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Edwin Arlington Robinson

Poemas:

Los clérigos

No creí que podría encontrarlos allí
Cuando retornara; pero estaban en ese lugar
Al igual que en los días en que soñaban con la sangre
Joven que tenían en los pómulos y en las mujeres
Que los consideraban hermosos.

Me recibieron con un aire de ancianos –
Y en verdad, existía en el viejo taller una hermandad
Alrededor de ellos, y los hombres eran tan buenos
Y tan humanos como siempre lo fueron.

Tú que has tratado tanto de ser sublime,
Y ustedes que se alimentan con el propio linaje,
¿A qué se reducen sus ilusiones y temores?
Poetas y reyes pasan, pero los clérigos del Tiempo
Siempre están hilando el mismo opaco paño del descontento
Abrazando el mismo triste encaje de los años.

La casa en la montaña

Todos han partido
La casa está clausurada
No hay ya nada más que decir.

A través de las paredes partidas y las tejas
El viento sopla helado y penetrante;
Todos se ha alejado.

No hay allí un solo día
Para hablarles si están bien o enfermos;
Ya no hay nada más que decir.

¿Por qué entonces andamos perdidos
Alrededor de ese dintel hundido?
Todos se han alejado.

Y nuestro pobre drama-imaginativo
Para ellos es arte gastado:
No hay nada más que decir.

El jardín

Hay un jardín sin cerca muy crecido
Con semillas y flores y todo tipo de hojas;
Y una vez, entre las rosas y las poleas acanaladas,
El jardinero y yo estuvimos solos.
El me guió hasta la figura donde yo había lanzado
El hinojo de mis días en tierra infértil,
Y en la anarquía de malas hierbas afligidas encontré
El fruto de una vida que era mi propia existencia.

Mi vida! Ah, sí, ahí estaba mi vida, sin duda!
Y ahí estaban todas las vidas de la humanidad;
Y era como un libro que podía leer,
Con cada hoja, milagrosamente suscrita,
Volteándose a sí misma de la semilla eterna del pensamiento,
Arraigada por el amor en el jardín de la mente de Dios.

Queridos Amigos

Queridos amigos, no me reprochéis lo que hago,
Ni me aconsejéis, ni me compadezcáis; ni me digáis
Que estoy desperdiciando la mitad de mi vida
Por un trabajo errático que sólo los tontos persiguen.
Y si mis burbujas son muy pequeñas para vosotros,
Alentar vuestras propias esferas mayores: los juegos en que participamos
Para satisfacer los fragmentados minutos del día,
Los buenos objetivos son los que se leen a través del espíritu.

Y aquellos que lo perciban se dotarán de una habilidad astuta;
Y una cierta y despreciable renuncia escasamente fértil,
Alabar exactamente aquello que deploran,
Así que, amigos (queridos amigos), recordad, si podéis,
La vergüenza que gané por cantar es inseparablemente mía,
El oro que perdí por soñar es todo vuestro.

Demasiado café

Juntas en infinita sombra
Desafían la invencible aurora,
La Medida que nunca se hizo,
La Línea que nunca se trazó.

Richard Cory

Siempre que Richard Cory bajaba a la ciudad
nosotros lo mirábamos pasar desde la acera:
él era un caballero de pies a coronilla,
gustoso de lo limpio y regiamente enjuto.

Y él estaba siempre compuesto con sosiego,
y era siempre humano cuando hablaba;
mas agitaba pulsos al decir los buenos días
y resplandecía cuando andaba.

Y sí que era rico, más rico que los reyes,
y admirablemente triunfaba en cada gracia.
En fin, nosotros nos creímos que era todo
para soñar que estábamos viviendo en su lugar.

Seguimos trabajando y esperando alguna luz,
vivíamos sin carne y maldecíamos el pan,
y en una calma noche de verano, Richard Cory
fue a casa y se metió un balazo en la cabeza.

Biografía:

Edwin Arlington Robinson, un destacado poeta estadounidense nacido el 22 de diciembre de 1869 en el Condado de Lincoln, Maine, dejó una huella indeleble en la literatura de su país. A lo largo de su carrera, este prolífico escritor ganó tres premios Pulitzer, consolidando su lugar como una figura literaria esencial del siglo XX.

Robinson creció en Gardiner, Maine, donde experimentó una infancia difícil que influyó en gran medida en su obra poética. Sus poemas y relatos a menudo exploraban temas como el “sueño americano perdido” y las luchas de la vida cotidiana. La relación con su familia también dejó una marca profunda en su obra, especialmente su hermano mayor, Dean Robinson, quien luchó contra la adicción al láudano, y su hermano del medio, Herman, quien se casó con la mujer de la que Edwin estaba enamorado.

La educación de Robinson fue fundamental para su desarrollo como escritor. A los 21 años, ingresó en la Universidad de Harvard, donde estudió inglés, francés, Shakespeare y anglosajón. Durante su tiempo en Harvard, logró su objetivo de ser publicado en la revista literaria de la universidad, The Harvard Advocate. Sin embargo, su segundo año se vio ensombrecido por la muerte de su padre, lo que lo llevó de regreso a Gardiner para asumir la responsabilidad de sostener a su familia.

A pesar de los desafíos, Robinson regresó a la escritura con determinación en 1893. Su primera publicación fue un poema en “The Torrent and the Night Before,” un libro que financió personalmente. Tristemente, antes de que los ejemplares llegaran, su madre falleció de difteria.

A lo largo de su carrera, Robinson publicó obras notables como “Children of the Night” y ganó reconocimiento literario gracias al apoyo de figuras influyentes como Kermit Roosevelt, hijo del presidente Theodore Roosevelt. Robinson trabajó en la Oficina de Aduanas de Nueva York gracias a la intervención de Roosevelt.

Su éxito literario alcanzó su punto máximo en la década de 1920, cuando ganó tres premios Pulitzer. Su poesía, a menudo comparada con la de Thomas Hardy y Robert Frost, exploró temas universales como la soledad y la desilusión.

A pesar de su éxito, Robinson nunca se casó y murió de cáncer el 6 de abril de 1935 en el Hospital de Nueva York. Su legado literario perdura, y su relación con la artista Elizabeth Sparhawk-Jones agrega una capa adicional de profundidad a su historia. Sparhawk-Jones creó varias pinturas en su memoria, subrayando la influencia perdurable de Edwin Arlington Robinson en la literatura y el arte estadounidenses. Robinson, con su poesía introspectiva y evocadora, sigue siendo una voz relevante en la rica tradición de la poesía estadounidense.

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