Poemas:
La flecha inmóvil
Desde estas alturas de mi vida,
con terror explicable,
cargado de memorias marchitas,
imágenes de amigos muertos,
asuntos que se han ido olvidando pero que siguen ahí,
pudriéndose en alguna parte adentro
Lleno de ecos,
de añoranzas de noches gloriosas,
y de ruidos de pequeñas hazañas
y de canciones recordadas a medias, en harapos,
me parece escuchar detrás de mí,
los grillos de los caminos que debí seguir,
el trajín del camino que no tomé,
el rumor de otros ocios,
el estruendo de otros oficios afamados,
y el alboroto de las flautas
de unas fiestas de las que estuve ausente
Podría ver, delante de mí, si me volviera, ahora,
lejos y extraño, aquel que rehusé ser hace tiempos,
de quien me separaron el azar, o la desconfianza,
si volviera ahora el rostro de ahora
Si diera la vuelta, vería la otra cara de mi vida,
las sendas que dejé vírgenes, las vías de otros sueños
y de otros propósitos: pero no puedo demorarme,
ni siquiera para contemplar
el fulgor apagado de aquellas cosas a las que renuncié
por necesidad, capricho o desdén, o por simple descuido
Es demasiado tarde
Queda poco tiempo para la nostalgia
Para esos lujos masoquistas
Para esos vanos ejercicios del corazón
A tientas, en estas costumbres que hice mías,
que ya son como mis vestidos y son como mis máscaras,
bajo el cielo incógnito como una burla,
en estas cumbres yermas,
sin una estrella o una flor en el horizonte
en descomposición,
podría ver, si me volviera, allá, donde jamás iré,
otros interiores, otras penumbras,
otros jardines de perfumes igual de rutinarios,
y otras fuentes soporíferas,
y el resplandor a medio fuego de las otras vidas
que me negué a vivir,
las de mis yoes no gozados
Oigo en mí el ladrido cariñoso de sus perros guardianes
Los gorgoritos burlones de sus loros en las estacas
Podría ver, si así quisiera, solo tendría que volverme,
los campanarios de otra risa
los adoratorios de otros dioses distintos de los míos
y unas tabernas y el trepidar de una industrias de males
y de bienes,
y otras calles ardientes que jamás pisaré
y los hijos robustos que no tuve
o que me arrancaron con embrujos
o me fueron dejando solo
o que yo abandoné por fastidio
Detrás de mí presiento ahora la presencia activa de los caminos
que dejé de lado en una intersección sin referencia, otra
plenitud del ser que no es la mía, que jamás será mía, pero que
me pertenece de un modo oblicuo y misterioso
Pero los arrepentimientos son una pérdida de tiempo,
a estas alturas,
en el desorden de esta otra forma del mundo que elegí
o adonde mi destino me trajo
No nos queda más remedio, querida sombra,
que seguir andando, por estos atajos de perdidos,
detrás de una verdad oscura e improbable del mundo
Regresar sería fatal para los dos
Sin nada confiable, más que las alegres tinieblas
y este impalpable no saber,
insaboro e impuro,
que se ha convertido en nuestro tesoro
Olvidemos lo otro, los afectos renunciados,
las certezas abolidas,
as satisfacciones intocadas que no tuvieron apariencia para
nosotros
Y sigamos andando mientras anochece
Tal vez al final del extravío alguien aún espera
Cucarachas en la cabeza
En el radio reloj japonés sobre la mesa de noche
han establecido algunas cucarachas enanas una colonia
Herméticas y discretas a su manera
-cuando quiero sorprenderlas o contemplarlas
escapan hábilmente como ladronas al parlante de cartón
-su cautela supera su mutismo
-y misteriosas hasta cierto punto
-sólo dejan los huecos sonoros
cuando decido olvidarlas
Mientras duermo calibran mis fantasmas
interpretan mis pesadillas según la norma freudiana
Y cuando leo miran por sobre el hombro lo que leo
con un insoportable talante crítico
Estas espías dotadas de hipersensibles antenas inquietas
con curiosidad científica me interpelan
Se fuman mis cigarrillos
Sestean en mis manzanas como si hubieran
encontrado el paraíso
Muerden mis chocolates
Beben mi café
Circulan por mis biscochos
Y calman la hartura con mi antiácido predilecto
Parecen tan interesadas en conocer
el sabor de todo lo que como
(ensayan mi agua)
En probar la textura y la realidad
lo que pienso y su peso probable
En verificar la naturaleza esencial
y el color aparente de mis más íntimos
y hondos y queridos propósitos
A la hora del noticieroesta banda de cucarachas
esconde bajo mis narices un banquero norteamericano
o planea la toma relámpago de la emisora cultural
para divulgar un manifiesto libertario
En el concierto de la mañana se mezclan
en los remolinos del piano
con las semifusas como ellas llenas de patas
Pellizcan a destiempo los clavicordios
Al medio día son aplastadas sin misericordia
por el loco de los timbales
para redivivas regresar más activas y ansiosas por la noche
a graznar en los fagotes de los quintetos a copular desvergonzadas
en el interior del cuarteto en la viola
Castas en el clarinete nebuloso de Mendelssohn
mariposean en el aire de la clara Primavera de Vivaldi
Corderos descarriados triscan en la humedad iluminada de
lejanías de la flauta del pastor legendario cuando viene El Sordo
-pero no bobo- con su Pastoral a la casa
Y la sombra hueca del oro falso del oboe
cuando tiene su turno Tomasso Albinoni acarician
Se peinan o bien toman el sol en las celestas del desdichado
Bela Bartok En los espejos consecutivos de Arnold Schöenberg
meditan y meditan y nadan y nadan y bailan en el Salón
Méjico de Aaron Coplan
como turistas gringas con hipos de tequila
Estas cucarachas melómanas se aquerencian en los amores
de Chopin
Se separan con tormentas demenciales de Schumann
Exhiben sus quejas eróticas con grandilocuencias de Brahms
Arden en el teatral arrebato de Paganini
Pero asimilan tan mal como yo la melancólica
o patética música de Tchaikovski
Y suponen que todo tiempo pasado fue más soportable o
mejor
cuando suenan Purcell Couperin Cabezón
las canciones de etiqueta de corte
O las ingenuas baladas inglesas que desgastaron romeos
en las ruidosas tabernas y en los altos balcones
Dotadas de unas temibles máscaras de horribles rictus africanos
hediondas de cola parecen ponerse frenéticas
con Charles Mingus
Adoran el lirismo del sombrero catatónico de Thelonius
Monk Entonan gospels de manumisos con la gorda Mahalia
Jackson
y con Paul Robeson Adquieren un inconfundible cariz marihuano
con la poesía amorfinada de los Rolling Stones Patalean y
se despelucan con fragantes ternuras de Janis Joplin -cultivadas
con punzantes fervores de heroínasY disfrutan de lo lindo
con las guarachas precastristas del año 50
Y con la nostalgia de los calipsos de la turística Jamaica
Y con el huracán caribeño del merengue dominicano
Y con el mapalé salvaje que bailaba mi amiga Sadit Restrepo
-que en paz descanse
Ponen aires compungidos de compadritos
con los aires mefíticos de Buenos Aires
Y desdeñan el limbo batido de don Julio Iglesias
(Ellas saben lo que hacen)
Pero por la cerrada unción que destilan -inciensos y óleos y
áloes- durante el Pange Lingua y el conmovedor Stabat Mater
en la campanuda programación gregoriana del domingo podríamos
inferir que jamás fueron paganas sus almas que tocadas
de tocas son las últimas carmelitas descalzas las más humildes
entre las más humildes discípulas de la Loca de Avila sobrevivientes
a fuerza de oración en el basural impío de la fantástica
y miserable era atómica
-las que rezan por los payasos chilenos
y los cantantes mejicanos
(deben conocer la letra completa
de la cucaracha ya no puede caminar)
sublimados sus amores por el sin igual Jorge Negrete y por
don Pedro Vargas de voz de nardo en este templo de plástico
transistorizado
Pero quizás son sordas
Sordas como las celestes nubes
y las terrestres tapias y las arbóreas hojas
Y solo les importa saber la hora solitaria de cada hora
Las intrigan los problemas del concepto de Tiempo
A lo mejor son horas vivas estas pequeñas bestias sepias
que se pasean por la mesa y escapan al menor parpadeo
Mientras una trabaja en suceder las otras 23 descansan
Y juzgan mi pasado hecho a pedazos como un Todo
Retozan con cinismo entre mis cosas fragmentarias
sin unidad aparente
Admiran el turbio espectáculo de mis acciones mundanas
como si mucho les importara
Se burlan Ironizan Filosóficas
Con áridos argumentos de Bergson
Y con reticencias proustianas y retruécanos
de Martín Heidegger
Roen mi rostro en mi sopor profundo
Soy este gesto ausente que forman como más les conviene
y arrugan a su gusto
Con las malas artes de su contabilidad estas experimentadas
auditoras
hacen de mi vida dos masas acuosas de sumas iguales
Me descuentan con alevosía minutos
Me suman pérdidas con ventaja
Amasan mi alma Y mi crimen perpetran
O para preservar su integridad
son ellas mismas las muy zorras brujas
las mismas que me inculcan por telepatía
estos piadosos pensamientos éticos ecológicos
estos suspiros arrepentidos
este amor franciscano por todo lo existente esta generosidad
indiscriminada que me paraliza como a un hindú cada vez que
pienso en el bendito tarro de insecticida
Y si fueran y si fueran
policías japoneses camuflados de cucarachas para una indeterminada
misión súper secreta estos enigmas en el Sanyo de Troya
O por qué hurgan mis papeles con seriedad dubitativa
y constatan mi identidad hechizada
y hacen el censo de mis señas particulares
y me comparan con mis retratos
y se meten en mis bolsillos
y husmean mi huella de barro mortal con lupas
despistadas
y registran mis llamadas telefónicas
y fotocopian mi correspondencia
Tienen gestos ciertos de abrigar sospechas
acerca del asunto de mi sobresaltado asunto
O por qué rondan por el laberinto
de mis impredecibles intenciones
y proyectos para mí mismo inescrutables
con el celo abusivo de los sabuesos
Y si fueran japoneses
pero no policías en propiedad sino santos zen
en su satori sin koan
y sin búdicos párpados desapegados bajo el árbol sagrado
fregando el milagro imperfecto del loto vacío
en el estanque de un jardín de rocas
que no se cansan de impugnar
Estetas de minucias del rito del te
boddisatvas locos discípulos adelantados del doctor Suzuki
peregrinas en sandalias por un dharma zurdo
o por un mahayana reducido a hinayana
por sucesivas amputaciones
como prescriben las técnicas del arte del bonsái
arqueros
cuyos blancos
son los deseos exuberantes del corazón (verdes -y cojo)
desertados del espejo -artífices de horizontes simulados
con pinceles calvos kamikazes de tablas coloridas
de surf mutantes
de las radiaciones perversas de Hiroshima y Nagasaki
Y si entre todas formaran un kaikú que quiere revelárseme
pero me cierra mi prosaica torpeza
de lector infatigable de novelas enormes
alemanas y rusas
Pueden ser
quién lo sabe
mendigos de un novelón romántico que leí
la semana pasada
recién caídos poseedoras de lujosos andrajos
con la opulencia del estilo de Víctor Hugo
O Nada
O quizás
son ingenieros
especializados en dispositivos microeléctricos
Expertos en pastillas de silicio
Diminiturizados genios lelos en superficies azules
de circuitos lógicos
integrados de alta velocidad cuyos reinos de cobre recubiertos de estaño tienen límites de terminales de oro -maestros en
informática y microcomputadores
Me gustaría -si es así- preguntarles ahora
por sus variables binarias
Si dulces les son los pulsos de tensión en las puertas lógicas
Si sus nanosegundos pueden ser iguales a la razón
o razón de absurdo
O divisibles todavía
Pero estas adictas al dióxido de silicio
deben estar borrachas de sistemas
alucinadas de nitruros de polímeros fotosensibles
de biones de boro alborotado
de átomos libres de flúor que vienen descargados
de moléculas de freón
y reaccionan al silicio policristalizado
para un patrón más preciso que el método
de grabado húmedo
Ebrias deben saber
que la santidad es imposible y que no es bueno el silicio
de una pureza absoluta
Que el fabricante del circuito debe llevar
el silicio que compra
hasta un nivel de pureza del 99,9999999
porque en la atmósfera pura del gas inerte
debe admitir
impurezas deseadas mientras se funde
O simplemente Estas manipuladoras de microcircuitos en
sus cárceles circuitadas indiferentes a la música la ciencia la
técnica la informática y la información a la política la mística
la mecánica y a Basho y al Tiempo y a todo aquello que nos
incumbe
no saben siquiera que Einstein no pudo asistir a Como
para ser el perro del Lama en el Tíbet
y no plomero en Washington
como se dice que quiso
Dios no juega a los dados
Aceptaré entonces y más me vale
con humildad más que conveniente
y con cautela más que razonable
contra el escepticismo generalizado que me infunden
e irradian en mi entorno –serenidad y aturdimientocontra
esta perplejidad contra la pavorosa confusión que me contagian
que esta manada de ortópteros que me circundan y me miran
que esta tropa oscura de cucarachas
que vigila la mesa y el radio y las manzanas
no es otra cosa
nada más nada menos
que una tropa silenciosa y oscura
de cucarachas
O tal vez son las ilusiones compensatorias
de mis desilusiones
Desórdenes salvajes de la imaginación
o de la paranoia galopante
Delirios de la fiebre de un tifo mal curado
O efectos secundarios de adulterada cocaína
A lo mejor no hay cucarachas aquí
Ni una sola cucaracha
Y no son más que cucarachas en mí lastimada cabeza
estas siluetas fugaces como los ángeles que
a veces creo percibir
en el nochero
y que me sueñan para ser en los retorcimientos
de mis sueños
y me dictan poemas para divertirse a mi costa
Combatiente
Yo hice mi guerra.
Yo hice mi guerra contra el volcán
mi guerra contra el mar
contra el invierno
contra la necesidad
contra el utensilio.
Yo hice mi guerra huyendo
mi guerra enfrentando
desesperando
mi guerra en el Ártico
en el Antártico
en la China.
Yo hice mi guerra en la Sierra Maestra
en la Sierra Nevada
en la Sierra Madre
en la explanada
hice mi guerra de cien años
de mil días
mi guerra relámpago
mi guerra de un millón de muertos
de dos millones de muertos
de tres millones.
Yo hice mi guerra con mis zapatos
con mis garras
con mis escobas
hice mi guerra de verdad
mi guerra con odio
hice mi guerra en España
mi guerra contra el zar
mi guerra azarosa
ahumada
descarnada
mi genocidio.
Yo hice mi guerra con mi bigote
con mi caballo
con amor
con ametralladora
al amanecer
contra los judíos
hice mi guerra contra los infieles
contra los invasores
contra los brujos
contra los negros
contra los indios.
Yo hice mi guerra en mi ventana
en el automóvil
en la cantina
en el campo
mañana
por la mañana
hice mi guerra en el Bajo Cauca
y en el río Cauca
y en Arauca
hice mi guerra como fusilero
como panadero
como estafeta y
marino
Yo hice mi guerra en los establos
contra las moscas
contra los comunistas
contra los imperialistas
contra los cristianos
hice mi guerra por desconfianza
por amargura
por pobreza
por terror
la hice porque no tenía
más que hacer
porque no me daban trabajo
porque me pagaban mal mi trabajo
porque pasaba hambre
la hice porque no comía
hasta indigestarme
la hice por despistarme
por herirme
por eliminarme
porque sí y no
por defenderme
la hice porque no me la dejaban
hacer.
yo hice mi guerra
hice mi guerra
mi guerra
guerra
pero no todas eran inútiles
y no todas las había de perder.
Yo hice mil guerras.
El fin del mundo
Hoy soy feliz:
el sol se está apagando sobre el mundo.
Todo va a terminar.
La muerte es amarilla sobre el río.
El universo será un puñado de sal para el mar.
La luz se transformará en jabón para la cara.
Los automóviles dormirán en las esquinas
y esperarán convertirse en garzas.
Yo,
esperaré la invasión de las garzas
que vendrán a fabricar sus nidos
en el corazón de los semáforos.
La ciudad de cemento será una caja de cartón,
Sola y empolvada
inmóvil
terminando en todas las calles.
Adquiriendo la hediondez que se acumula en mis
Bolsillos.
Pero yo soy feliz
irremediablemente,
mientras la luz es vieja.
Biografía:
Eduardo Escobar, nacido el 20 de diciembre de 1943 en Envigado, Colombia, fue un destacado escritor y poeta que desde temprana edad se sintió atraído por la literatura y la poesía, lo cual lo llevó a abandonar sus estudios formales y adentrarse en el movimiento nadaísta. El nadaísmo, surgido en Colombia en 1958, representaba una forma de rebeldía y ruptura con las normas establecidas, la religión, la moral y el arte convencional. Escobar fue uno de los cofundadores de este movimiento, junto a Gonzalo Arango, Amílcar Osorio, Alberto Escobar Ángel, Humberto Navarro Lince y Darío Lemos.
A lo largo de su carrera, Escobar publicó numerosos libros de poesía y prosa que se destacan por su estilo irónico, crítico, lúdico y provocador. Algunos de sus títulos más reconocidos son “Invención de la uva” (1966), “Del embrión a la embriaguez” (1969), “Cuac” (1970), “Confesión mínima” (1975), “Correspondencia violada” (1980), “Nadaísmo crónico y demás epidemias” (1991), “Ensayos e intentos” (2001), “Prosa incompleta” (2003), “Poemas ilustrados” (2007), “Cuando nada concuerda” (2013), “Cabos sueltos” (2017) e “Insistencia en el error” (2020), entre otros. Sus obras han sido incluidas en diversas antologías de poesía colombiana y han sido traducidas al inglés y al alemán.
Además de su labor literaria, Escobar se destacó como periodista y columnista de opinión. Colaboró con varios periódicos y revistas colombianos, como El Tiempo, El Colombiano, Universo Centro, El País, SoHo, Credencial, Cromos, Universidad de Antioquia y Aleph. En el año 2000, recibió el Premio Nacional de Periodismo Simón Bolívar por su destacada columna “Contravía”. A través de sus textos periodísticos, abordó temas de actualidad, cultura, política y sociedad con una mirada aguda y original.
Eduardo Escobar se consagra como uno de los escritores más representativos del movimiento nadaísta y de la literatura contemporánea en Colombia. Su obra refleja un espíritu inconformista, creativo y transgresor que ha dejado una huella significativa en el panorama literario del país.