Poetas

Poesía de España

Poemas de Esther Zarraluki

Esther Zarraluki (1956). Poeta española. Nació en Barcelona, España en 1956. Licenciada en Filología Hispánica, su obra poética la componen los libros Ahora, quizás, el juego (1982), Hiemal (1993) y Cobalto (1996).

El tenedor en el plato cla cla cla…

El tenedor en el plato cla cla cla
se cuela de todas las ventanas.
Las cosas se gastan por los cantos
y ruedan escaleras abajo. En el hueco
las niñas hacen casas y esperan.
La hora es sabida y fría, corre
por el pasamanos hasta la puerta,
la cena y el sueño. Esperan.
Saben que, con las caderas anchas,
llegará quien comerá en sus dedos
y trepará por ellos hasta perder
la compostura. Que vivirán entonces
carnosos y secretos como naranjas.
Y ponen voz de rendija, y callan.
Me abro paso. Juegan en los portales.
Alguien les deja para otro día,
redonda y extraña, la compañía.

Habrá tenido un difícil invierno…

Habrá tenido un difícil invierno,
pero al sol hoy reconoce el bienestar
como aceite sobre sí y lo agradece.
Palpa el suelo caliente.
Piensa en darse
al lomo de las cosas, a ciegas,
para ver cómo es estar con ellas
cuando nada crece ni decae.
Rechaza los recuerdos suavemente,
como a niños, como a niños les ordena el silencio.
Oirá voces,
se hará tarde, alguna imagen
acudirá como un zarpazo,
quizá los rostros que le quieren vivo,
sentimientos como brotes o heladas,
pero el sol sigue alto
mientras dure este poema.

Atardece. Noticias desmienten…

Atardece. Noticias desmienten
la calma frente a mi casa.
Tristona y hermosa
abre su bocadillo a desgana
y parte en dos los escalones
de la entrada, los desagües tendidos
hacia el barranco, el viejo cuidado.
Se enseña con el cansancio de un largo
trayecto, la frente contra el cristal.
Veo sus ojos entornados
y el hondo pecho
respira ante mí.
Y una mano alegre me empuja hacia ella,
hacia los escalones, hacia la calma
de la tarde, la calma abierta de la tarde.

Abres la puerta…

Abres la puerta
como si atrás quedara un accidente.
La calle está en orden. La bondad de las acacias
cae desde lo alto y deja las aceras sembradas.
Mujeres limpian pescado y ríen
enseñándose su presa.
—Mira, aún vive.
Vas donde ellas explican las mañanas,
el paso rápido, la conjura de los dientes,
gotas de leche en el embozo.
—Acércate, aún vive.
Una canción bucea el aire
desde la esquina que ocupa el muchacho
atento:
hielo liso
un paraíso
para el que bien sabe bailar.
Tintinean las monedas,
el peso tiñe el cuello de las camisas,
roce de rodillas, un paseo
hacia la noche.
Y en la esquina una estudiante sonríe
y el muchacho se pregunta si
pondrá los labios donde pide.

El agua ya encharca el suelo.
Un canturreo barre la calle.
Los helicópteros buscan un trozo de tierra
y niños los devuelven al aire, arriba, arriba.