Poesía de Estados Unidos
Poemas de Frank O’Hara
Francis Russell O’Hara (Baltimore, 27 de marzo de 1926 – Long Island, 25 de julio de 1966) fue un poeta, músico, dramaturgo, crítico de arte estadounidense que, junto con John Ashbery, James Schuyler, Barbara Guest y Kenneth Koch, fue miembro clave de la primera promoción de la Escuela de Nueva York.
Poesía
La única manera de quedarse callado
es ser rápido, así que te asusto
con torpeza, o sorprendo
con una puñalada. La mantis
religiosa conoce el tiempo más
a fondo que yo y es
más informal. Los grillos usan
el tiempo de acompañamiento
a su inocente tic. La cebra
corre en sentido antihorario.
Todo eso quiero.
Ahondarte con mi rapidez
y encanto como si
tuvieras lógica y certeza,
pero seguir callado como si
estuviera habituado a ti; como si
nunca fueras a dejarme
y fueses el inexorable
producto de mi propio tiempo.
A un paso de distancia de ellos
Es la hora de comer, así que salgo
a pasear entre los taxis pintados
de ruido. Primero, por la acera
donde los obreros alimentan sus sucios
y brillantes torsos con bocadillos
y Coca-Cola. Llevan cascos
amarillos; supongo que los protegen
de los ladrillos que caen. Luego
por la avenida donde las faldas se arremolinan
sobre los tacones y se inflan
encima de los enrejados. El sol calienta, pero los
taxis remueven el aire. Miro
ofertas de relojes de pulsera. Hay
gatos que juegan en el serrín.
A Times Square, donde el anuncio
humea sobre mi cabeza, y más arriba
mana suavemente el agua de la cascada. Un
Negro de pie en un portal con un
palillo se mueve lánguidamente.
Chista una corista rubia: él
sonríe y se frota la barbilla. De pronto
todo es bocina: son las 12:40 de
un jueves.
El neón de día es un
gran placer, como escribiría
Edwin Denby, como lo son las bombillas de día.
Paro para tomarme una hamburguesa de queso en JULIET’S
CORNER. Giulietta Masina, esposa de
Federico Fellini, è bell’atrice.
Y chocolate malteado. Una señora que
viste pieles en un día así mete a su caniche
en un taxi.
Hoy hay varios portorriqueños
en la avenida, lo que
la hace hermosa y cálida. Primero
murió Bunny, después John Latouche,
después Jackson Pollock. ¿Pero está la tierra
tan llena de ellos como lo estuvo la vida?
Y uno ha comido y pasea
frente a revistas con desnudos
y carteles de BULLFIGHT y
el Manhattan Storage Warehouse
que pronto será demolido. Antes
pensaba que aquí se hacía el
Armory Show.
Un vaso de zumo de papaya
y vuelta al trabajo. Mi corazón está en mi
bolsillo, son los Poemas de Pierre Reverdy.
Esplín
Sé tanto
sobre las cosas, acepto
tanto, que es para
vomitar. Y estoy
alimentado por el
estado ruinoso de tanto
que sé
sobre los demás y lo que
hacen, y por aceptar
tantas cosas que odio
como si no supiera
lo que es, para mí.
Y lo que es para
ellos lo sé, y lo aborrezco.
Para John Ashbery
No puedo creer que no haya
otro mundo donde nos sentemos
a leernos poemas nuevos
al viento en lo alto de una montaña.
Tú puedes ser Tu Fu, yo Po Chü-i
y la Mujer Mono estará en la luna,
riéndose de nuestras cabezas desproporcionadas
mientras vemos la nieve posarse en una rama.
¿O nos habremos ido de veras? ¡este
no es el pasto que veía de joven!
y si la luna, esta noche
cuando salga, está vacía: mal augurio,
significa: “Se irán, como los pimpollos”.
Autobiografía literaria
Cuando era un niño
jugaba conmigo mismo en un
rincón del patio escolar,
completamente solo.
Odiaba las muñecas y
odiaba los juegos, los animales
no eran amistosos y los pájaros
volaban lejos.
Si alguien me buscaba,
me escondía detrás de un
árbol y gritaba «Soy
un huérfano.»
Y aquí estoy, ¡el
centro de toda belleza!
¡escribiendo estos poemas!
¡Imagina!
Por qué no soy pintor
No soy pintor, soy un poeta.
¿Por qué? Creo que preferiría ser
pintor, pero no lo soy. Bien,
por ejemplo, Mike Goldberg
está empezando un cuadro. Caigo de visita.
“Siéntate y toma una copa”, me
dice. Bebo; bebemos. Alzo
la mirada. “Le has puesto SARDINAS”.
“Sí, necesitaba algo ahí”.
“Ah”. Me marcho y pasan
los días y vuelvo a visitarlo. El cuadro
sigue, y yo voy, y los días
pasan. Caigo a verlo. El cuadro
está terminado. “¿Dónde están las SARDINAS?”
Todo lo que queda son sólo
letras. ”Era demasiado”, dice Mike.
¿Pero yo? Un día pienso en
un color: naranja. Escribo una línea
sobre el naranja. Al poco tiempo es
una página entera de palabras, no de líneas.
Luego otra página. Debería haber
mucho más, no de naranja, de
palabras, de lo terrible que es
el naranja y la vida. Pasan los días. Hasta está en
prosa. Soy un verdadero poeta. Mi poema
está terminado y todavía no he mencionado
el naranja. Son doce poemas, lo titulo
“NARANJAS”. Y un día en una galería
veo el cuadro de Mike, titulado SARDINAS.
Tomar una Coca contigo
Es aún más divertido que ir a San Sebastián, Irún, Hendaya, Biarritz, Bayona o estar enfermo hasta la náusea en la Travesera de Gracia en Barcelona.
En parte, porque en tu anaranjada camiseta luces como un mejor y más alegre San Sebastián,
en parte, por mi amor por ti, en parte por tu amor por el yogur
en parte por los fluorescentes tulipanes naranja alrdedor de los abedules
en parte por la confidencia que nuestras sonrisas toman ante la gente y lo estatuario. Es difícil de creer que cuando estoy contigo, puede haber algo tan quieto,
tan solemne como desagradablemente definitivo como lo estatuario cuando estoy justo frente a ello
en el cálido Nueva York de las 4 en punto, nosotros estamos moviéndonos de un lado a otro
entre cada uno como el espectáculo de un árbol respirando a través de sus gafas, y el show pictórico parece no tener rostro alguno , sólo pinturas
tú de repente preguntas ¿por qué en el mundo alguien alguna vez lo hizo?
Y miro
te miro, y prefiero verte a ti que a todos los retratos en el mundo
Excepto, posiblemente por el Jinete Polaco ocasionalmente y aún así está en el Frick,
lo cual me hace agradecerle al cielo que no hayas ido todavía, así que podríamos ir por primera vez
y el hecho de que te muevas tan bello más o menos le compete al futurismo justo como en casa, yo nunca pensé en el Desnudo bajando la escalera o
en el ensayo de un solo dibujo de Leonardo o Miguel Ángel que solían asombrarme Y qué bien hace toda la investigación que los impresionistas hicieron
cuando nunca tuvieron a la persona correcta para estar cerca del árbol cuando el sol se hunde
o para el caso de Mario Marini cuando él no escogió al jinete tan cuidadosamente como al caballo
Parece que todos ellos estaban embelesados en alguna experiencia maravillosa que no será desperdiciada en mí por eso te lo cuento.
- José Luis Mangieri
- Rafael Morales
- Eladio Cabañero
- Juan Liscano
- Juan de Tassis y Acuña
- Livio Gómez Flores
- Zahur Klemath Zapata
- Héctor Hernández Montecinos
- Omar Aramayo
- Roberto Manzano Díaz
- Charles Martin
- Sharon Olds
- José Zorrilla
- Atilio Jorge Castelpoggi
- José Joaquín Ortiz
- Marco Martos
- Adrián Santini
- Vicente García Hernández
- Noah Cicero
- Nellie Campobello