Poesía de Cuba
Poemas de Félix Luis Viera
Félix Luis Viera Pérez (Villa Clara, 19 de agosto de 1945) es un cuentista, novelista y poeta cubano, actualmente nacionalizado mexicano. Ha publicado los poemarios: Una melodía sin ton ni son bajo la lluvia (Premio David de Poesía de la UNEAC, 1976, Ediciones Unión, Cuba), Prefiero los que cantan (1988, Ediciones Unión, Cuba), Cada día muero 24 horas (1990, Editorial Letras Cubanas), Y me han dolido los cuchillos (1991, Editorial Capiro, Cuba) y Poemas de amor y de olvido (1994, Editorial Capiro, Cuba); los libros de cuento: Las llamas en el cielo (1983, Ediciones Unión, Cuba), En el nombre del hijo (Premio de la Crítica 1983. Editorial Letras Cubanas. Reedición 1986) y Precio del amor (1990, Editorial Letras Cubanas); las novelas Con tu vestido blanco (Premio Nacional de Novela de la UNEAC 1987 y Premio de la Crítica 1988. Ediciones Unión, Cuba), Serás comunista, pero te quiero (1995, Ediciones Unión, Cuba), Un ciervo herido (Editorial Plaza Mayor, Puerto Rico, 2003) y la novela corta Inglaterra Hernández (Ediciones Universidad Veracruzana, 1997. Editorial Capiro, Cuba, 2002).
Su libro de cuentos Las llamas en el cielo es considerado un clásico del género en su país. Varias de sus creaciones han sido traducidas a distintos idiomas y forman parte de diversas antologías publicadas en Cuba y en el extranjero. En su país natal recibió diversas distinciones por su labor en favor de la cultura. Fue director de la revista Signos, de proyección internacional y dedicada a las tradiciones de la cultura.
Su más reciente novela, Un ciervo herido —que aborda el tema de las UMAP,eufemísticamente llamadas Unidades Militares de Ayuda a la Producción y, en realidad, campos de trabajos forzados establecidos en Cuba en la década de 1960—, ha recibido un notable reconocimiento de la crítica y de los lectores y ha circulado en España, Puerto Rico, México y otros países; durante cinco meses estuvo entre los libros más vendidos en Miami y ha sido traducida al italiano por la editorial L´Ancora del Mediterráneo. En Italia ha sido objeto de un notable reconocimiento de la crítica especializada, así como de los lectores.
Tiene en proceso editorial su novela El corazón del rey, que refleja los primeros pasos de la instauración del socialismo en Cuba, en la década de 1960, y actualmente trabaja en el poemario La patria es una naranja, inspirado en la añoranza de su tierra natal y en sus vivencias en México, donde radica desde 1995.
Poema para dos soledades
Aquí en la piscina de este hotel qué triste
descubrir a este hombre solo
que mira como una vaca enferma a las
muchachas
al agua a la cerveza a los objetos
Qué triste me parece este hombre señoras y señores
qué triste su pulóver su bolígrafo
su cabellera rota en las entradas
qué triste sus sandalias sus botones su vaso
detenido en un gesto vacío detenido
en un gesto parecido a la muerte.
Qué ganas de buscarle compañera.
Qué ganas de pedirle a esa muchacha
que se siente junto a él en la mesita
y le diga “no sufra más compadre míreme las
carnes
míreme el vientre y verá en él una estrella
calientica
míreme compadre qué dulce qué ardorosa qué
tibia puedo ser y soy
vamos no se ponga así hombre tomemos más
cerveza
y no piense que el mundo se está acabando si al
contrario
aquí en mis piernas brilla como si ahora mismo
lo estuvieran descubriendo”
Que le dijera la muchacha “vamos señor
olvide las penas olvídese de la ingrata o del mal
que la parió
olvídese en fin de lo que sea:
del amigo traidor o del caballo muerto vamos
póngase la trusa y no le estropee la vida
a los demás
instalándose semejante cara en pleno público”
Que le dijera la muchacha: “Vamos en fin yo lo
acompaño
a lanzarnos del trampolín a zambullirnos vamos
que yo lo ayudaré
a contentar esa vida que parece tan
maltrecha”.
Pues de verdad qué triste
me parece este hombre señoras y señores.
Qué ganas de llamar a esa muchacha…
O bueno… creo que es mejor llamar a dos
muchachas.
Bajo esta llovizna
Bajo esta llovizna
en medio de este frío
entre estas calles anchas y arboladas
brillantes por el asfalto negro
¿se habrá de detener tu corazón?
¿Se detendrá tu corazón dentro del Gran valle?
¿Regresarás a la patria convertido en una bolsita de cenizas?
Inerte, ¿harán volar tu corazón hecho cenizas
cual pájaro hecho cenizas
por sobre la inmensidad del Golfo
hasta la tierra donde una vez tú cantabas?
¿Habrá de detenerse tu corazón dentro de este frío donde siempre
es medianoche?
Junto a esta grisura de los árboles
del atardecer
de la avenida tuya de cada día
¿habrá de detenerse una agrisada tarde tu corazón?
tu tan jodido corazón
tu corazón lleno de bilis
tu corazón con tantas muescas de derrotas
¿habrá de detenerse
bajo la densidad de este cielo,
pisoteado por la lluvia ácida,
envuelto en la densa capa del olvido?
Candorosas putas de mi patria
Candorosas putas de mi patria
lejos, desde esta gigantesca ciudad yo las saludo
yo las amo en la distancia
muchachas que soñaron como yo una vez con el porvenir del oro
equitativamente repartido.
Putas mías
putas filólogas ingenieras médicas economistas lánguidas
licenciadas
que se han vendido a un italiano gordo dueño de un taller de mecánica
a un gastronómico sueco
a un trailero mexicano
a un canadiense que corta el césped de los jardines ajenos
a un español especialista en longanizas
a un portugués ratero
yo las quiero putas mías
yo las quiero y les canto y soy vuestro defensor
muchachas
adolescentes
cuyos padres les dijimos que el hambre jamás entraría en vuestro reino
puesto que era
asunto de otras latitudes
cuyos padres les aseguramos
que aquellos que hoy las poseen por cuatro dólares
eran miserables sin valor para construir un porvenir ausente del oprobio
cuyos padres les aseguramos
que cantaríamos a las cinco de la tarde
cada día
en las colinas que levantábamos donde habríamos de cultivar flautas y
guitarras
Putas de la patria mía
muchachas adolescentes licenciadas en proyectos perdidos
yo las quiero
y las convoco a seguir amando cuando llegue el momento.
Mis hijos me envían cartas como si el hijo fuera yo
Mis hijos me envían cartas como si el hijo fuera yo,
me aconsejan que no beba, que fume poco, que no salga en las noches,
que escuche rancheras y corridos
en soledad.
Un año sin ver a mis hijos tiene el peso de todas las guerras,
me ha matado mil veces,
un millón de veces he visto mi sangre correr por los tragantes.
Mi hijo es dorado como una espiga dorada
y sus ojos tienen el color emergente después de la furia,
él ha sido tierno y cuando tenía 9 años
yo le escribí un poema pidiéndole que nunca abandonara esa ternura
y así lo hizo,
él fue mi gran amigo y me enseñó a jugar como yo no sabía
y hoy seguimos siendo amigos y si ya no podemos jugar juntos
nos escribimos cartas con las reglas del juego que vendrá,
estamos tan seguros de la esperanza que ya no nos importa la esperanza.
La voz de mi hija se escucha por doquier en la enorme ciudad,
es la voz de tantas muchachas y del Primavera que canta en el fresno
y son sus ojos los del colibrí que a diario viene a saludarme en la ventana,
yo he visto su voz en los cientos de aviones que parten el cielo de la noche,
he escuchado sus ojos
en los violines que dictan la penúltima lágrima,
en mis cartas le he dicho que se cuide de los poetas de la patria,
que se cuide de los poetas,
son los poetas los que afirman que la patria es una naranja
son los hacedores de nuevos emblemas
son entes peligrosos que anidan debajo de los nidos
son veleidosos, promiscuos, inconstantes
y siempre se hallan seguros de amar a la hija del poeta,
pero son también le digo quienes saben fabricar la pólvora que salva las
heridas,
son los que aman.
En mis carta le aviso
que se cuide del Cuervo:
que le obedezca
que le asienta,
las barbas del Cuervo están teñidas de azul
y con ellas el caza a las muchachas que andan en busca de su príncipe,
y con sus ojos rojos
mata.
Mi hijo y mi hija
nunca han tenido una pecera.
Las putas de la Merced
Las putas de la Merced
serán tal vez las más tristes de la ciudad de México.
Las he visto caminar al atardecer
como una canción que quiere derrumbarse en cada nota,
más pálidas que la leche
las putas de la Merced tienen los ojos
tras cuatro cuevas
y si alguien amase a la poesía
abjurará de ella cuando vea a las putas de la Merced:
no será posible amar a nada
al menos durante 72 horas
después de conocerlas,
en la Plaza
las putas de la Merced
parecen muchachitas que han abandonado las escuelas bajo el fragor de un
bombardeo,
son las putas más baratas de la gigantesca Ciudad,
por 20 pesos averiguan cualquier entraña
sacan cualquier zumo
por 40 se juegan el sida a la Ruleta Rusa
por 60 serían capaces de montar un cadáver.
En las pálidas tardes de la Merced
las putas pálidas en la palidez de la Ciudad empalidecida por la contaminación
parecen arbolitos que se desprenden de la tierra
o proyectiles rotos inmediatamente después del disparo.
Si yo supiera rogar pediría un salón luminiscente para ellas
donde aprendiesen a tomar los cubiertos
a limpiarse los labios con las más delicadas servilletas según marcas
a leer de corrido
a escribirle cartas al Presidente de la República
reclamando un puesto en el Senado
o un papel protagónico en la próxima telenovela,
todas uniformadas de rosa en el gran salón luminiscente
donde tendrían hijos y lentejuelas y tarjetas de crédito
donde el agua del baño sería azul y las noches transcurrieran
en la inmediatez y el dulzor que precede al arribo a la clase media.
Si yo supiera rogar.
Las putas de la Merced siguen naciendo
ahora mismo están naciendo cuatro
y ahora mismo están naciendo 200 hombres
que habrán de penetrarlas por unas monedas sacadas a la calle o al prójimo
dentro de 14 años.
Y nosotros aquí,
como si nada,
hablando y hablando
y hablando.
Mienten los diarios
Mienten los diarios:
Son apenas unos cuantos los delincuentes, los asesinos en la ciudad de México
Mienten cuando dicen que ya la Ciudad apenas resulta vivible
que viene siendo un planeta ingobernable
que la sangre la satura al extremo de que las coladeras se atragantan
que los muertos en asaltos, secuestros, balas perdidas
ya no caben siquiera en la memoria más robusta
Mienten los diarios:
aún no ha pasado nada
absolutamente nada
La Ciudad en verdad estaría en crisis
ese día en que los 14 mil niños de la calle se hagan asaltantes
cuando la interminable legión de limosneros se hagan asesinos
cuando las 12 mil putas sin trabajo se compren una pistola nueva
cuando se enrabien los 3 millones de perros callejeros
Cuando la caravanas de ciegos que cantan y piden en el Metro
comiencen a disparar al azar
cuando los cojos, los paralíticos, los lisiados sin trabajo
comiencen a restituirse sus partes arrancando piernas, brazos, narices
a los ejecutivos
Mienten los diarios
la Ciudad es un paraíso,
cuando deje de serlo entonces no alcanzarán sus 123 cementerios
Entonces sí:
cuando los 4 millones y medio de pobres en “extrema pobreza”
salgan dispuestos a comerse las gladiolas
cuando los 800 mil niños trabajadores tomen por sorpresa los campamentos militares y los llenen de lápices
cuando el Sol coincida con las 50 mil toneladas diarias de basuras en la calle, y haga la Flama
cuando el millón y medio de alcohólicos caigan muertos en la última borrachera
y se haga el hedor y el monte de miasmas
entonces sí no alcanzarían las 952 mil 700 líneas telefónicas de la ciudad para avisar del desastre
Mienten los diarios
esta ciudad es aún lo más cercano al Paraíso que se pueda ver
Hay ocho mil microbuses que podrían precipitarse ahora mismo contra los jardines
hay tres millones de pistolas que nadie sabe dónde están
Ah, entonces sí:
cuando los 536 mil indígenas que no hablan español y no tienen con qué comer en lengua alguna
decidan asesinar en su idioma natal
Entonces sí la ciudad sería ingobernable, caería en crisis
entonces ya no serían 200 asaltos diarios con violencia
entonces ya no serían 17 casas asaltadas diariamente
entonces ya no sería un auto robado cada siete minutos
entonces ya no serían 5 niños convertidos en niños de la calle diariamente
entonces no serían tan sólo 750 bandas delictivas en la Ciudad
entonces no serían 1,066 tianguis
entonces no serían 12 niños anémicos naciendo diariamente
Mienten los diarios, exageran
esta ciudad está en calma
todavía no ha pasado nada.
- Rosana Acquaroni
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