonos de aves dulces e modulados:
nunqua udieron omnes órganos más temprados,
nin que formar pudiessen sones más acordados.

Unas tenién la quinta e las otras doblavan,
otras tenién el punto, errar no las dexavan:
al posar [e] al mover, todas se esperavan,
aves torpes nin roncas ý non se acostavan.

Non serié organista nin serié vïolero,
nin giga nin salterio nin mano de rotero,
nin estrument nin lengua nin tan claro vocero
cuyo canto valiesse con esto un dinero.

Peroque [nos] dissiemos todas estas bondades,
non contamos las diezmas, esto bien lo creades:
que avié de noblezas tantas diversidades
que no las contarien priores [nin] abbades.

El prado que vos digo avié otra bondat:
por calor nin por frío non perdié su beltat,
siempre estava verde en su entegredat,
non [perdié] la verdura por nulla tempestat.

Manamano que fui en tierra acostado,
de todo el lazerio fui luego folgado;
oblidé toda cuita, [e] lazerio passado:
¡Qui allí se morasse serié bienventurado!

Los omnes e las aves, quantos acaecién,
levavan de las flores quantas levar querién,
mas mengua en el prado ninguna non façién:
por una que levavan tres e quatro nacién.

Semeja esti prado egual de Paraíso,
en qui Dios tan grand graçia, tan grand bendiçión miso;
él que crió tal cosa maestro fue anviso:
omne que ý morasse nunqua perdrié el viso.

El fructo de los árbores era dulz e sabrido,
si don Adam oviesse de tal fructo comido,
de tan mala manera non serié decibido,
nin tomarién tal danno Eva [nin] so marido.

Sennores e amigos, lo que dicho avemos
palavra es oscura, esponerla queremos:
tolgamos la corteza, al meollo entremos,
prendamos lo de dentro, lo de fuera dessemos.

Todos quantos vevimos, que en piedes andamos,
siquiere en [presión] o en lecho yagamos,
todos somos romeos que camino [pasamos],
San Peidro lo diz esto, por él vos lo provamos.

Quanto aquí vivimos en ageno moramos;
la ficança durable suso la esperamos;
la nuestra romería estonz la acabamos,
quando a Paraíso las almas envïamos.

En esta romería avemos un buen prado
en qui trova repaire tot romeo cansado,
la Virgin Glorïosa, madre del buen Criado,
del qual otro ninguno egual non fue trobado.

Esti prado fue siempre verde en onestat,
ca nunca hobo mácula la su virginidat,
post partum et in partu fue virgin de verdat,
illesa, incorrupta en su entegredat.

Las quatro fuentes claras que del prado manavan,
los quatro evangelios, esso significavan,
ca los evangelistas quatro que los dictavan,
quando los escrivién, con ella se fablavan.

Quanto escrivién ellos, ella lo emendava,
esso era bien firme lo que ella laudava;
parece que el riego todo d’ella manava
quando a menos d’ella nada non se guiava.

La sombra de los árbores, buena, dulz e sanía,
en qui ave repaire toda la romería,
sí son las oraciones que fas Santa María
que por los peccadores ruega noch e día.

Quantos que son en mundo, justos e peccadores,
coronados e legos, reys e emperadores,
allí corremos todos, vassallos e sennores,
todos a la su sombra imos coger las flores.

Los árbores que facen sombra dulz e donosa
son los santos miraclos que faz la Glorïosa,
ca son mucho más dulzes que azúcar sabrosa,
la que dan al enfermo en la cuita raviosa.

Las aves que organan entre essos fructales,
que han las dulzes vozes, dizen cantos leales,
estos son Agustino, Gregorio, otros tales,

que escrivieron los sos fechos reales.

Estos avién con ella amor e atenencia,
en laudar los sos fechos metién toda femencia;
todos fablavan d’ella, cascuno su sentencia,
pero tenién por todo todos una creencia.

El rosennor que canta por fin maestría,
siquiere la calandria que faz grand melodía,
mucho cantó mejor el barón Isaía
e los otros prophetas, onrrada compannía.

Cantaron los apóstolos muedo muy natural,
confessores e mártires [facién otro] tal;
las vírgenes siguieron la gran Madre caudal,
cantan delante d’ella canto bien festival.

Por todas las eglesias, esto es cada día,
cantan laudes ant ella toda la clerecía:
todos li façen cort a la Virgo María;
estos son rossennoles de gran placentería.

Tornemos ennas flores que componen el prado,
que lo façen fermoso, apuesto e temprado;
las flores son los nomnes que li da el dictado
a la Virgo María, madre del buen Criado.

La benedicta Virgen es estrella clamada,
estrella de los mares, guïona deseada,
es de los marineros en las cuitas guardada,
ca quando éssa veden es la nave guiada.

Es clamada, y éslo de los cielos, reína,
tiemplo de Jesu Christo, estrella matutina,
sennora natural, pïadosa vezina,
de cuerpos e de almas salud e medicina.

Ella es vellocino que fue de Gedeón,
en qui vino la pluvia, una grand vissïón;
ella es dicha fonda de David el varón
con la qual confondió al gigant tan fellon.

Ella es dicha fuent de qui todos bevemos,
ella nos dio el cevo de qui todos comemos;
ella es dicha puerto a qui todos corremos,
e puerta por la qual entrada atendemos.

Ella es dicha puerta en sí bien encerrada,
pora nos es abierta pora darnos la entrada;
ella es la palomba de fiel bien esmerada,
en qui non cae ira, siempre está pagada.

Ella con grand derecho es clamada Sïon,
ca es nuestra talaya, nuestra defensïón:
ella es dicha trono del reï Salomón,
reï de grand justicia, sabio por mirazón.

Non es nomne ninguno que bien derecho venga
que en alguna guisa a ella non avenga;
non ha tal que raíz en ella no la tenga,
nin Sancho nin Domingo, nin Sancha nin Domenga.

Es dicha vid, es uva, almendra, malgranada,
que de granos de graçia está toda calcada,
oliva, cedro, bálssamo, palma bien ajumada,
piértega en que sovo la serpiente alzada.

El fust que Moïsés enna mano portava
que confondió los sabios que Faraón preciava,
el que abrió los mares e depués los cerrava,
si non a la Gloriosa ál non significava.

Si metiéremos mientes en ell otro bastón
que partió la contienda que fue por Aarón,
ál non significava, como diz la lectión,
si non a la Gloriosa, esto bien con razón.

Sennores e amigos, en vano contendemos,
entramos en grand pozo, fondo no’l trovaremos;
más serién los sus nomnes que nos d’ella leemos
que las flores del campo, del más grand que savemos.

Desuso lo dissiemos que eran los fructales
en qui facién las aves los cantos generales,
los sus sanctos miraclos, grandes e principales,
los quales organamos ennas fiestas caubdales.

Quiero dexar con tanto las aves cantadores,
las sombras e las aguas, las devantdichas flores;
quiero d’estos fructales tan plenos de dulzores
fer unos pocos viessos, amigos e sennores.

Quiero en estos árbores un ratiello sobir
e de los sos miraclos algunos escrivir;
la Gloriosa me guíe que lo pueda complir,
ca yo non me trevría en ello a venir.

Terrélo por miráculo que lo faz la Gloriosa
si guiarme quisiere a mí en esta cosa;
Madre, plena de gracia, reína poderosa,
tú me guía en ello, ca eres piadosa.

Biografía:

Gonzalo de Berceo, nacido alrededor de 1196 en Berceo, se erige como una figura destacada del mester de clerecía, el movimiento literario que marcó la transición del latín al romance en la literatura medieval española. Este poeta, también monje en el monasterio de San Millán de la Cogolla, dejó un legado literario y cultural significativo.

Su vida temprana transcurrió en la aldea de Berceo, próxima a San Millán de la Cogolla, donde se crio y recibió educación en el monasterio. A mediados del siglo XIII, la decadencia del monasterio lo llevó a luchar contra la pérdida de esplendor mediante la creación de obras que fomentaban la devoción, peregrinaciones y donaciones en torno a las reliquias de los santos.

Gonzalo de Berceo, educado entre 1222 y 1227 en los estudios generales de Palencia, fundados por el obispo Tello Téllez de Meneses, recibió una formación excepcional en teología, derecho canónico, lógica y artes, lo que marcó su habilidad para depurar y enriquecer el idioma castellano.

Su obra más conocida, “Milagros de Nuestra Señora“, constituye una colección de veinticinco relatos sobre los milagros realizados por la Virgen María. Berceo, no solo un narrador, sino también un traductor y amplificador de historias previas, infunde elementos cotidianos y expresiones juglarescas para cautivar a su audiencia.

Aunque tradicionalmente religioso, Berceo no es simplemente un narrador original; su genialidad radica en el tratamiento innovador de temas religiosos y en la adaptación de la mentalidad medieval y campesina en sus relatos. Su versificación en cuaderna vía, una forma métrica única, añade un toque artístico a su obra.

La riqueza de su lenguaje castellano, enriquecido con vasquismos debido al entorno lingüístico de La Rioja, contribuye a la singularidad de su obra. Gonzalo de Berceo, fallecido alrededor de 1264, perdura como uno de los primeros y más importantes escritores en lengua española, dejando un legado que trasciende la literatura y se adentra en la rica historia cultural de España medieval.

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