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Gloria Anzaldúa

Gloria Anzaldúa

Gloria Anzaldúa

Poemas:

NO BASTA

No basta con
decidir abrirte.

Debes hundirte los dedos
en el ombligo, con las dos manos
agrietarte,
derramar los lagartos y los sapos
las orquídeas y los girasoles,
virar al revés el laberinto.
Sacudirlo.

Sin embargo, no te vacías del todo.
Quizás una flema verde
se esconde en tu tos.
Tal vez no sabes que la tienes
hasta que un nudo
te crece en la garganta
y se convierte en rana.

Te cosquillea una sonrisa secreta
en el paladar
lleno de orgasmos diminutos.

Pero tarde o temprano
se revela.
La rana verde croa sin discreción.
Todos miran.

No basta con abrirte
una sola vez.
De nuevo debes hundirte los dedos
en el ombligo, con las dos manos
desgarrarte,
dejar caer ratas muertas y cucarachas
lluvia de primavera, mazorcas en capullo.
Virar al revés el laberinto.
Sacudirlo.

Esta vez debes soltarlo todo.
Enfrentar el rostro abierto del dragón
y dejar que el terror te trague.
—Te disuelves en su saliva
—nadie te reconoce hecha charco
—nadie te extraña
—ni siquiera te recuerdan
y el laberinto
tampoco es creación tuya.

Y has cruzado.
Y a tu alrededor espacio.
Sola. Con la nada.

Nadie te va a salvar.
Nadie te va a cortar la soga,
a cortar las gruesas espinas que te rodean.
Nadie vendrá a asaltar
los muros del castillo ni
a despertar con un beso tu nacimiento,
a bajar por tu pelo,
ni a montarte
en el caballo blanco.

No hay nadie que
te alimente el anhelo.
Acéptalo. Tendrás que
hacerlo, hacerlo tú misma.
Y a tu alrededor un vasto terreno.
Sola. Con la noche.
Tendrás que hacerte amiga de lo oscuro
si quieres dormir por las noches.

No basta con
soltar dos, tres veces,
cien. Pronto todo es
tedioso, insuficiente.
El rostro abierto de la noche
ya no te interesa.
Y pronto, otra vez, regresas
a tu elemento y
como un pez al aire
sales al descubierto
sólo entre respiros.
Pero ya tienes agallas
creciéndote en los senos.

Les decimos grasas [Fragmento]

Los encontré aquí cuando vine.
Cultivaban maíz en sus pequeños ranchos

[…]

No estaban interesados en mejorarse:
ni siquiera eran dueños de la tierra
sino que la compartían.
No costó trabajo ahuyentarlos,
cobardes eran, sin coraje.
Yo les mostraba un pedazo de papel
con unas palabras escritas
les decía que debían impuestos

[…]

algunos hasta tenían concesiones de tierras
y recurrieron a las cortes.
Fue cosa de risa:
ni siquiera sabían hablar en inglés

Aún así, algunos rehusaban moverse,
inclusive después de que les quemábamos las casas.
Y las mujeres; bien, recuerdo una en particular.
Yacía debajo de mí, lloriqueando

[…]

lo oía plañir como un animal salvaje

[…]

Después me senté sobre su cara hasta
que sus brazos dejaron de sacudirse

[…]

Caminé hasta donde había atado a su hombre
al árbol
Y lo escupí en la cara.
Línchenlo, les dije a los muchachos.

[Fragmento:]

Vivir en la frontera significa que tu
no eres hispana india negra española
ni gabacha, eres mestiza,
sorprendida en el fuego cruzado entre bandos
mientras llevas cinco razas sobre la espalda
sin saber a qué lado recurrir, o de cuál escapar;
Vivir en la frontera significa saber
que la india en ustedes, traicionada durante 500 años,
ya no les habla a ustedes,
que las mexicanas las llaman rajetas,
que negar lo Anglo dentro de ustedes
es tan malo como haber negado lo indio o lo negro;
Cuando vives en la frontera la gente camina
a través de ti, el viento te roba la voz,
eres una burra, un buey, un chivo expiatorio,
precursora de una nueva raza,
mitad y mitad–tanto mujer y hombre, ninguno de los dos–
un nuevo género;

[…]

Para sobrevivir en la frontera
debes vivir sin fronteras
ser un cruce de caminos.

Biografía:

Gloria Evangelina Anzaldúa (Valle del Río Grande; 26 de septiembre de 1942 – Santa Cruz (California); 15 de mayo del 2004), fue una académica, activista política chicana, feminista, escritora y poeta estadounidense.

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