Poesía de Uruguay
Poemas de Enrique Estrázulas
Enrique Estrázulas fue un uruguayo que supo conjugar la palabra con la vida. Nacido en Montevideo el 9 de enero de 1942, este escritor, poeta, periodista y diplomático transitó por la existencia con la sensibilidad de quien sabe leer tanto el alma humana como el pulso de los tiempos. Su obra, vasta y diversa, abarca seis libros de poesía, ocho novelas, cinco colecciones de relatos, ensayos y obras de teatro. Entre sus creaciones destaca Pepe Corvina, la novela con la que en 1974 marcó su debut como narrador, dejando una huella imborrable en la literatura uruguaya.
Desde joven, Estrázulas se entregó al periodismo, escribiendo para medios icónicos como Marcha, El Día, El País y el argentino La Opinión. Su talento con la pluma lo llevó también al mundo diplomático, donde fue agregado cultural en ciudades como Roma, París y Buenos Aires, y embajador en Cuba. Estos roles le permitieron tender puentes entre culturas, enriqueciendo tanto su obra como su mirada del mundo.
Fue un hombre de amistades profundas y significativas, rodeado de figuras como Juan Rulfo, Julio Cortázar, Juan Carlos Onetti, y especialmente Salvador Bécquer Puig y Alfredo Zitarrosa. Este último, uno de los más grandes músicos uruguayos, puso melodía a tres de sus poemas, y Estrázulas le dedicó el ensayo Alfredo Zitarrosa, cantar en uruguayo, un homenaje a la identidad y la resistencia cultural.
Estrázulas no solo se dedicó a contar historias; su obra fue un acto de diálogo constante con el mundo. Sus textos, traducidos al francés, inglés, alemán, griego y portugués, son una prueba de su resonancia universal. Montevideo lo vio partir el 7 de marzo de 2016, pero su legado permanece vivo, iluminando con su poesía, su narrativa y su espíritu la literatura latinoamericana. Su obra es, al mismo tiempo, un testimonio de su tiempo y un puente hacia lo eterno.
Alfredo Zitarrosa
Dame caligrafía o un hueco donde hablar
sólo algunas palabras para contar de ti
para hablar
y contar
para decir, que ahora exactamente
aquí en tu tierra buena se calman las alondras
y ha de olvidarte un pétalo
y un perro mansamente te recuerda subir
lamiéndose la herida quieta de tu escalón
Ya no tengo goteras
ni telarañas tengo
ya no vuelvo a soñar sobre las sepulturas
tengo un nudo de historias y vacilo
vacilo
asumo ya tu ausencia y resuelvo callar
Pero tu voz
ahí
girante sombra humana
espectro del amigo qua ha partido y está
tu voz, yo te decía y otra vez todavía
anda entre mis costillas, camina con mis pies
se parece a mi calle mordida por la edad
en que los troncos piensan en el viento
Y me ayuda me calla
me tira de la sombra
me busca rinconadas y nombres de mujer
me tiñe de esperanzas, me rompe la camisa
me desgarra la última pared
me repite mil veces lo que quiero que digas.
No te extrañes de nada
Alfredo Zitarrosa
mi memoria es un ánfora como una catedral:
sé que tu corazón no cabe en los parlantes
en los países sordos de alta fidelidad
no cabe tu piedad por una araña
ni tu clemencia por los que te matan.
Memorial de otoño
Y me acuerdo de ti
en el devaneo de esta calesita de insomnios
en la más rocosa región del pensamiento,
pero también me acuerdo,
de ti
tirado bajo crujientas arboledas
en donde miro triste caer la lenta flor
que no estuvo en tu pecho.
Cómo me acuerdo ahora
intensamente ahora
bullente y solo cómo
me acuerdo ahora de
ti de cómo eras.
Me acuerdo tanto que al pensar te soplo
aquel rumor dorado en tu cabeza
ese latir callado de tu boca
a punto de decir lo que no oigo.
Cómo quisiera oír tu corazón
ton encendido siempre entre tus piernas
bajo el halo a vendimia de tus pechos
allí dejaba de cantar mi boca
para beberse tus poemas
allí me hubiera muerto sin sentirlo
una noche cualquiera
como ahora
como esta noche que te ve caer
sobre los bosques que al crujir te ruegan
sobre este hombre con olor a ti
enamorado vaporoso y muerto.
Elegía a Susana Rinaldi
o carta amarillenta hallada en un cajón
-I-
Hoy el cielo me oxida la ciudad de hojalata
palmada, sin amigos
ni flores de llorar
en un boliche a vela se avinaron los versos
flotando en los pesebres de brebaje final.
Me imagino de golpe
que en la idéntica noche
estarás hilvanando con la mano al revés
el epitafio ardiente de tu araña de seda
encima de tu pelo de pillete, lo sé
te veo con el aire entre los dedos duros
hechizado silente y sin saber qué hacer, el aire
viejo preso pensará el pobre diablo
en alguna cometa ilusoria de sol.
Supongo que a esta hora derrumbarás un tango
abriendo los mil ojos de asombro y crecerá
con acordes paganos el milagro erizado
no habrá en la boca un sitio capaz de susurrar.
-II-
Fantasma de mil huesos blanqueando giratorio
sublimando palabras que vuelan siempre más
tanita
cuando besa tu vestido las tablas
veo una antigua osamenta desbarrancada ya
con una flor silvestre entre las cuencas, veo
la brisa y el bajío
un descampado así
donde emerge un esqueleto ya lleno de tus ojos
y vuelve, piel y luces tu dibujo total.
-III-
Muchas veces tumbado me acurruqué a esperarte
te busqué con las sombras del Teatro Barrault
crucé hasta Buenos Aires en crujientes vapores
y aquí, en Montevideo, ya perdido de mí
tu pirueta inasible me descorrió la vida
tu voz me dio en el pecho como un tajo de Dios.
Acodado te he visto bailar en la madera
y te bebí en los vasos suburbanos, te vi
crepuscular insomne delirando en los flecos
rojos de un barriotero candombe
siempre así tanita
están alando cada mirada al sitio
donde se nos parecen los modos de mirar.
Un croquis de tu ritmo me aventura caminos
me tuerce la desdicha
me escurre el corazón
me pierde entre arboledas marcadas a cuchillo
con el signo de muchas mujeres que no hallé.
-IV-
Así andamos, tanita
pisando bandoneones
descolando guitarras
escribiendo de pie
rebotizando trechos amados de la vida
por no llorar, por eso
por ir tirando
en fin
esta noche me alegro de que estés en mi mano
como la bailarina del organito. así
me quedaré contigo hasta la madrugada
hada de carro viejo
estatua de fondín
mascarón de trasnoche llamándome en la arena
amanecida hoguera
gracias por existir.
Ocasos y paciencias
“Pronto debo partir”, estoy pensando
en estos tres vocablos que me dicen
giratorias palabras. Mansamente
la cabeza inclinada ya pesa medio siglo
se agregan nuevos años y se agrega
la sensación del cuerpo que rebasa
la juventud, el otoñal paraje.
Pero en mi fuero íntimo algo canta
mejor que ayer. La mente está en combate
por comprender el tiempo inatajable
la inteligencia alerta me vigila
y reflexiona el cielo encima de mi calva
de mi terco habitante
que algo espera.
Ahora, por ejemplo
Lo extraño es palpitar. Y un día detenerse
lo extraño es palpitar al son de lo inasible
raro es tener edad, llevar atada
la soberbia, el reloj ferrugiento cansado
un maldecido horario y una cifra
para dormir y despertar
lo raro
es vivir ocultando la marcha hacia lo quieto
lo inmóvil o tal vez lo resurrecto
y aunque muerda el pavor de faltar un momento
más raro es palpitar
ahora, por ejemplo.
Eclipse
Ya cansado de libros esta noche
esta noche de eclipses y silencio
bebo un vaso amarillo
admiro la tiniebla.
Sopla el norte y acosan nubarrones
el viento pasa y mi habitante reza
sin creer en Dios; tan solo lo sospecha.
Murmura una oración y se levanta
está de pie. Me dice de repente:
“la vida no es espanto; es un eclipse”.
En la luna aparece la sombra de la tierra.
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