Poetas

Poesía de Panamá

Poemas de Elsie Alvarado de Ricord

Elsie Alvarado de Ricord fue una escritora, lingüista y académica panameña, nacida en David, Panamá, el 23 de marzo de 1928 y fallecida en la Ciudad de Panamá el 18 de mayo de 2005.

Se destacó por su obra poética, ensayística y crítica, así como por sus aportes al estudio de la lengua española. Fue ganadora del Premio Ricardo Miró en varias ocasiones, miembro y primera directora mujer de la Academia Panameña de la Lengua y miembro correspondiente de la Real Academia Española y otras academias de letras.

Obtuvo su título de profesora de español en la Universidad de Panamá y su doctorado en filología románica en la Universidad Central de Madrid. Fue una defensora del uso de palabras propias del español panameño, como “enantes”, y se opuso a la eliminación de las letras ch y ll del alfabeto español.

Entre sus obras se encuentran Holocausto de rosa, Entre materia y sueño, Pasajeros en tránsito, Es real y es de este mundo (poesía), La obra poética de Dámaso Alonso, El español de Panamá, Aproximación a la poesía de Ricardo Miró, Rubén Darío y su obra poética, Usos del español actual (ensayo).

Recibió la condecoración Rogelio Sinán en 2002 y la Orden Manuel Amador Guerrero en 2005.

Amor ausente

Siempre estás allá, como el mañana.
Procurando abreviar la espera mía,
amanezco mil veces cada día
y echo a volar el cielo en la ventana.

Para encender una esperanza vana,
para aromar de músicas la vía
y constelar la soledad vacía
le basta al hombre con su sed humana.

Sin embargo en las horas en que el mundo
muere de sombra, y el clamor suicida
golpea el corazón con mano fuerte,

gimen los peces en el mar profundo.
Amar ausente es orbitar la vida
desde las alas frías de la muerte.

Donde el amor dejó su sed escrita,
en ansia desplegó su dulce vuelo;
y para cada ascenso se abrió un cielo
de emoción espasmódica inaudita.

Cuando el adiós anocheció la cita
y el nunca más humedeció el pañuelo,
quemó lámparas lentas el desvelo
desde la soledad más infinita.

En la hojarasca gris del calendario
ardo, literalmente, en esta espera,
con un fulgor que es casi un fanatismo,

soñando que una vez tu itinerario
arribará a una pausa verdadera
en este amor que vive de sí mismo.

Poema V

Amigo, si mi alma nació para tu oído,
escúchala en el agua y en el trino.

Para que tú la palpes, mi mano recupera
la suavidad del humo, de la espuma y la niebla.

Si mi palabra brilla para que tú la leas,
temblará en el rocío, persistirá en la estrella.

Si la ternura mía brotó para tus labios,
la hallarás en el cáliz de las rosas de mayo.

Si he de vivir, amigo, para velar tu sueño,
echaré mis raíces a orillas de tu lecho.

La dulce evidencia

Se ramifica el frenesí en tus dedos
predispuestos al viaje apasionado
sobre las aguas, que en silencio esperan…
O tal vez, más efímero,
en impetuoso vuelo sin escalas,
tan lejos del dolor como de la esperanza,
porque en esta confluencia venturosa
besas hacia el adiós, sin recordarlo.

Recorres, vida adentro, las tangibles
regiones del espíritu, que oscila
-turbado péndulo- entre impulso y muerte.

Vertiginosamente
el mar gime y me arrastra,
girando en la ternura que derrama
tu amor, hecho evidencia.

La voz ausente

Porque me siento sola
mi corazón camina a la intemperie.
Lejos, lejos estás, como los astros,
y la leyenda que emprendimos,
eres una constelación en mi desvelo.

Recuerdo que una tarde
más hermosa que el cielo,
en un mundo imposible
fui novia entre tus brazos.

Estás en mi, tarde cautiva,
espejo
para mirar la faz de la alegría
al que dije un instante
como una reina ufana
en un cuento fugaz en que conté mi vida:

“Espejo del encanto,
respóndeme por Dios,
¿tiene alguien en el reino
más ventura que yo?”

Mientras la calle, ciega a nuestra música,
miraba el gesto sin oír el beso,
una rosa dorada sonreía en tus brazos:
la renovada gracia
con que asomaste el alma en mi camino.

Lejos estás, amor, como los astros,
y yo espero tu luz desde el silencio,
porque tal vez me digas
con los labios colmados por una dicha cierta,
que no somos el rostro que sonríe,
ni la mano que forja,
ni el cerebro que vela,
ni siquiera la voz,
que nos refleja en cauces de armonía.

Que en las zonas ocultas del corazón, apenas
somos, tal vez, ese anhelar secreto
con que el amor nos trunca o nos redime.

Lejos estás, amor, dame la mano,
dame la voz,
y dame
lo imposible.

Como manda la ley (Fragmento)

Al clausurar el sueño,
cuando cerré la carta
y volví a la rutina,
descolgué el corazón
para no recibir llamadas.

Me puse el rostro sereno,
eché al bolsillo las llaves,
los saludos y las gracias.

Con anteojos oscuros
me protegí contra la realidad quemante,
porque en el clima nuestro
hace daño mirar las cosas cara a cara;
produce irritación
y puede provocar lágrimas.

Estación de llegada

¿Dónde estás? ¿En qué climas amaneces
sin que te roce la ternura mía?
¿Llenas el calendario
sin reservar un cupo a la esperanza?
¿No germinó algún beso
entre los ascensores
por donde el alma sube hasta el deseo?

Aire imantado puebla las ciudades
que recorrimos juntos
hacia el adiós, que es siempre
la estación de llegada.

Tal vez he de morir sin reencontrarte.
Y mi palabra morirá conmigo.
Pero te he de esperar
hasta el último instante.

Destino filial

Creció mi corazón con tu presencia
al acunarte en maternal anhelo:
un ala de ilusión para mi cielo,
y una raíz de terrenal potencia.

Chispa de la entrañable confidencia,
con nuevo aliento para el propio vuelo.
Segura gracia contra todo duelo,
germen de sol para la inteligencia.

La vocación de luz de tu mirada
derrama el día en mis absortas manos,
rige el itinerario de mi estrella.

Un mensaje de néctares humanos
alimenta tu sangre, destinada
a redimir mi fugitiva huella.

Plenitud, XV

Te amo, amigo, sin límite, sin sombra;
con todas las potencias del espíritu
infinitamente.

Te amo con la sangre, con todos los sentidos,
con delgadez fluvial en la palabra,
con el cerebro pleno de tu luz sin dobleces.

Te amo con la voz eco de tus anhelos,
con la mano que se hace de seda a tu contacto.
Tu presencia absoluta, principio de mi vida,
evidencia con creces la realidad del mundo.

Eres, amigo mío,
todo lo que hay de positivo, de límite, de cierto.
Se nutren en tu ser el Amor, la Verdad y la Belleza.
Por ti la noche cuenta sus ansias siderales,
canta el mar su epopeya milenaria,
se desmaya de amor la blancura de un lirio…

Todo impulso vital te rinde su homenaje:
halaga tu pupila
el río, con su azul
logrado por la dulce armonía de las aguas y el cielo.
La aurora se engalana de rosas encendidas,
y los pájaros trinan para alcanzar tu oído.

Por ti mi corazón comulga con las flores.
Vivo por un anhelo de ti, que se prolonga
en todas direcciones: sol interior, sol pleno,
nacido de tu amor para tu amor sin tiempo.

Te amo, amigo, con todo lo que la vista alcanza,
con todo lo que sueña la mente enamorada,
con todo lo que integra mi total existencia.