Poesía de Chile
Poemas de Enrique Lihn
Enrique Lihn (Santiago, 3 de septiembre de 1929 – ibídem, 10 de julio de 1988) fue un escritor, crítico literario y dibujante chileno, mayormente conocido como poeta, pero que también escribió ensayos, cuentos, novelas, obras de teatro e historietas.
Regalo de sueño
El sueño te hace el regalo de una ciudad en la que nunca estarás
ese deseo hecho irrealidad
se levanta por una fracción de segundo, con minaretes, plazas y fuentes
mucho más preciso
que una lámina de……..
El genio del sueño es un omnipotente arquitecto
Nunca conocerá nadie la inmensidad de las ciudades que
levanta para un solo enfermo
quien no verá de por vida Constantinopla
Una pálida sombra ante el fasto de lo que lleva ese nombre en sueños
de por muerte.
Autocine
Se lee en la pantalla: sólo para ti
La función empezaría siempre que te duermes
Si no fuera porque, a veces, felizmente la pierdes
Vienes al cine solo
como lo estás en la pantalla
tus encuentros en ella con la primera actriz
aunque fatales no agregan
su nombre a la falacia del reparto:
tú mismo haces todos los papeles.
Igual, será la última vez que trabajemos juntos
La angustia que te despierta tiene un aire de falsedad
Desistes de anotar en tu cuaderno de sueños
esa cosa de nada que llenaría cien páginas
el análisis para qué
una interpretación de rutina
Buenas noches, Aquiles
Ahora sí que te dimos en el talón
La muerte de la que huyas
Correrá acompasadamente a tu lado
Buenas noches, Aquiles
Casi cruzo la barrera
Casi cruzo la barrera
del espejo para ver
lo que no se puede ver:
el mundo cómo sería
si la realidad copiara,
y no al revés, el espejo
llena, por fin, de su nada.
Contra los pensamientos negros
Pensamientos
no pensamientos negros
La relación paradigmática de éstos con la muerte es un recurso fácil
una mala metáfora
Los pensamientos no lloran
no se conduelen de sus objetos
tampoco deben ser pensados como auxiliares de la razón contra la locura
(Fourier no anunció sin razón las ciencias de la locura)
El desahuciado observa que, en la perspectiva de la muerte, las cosas
forzadas a ocupar un espacio limitado antes que a fluir en un
tiempo amorfo supuestamente ilimitado
se ordenan como en un cuadro de Mantegna
Nunca antes se había visto así, al centro del escenario
Como un santo con un león a sus pies
Nunca fui un santo ni domestiqué un león
lo importante es el centro del cuadro
como lo veo como lo ven
en el andén de la equidistancia
el de ser sin que esto sea un motivo de orgullo
(¿qué orgullo puede tener el que va a morir?)
el centro de un pequeño sistema planetario
al que, en honor a la claridad, le falta la cuarta dimensión
el tiempo que ciega en punto a la perspectiva.
Destiempo
Nuestro entusiasmo alentaba a estos días que corren
entre la multitud de la igualdad de los días.
Nuestra debilidad cifraba en ellos
nuestra última esperanza.
Pensábamos y el tiempo que no tendría precio
se nos iba pasando pobremente
y estos son, pues, los años venideros.
Todo lo íbamos a resolver ahora.
Teníamos la vida por delante.
Lo mejor era no precipitarse.
Estación terminal
Esta será ya lo veo tu última imagen:
nuestra despedida en el poema en la estación terminal.
No sé por dónde empezarla para que no se me escape nada,
y las gentes las cosas apelotonadas aquí tienen algo de
agobiadoramente comparable a los restos que se enfrían
frases enteras o adjetivos de una pequeña obra maestra
sobre la cual pesara, hasta perderla, esta impaciencia,
nuestro cansancio mi inarticulación la ferocidad del egoísmo
por el cual cuando me empiezan a doler los pies
prefiero la cama a cualquier otra cosa incluyendo
a la poesía que voy a decirlo todo esta noche eres tú,
y, entretanto, no insistas en que un gordinflón de cuarenta años
duerma apoyado en tu hombro, para retenerlo otro poco.
A la estación le sobran escenas como éstas,
la cara triste de la revolución
que me sonría por la tuya
con algo de una máscara de hojas de tabaco
pequeña obra maestra de la noche te improvisas
una moral una paciencia y hasta lo que llamas tu amor,
nada podría de todo eso
brotar en esta tierra caliente removida por los huracanes
sobre la que pasa y repasa este mundo con sus pies,
y se acumulan los restos a la espera de mis adjetivos,
obscenos bultos un mar de papeles, etc.,
algo, en fin, como para renunciar a este tipo de viajes.
Me parece llegar a la edad más ingrata,
me parece recordar el momento presente:
no eres tú la muchacha que conocí hace un año
ni te marchaste en circunstancias que prefiero olvidar.
Por el contrario, ¿no hicimos el amor?
Una y mil veces, se diría, y para el caso es lo mismo:
te reemplazaron hasta en eso como una sombra borrara a otra,
y tu virginidad: el colmo del absurdo
no te defiende ahora de parecer agotada.
En realidad recuerdo que nos despedimos aquí,
pero no puedo precisar, con este sueño, cómo ocurrió la despedida,
en qué sentido tus manos me revuelven el pelo
y yo arrastro tu equipaje una caja de latón
o me insinúas que te regale un pullover.
A los ojos de la gente que no distingo de mis ojos
sino para mirarles desde una especie de ultratumba
somos una pareja un poco desafiante
y acostumbrada a esto en su Estación Terminal
un blanco y una negra
contra la que, en cualquier momento, alguien arroja una
sonrisa estúpida
el comienzo de una pedrada
La cara triste de la revolución
y yo la tomo entre mis manos de egoísta consumado
Tanto como los párpados me pesan quienes se sientan en el suelo
a esperar una guagua hasta la hora del juicio
en que el viejo carcamal logra ponerse en movimiento
y los riegue lentamente por el interior de la República.
Tu última imagen quizá con tus yollitos en el pelo,
esta falta de sentimientos profundos en que me encuentro
parecida a la pobreza por la que en cambio tú
no sientes nada o bien una despreocupada afinidad,
la risa de juntar unos medios con tus alumnos,
el espejo que se guarda debajo de la almohada para soñar con quién se quiera
y tus visitas a la abandonada
que por penas de amor se llena de hijos.
Ya no estoy en edad de soportarme en este trance
ni los bolsillos vacíos ni la efusión sentimental son cosas de mi agrado,
hasta leyendo mis propios versos más o menos románticos bostezo
y se me dormiría la mano si tuviera que escribirlos.
Cuántos años aquí, pero, en fin, tú eres joven:
«de otro, serás de otro como antes de mis besos».
Yo prefiero al lirismo la observación exacta
el problema de lengua que me planteas y que no logro resolver te escribiré.
La Estación Terminal un libro abierto perezosamente en que las frases ondulan
como si mis ojos fueran un paraje de turistas desacostumbrados a estos inconvenientes,
nada que se parezca a una mancha gloriosa,
ya lo dije, de vez en cuando, una observación estúpida:
piedrecillas que se desprenden de este yacimiento humano,
incongruentes, con el saludo de Ho Chi Min
transmitido por los altoparlantes institutrices
de esas que no dejan en paz a los niños a ninguna hora de la noche,
y sin embargo, tú duermes con tranquilidad
capaz de todas las consignas, pero con una reserva al buen humor
quizá la clave de todo esto
un primer verso que pone al poema en movimiento como por obra de magia.
Market Place
Cirios inmensos para siempre encendidos,
surtidores de piedra, torres de esta ciudad
en la que, para siempre, estoy de paso
como la muerte misma: poeta y extranjero;
maravilloso barco de piedra en que atalayan
los reyes y las gárgolas mi oscura existencia.
Los viejos tejedores de Europa todos juntos
beben, cantan y bailan sólo para sí mismos.
La noche únicamente, no cambia de lugar,
en el barco lo saben los vigías nocturnos
de rostros mutilados. Ni aun la piedra escapa
-igual en todas partes- al paso de la noche.
Hotel Lucero
Finito todo y también estos brazos
que se me tienden en la semipenumbra
y un hilo -el de la voz- soplo que apenas brota
pero incisivamente de una fuente: la duda
El bello aparecer de este lucero
¿El del amanecer? ¿El de la tarde?
¿Abre el día o lo cierra?
Bajo la ducha una estrella se apaga
que, absurdamente, la comparte contigo
Las estrellas que viste nacer, a mediodía
estaban muertas desde hace cien años
sólo hiciste el amor con una luz
olfateaste «la ausente de todos los ramos».
Resuena un timbre en el Hotel Lucero
traga y escupe esta boca de sombra
para el caso es lo mismo: apariciones
y desapariciones instantáneas.
No sé en qué sentido hemos hablado de todo
¿Era la duda el tema que nos hizo vestirnos
justo en la hora convenida
salir de allí en distintas direcciones
y la que me detuvo
para ver, y fue inútil, si volvías la cara?
Nocturno
Eres la primera que te me paseas por aquí
en mucho tiempo a la redonda:
«Víveme, víveme, yo soy inagotable»,
con tu absurda existencia al desnudo:
«has visto tú qué linda soy dímelo chico»
pequeños senos duros rompeolas y el juego de las nalguitas:
«me canso en todo, menos en esto»
Y apruebo lo de mulata canela que te dicen, el relajo
ése de «óyeme, enfermona, tú,
que no somos de palo ni de hierros»
Vaya, como en cada uno de tus condenadas historias
jálate también aquí una conga del carajo.
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