Poemas:
Quiero
Quiero un amor alegre
de pollera escocesa, cabello despeinado.
Un amor para amar, cuerpo con cuerpo,
y que las veinticuatro horas
nos resulten escasas.
Quiero un amor completo
capaz de leer conmigo a Shakespeare
y cocinar después buenos fideos.
Un amor animal y sentimiento
que conozca el idioma de la piel,
acepte besarme a la intemperie.
Quiero un amor reir para saldar la deuda
que me cuesta la vida en estos tiempos.
Un amor o jardin
donde plantar lo mío.
No quiero contagiarlo de tristeza
ni visitarlo con pena en la terapia.
Quiero un amor que dure
tan solo lo que sea necesario.
LA LOCA
Me decían sentate al lado de la loca
y dale cuerda.
La loca, a todas horas
destrozada,
y después —si existe algún después
bajo las ruedas—
dibujaba muñecos en el vidrio,
cantaba letras sucias,
daba pena,
Me decían recitale a la loca
tus poemas.
La loca consumía
el café más amargo con leche
y apagado,
se sonaba los huesos
traqueteados en camas informes
o en baldíos,
se daba una medida de esperanza.
Sentada en un rincón,
lucía las bananas podridas del sombrero,
un perfume bien rancio, recocido,
su careta de humo,
su cuello pergamino.
Me decían conversá con la loca
de la vida en orsai,
de su hijo roto.
La loca masticaba estampitas lentamente
preguntando si el sol
seguía afuera
o lo habían llevado, en bandeja,
hasta su cuarto.
Me decían con guiños, por lo bajo,
explicale a la loca que está muerta.
EL RESCATE
(Algunas vidas, ciertos amores)
Quiero que arrojes ese cansancio
y vuelvas al mar, o por lo menos, a las costas.
Allí te regalaremos el sol que perdiste
largas noches desbocada
entre canciones sucias, amores baratos.
Quiero que seas nuevamente madera
como en los tiempos apenas calculables
de nuestros primeros encuentros:
tus vestidos color de carcajada, tu pelo
taciturno, tus manías, los paseos
al centro del placer y del olvido.
Quiero llevarte en mi cabeza viajera
los pocos años sólidos que restan.
A mi manera tendrás buenos paisajes,
el jardín necesita ternura
yo necesito, bajo mi cuerpo, tu jardín.
Vamos,prepara las valijas,una sonrisa
y un abrigo de lana para asomarnos, por las noches,
al cielo fragante de nuestro mismo pueblo
que pasa, mansamente, sin mirar hacia atrás
SEVACABAR
I
Todas las noticias dan equivocado.
Y bueno… será cuestión de asomarse
al paisaje burlón donde ella siempre estuvo;
preguntar al sauce a la avispa al pasajero solitario.
Nadie la ha visto últimamente, sus huellas
se ablandaron en el barro, pedazos de su sombra
flotan hacia el atardecer, deshilachados.
Usted la conoció, tuvo su identidad entre los dedos
revolvió su cartera la vació sobre el pasto.
¿No recuerda sus gestos personales su cicatriz
de un parto que vino complicado?
¿No recuerda sus gritos de inocencia
la voz que se fue despacito haciendo grieta
y la pared del fondo rayada por sus manos?
Tal vez sea mejor que no recuerde nada,
usted se limitó al servicio a cumplir órdenes.
Juegue nomás con sus hijitos y cuénteles la historia
de los malos que quisieron pintarrajear el orden
con crayones violentos con lápices extraños.
Cuénteles que papá les dio su merecido
ráfagas eléctricas, bisturíes mellados,
calabozos sin aire y un gran tacho de mierda.
Papá es buen argentino y buen soldado.
Gracias a él crecerán libres democráticos
y mascarán interminables chiclets norteamericanos.
Crecerán sobre tierra sembrada de cadáveres
en un jardín blindado y subterráneo
donde yace una flor que brotó de sus últimos ojos,
ésos que lo persiguen, de noche, sin descanso.
II
Han venido en defensa de la propiedad privada.
Destruyen la puerta a puntapiés
rompen los vidrios y ventanas violan
todas las cerraduras cajones alacenas
horadan las paredes acuchillan la cama.
Uno se guarda un cenicero otro desliza
suavemente un reloj pulsera a su bolsillo
los más apresurados buscan plata.
Alguien señala un crucifijo
que presencia la escena amedrentado,
lo bajan lo sopesan discuten si se trata
de puro bronce o tiene por encima
un baño de oro ¿a cómo se cotiza hoy en plaza?
Han venido en defensa pero atacan
las letras agolpadas por tantos anaqueles
el mensaje cifrado sobre una hoja blanca
ese dibujo niño en el vidrio empañado
que les saca la lengua medio palmo.
Estos hombres trabajan destruyendo
son la cuadrilla de demolición uniformada
putean en vez de conversar gruñen sonrientes
olfatean rincones y se orinan.
Han venido en defensa de la paz
con cachiporras metralletas granadas
trepanadoras máquinas de excavar morteros
un tanque en cada esquina.
Han venido pero no había nadie
y tienen que robar sólo robar,
queda para otra vez la fiesta de la sangre.
III
Cuando oyó la primera sirena se apartó
un poco del alféizar y cerró las persianas.
Era una lástima renunciar a esa luna
tenue y meliflua, ingenuamente pálida,
pero los gases tóxicos enturbiaban
tanta dulzura y al parecer la noche ardía ya
por los cuatro costados.
A los primeros tiros dio un paso atrás
y entornó la puerta –casi recién pintada–
de su habitación interior.
En las tinieblas se oía el crepitar
lujurioso de la violencia desnuda, desatada.
Ahora forzaban una entrada gritos roncos
puteadas subrepticias órdenes silbatos
estallaban quién sabe desde dónde desde cuántos.
Empujado por los primeros sollozos ahogados
se metió en el baño, echó la doble llave,
se acurrucó en un rincón los brazos
sobre la cabeza los ojos hacia adentro.
Tras una breve pausa en que creyó –lo principal
es la fe, Dios te sonríe– haberse aislado
sintió un liquido espeso que goteaba
justo encima justo arriba justo no soy
se dijo en un susurro, casi tartamudo.
Entonces se encendió la luz potente luz de la crueldad
y al suave al apartado al buen muchacho
al nunca te metás en esas cosas al hijo de mamá
al siga siempre así felicitado
también lo desaparecieron brutalmente.
La loca poesia
Mis mejores amigos amantes consejeros
parecen enojarse si les digo
que he puesto de cabeza con rabia ciegamente
la buena poesía en una bolsa
la he tirado también por el balcón, a pedacitos,
le he dado franco el jueves, Plaza Italia,
pegada contra el vidrio empanado de mi vida
la he puesto a secar a sonreir
para que todos los chicos mayores y alguien más
se crean firmemente que triunfamos.
Allí se quedara desnuda, a la intemperie,
y pasará las horas como una perra de agua entre sedientos
o morderá mendrugos sin dientes de la noche
mientras llora por mí, con sentimiento.
Pensar que me quería seducir con sus pechitos,
con su panza de novia analfabeta.
Adiós, la sisebuta palabrera,
esa hipocrita vieja que suena obscenidades.
Nadie te extrañará moriremos igual será lo mismo.
No sufran, sin embargo, mis amigos,
ella no muere toda, renacen del silencio sus manías,
se cuela por el odio, el vicio, las ausencias,
se mete por el hueco que abrieron los amores,
por los resortes flojos de la vida en común.
Biografía:
Eduardo Ángel Romano (Avellaneda, 8 de junio de 1938) es un escritor argentino, poeta, crítico literario, periodista y profesor consulto de la Universidad de Buenos Aires.