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David Lehman

Poesía. Trust "Tru" Katsande on Unsplash

Trust "Tru" Katsande on Unsplash

Poemas:

Cuando una mujer ama a un hombre

Cuando ella dice margarita quiere decir daiquiri.
Cuando dice quijotesco quiere decir mercurial.
Y cuando dice, “Nunca más te dirigiré la palabra,”
Quiere decir, “Rodéame por atrás con tus brazos
mientras sigo desconsolada junto a la ventana.”

Se supone que él lo sabe

Cuando un hombre ama a una mujer, está en Nueva York
y ella en Virginia
o en Boston, escribiendo, y ella en Nueva York, leyendo,
o ella lleva un suéter y gafas de sol en el parque Balboa y él
está recogiendo hojas con el rastrillo en Ítaca
o conduce hacia East Hampton mientras ella sigue desconsolada
en la ventana oteando la bahía
donde se está celebrando una regata de velas multicolores
mientras él está atrapado por el tráfico en el exprés de Long Island.

Cuando una mujer ama a un hombre son la una y diez de la mañana,
está dormida, él sigue el marcador de rugby, come galletas saladas y bebe limonada
y dos horas después despierta del todo y vuelve tambaleándose a la cama
donde ella continúa dormida y muy calentita.

Cuando ella dice mañana, quiere decir hasta dentro de tres o cuatro semanas.
Cuando ella dice, ” Ahora hablemos de mí,”
él deja de hablar. Su mejor amigo la visita y ella pregunta,
“¿Ha muerto alguien?”

Cuando una mujer ama a un hombre,
ambos han ido a nadar desnudos en la corriente un glorioso día de julio
junto con el sonido de la cascada como una risa
de agua salpicando las pulidas rocas,
y no hay nada ajeno en el universo.

Manzanas maduras caen a su alrededor.
Qué otra cosa pueden hacer sino comer?

Cuando él dice, “El nuestro es un tiempo de transición.”
“Qué original de tu parte,” responde ella,
seca como el martini que él está sorbiendo.

Siempre están discutiendo
Qué divertido
¿Y ahora qué te he hecho?
Primero, una disculpa
Vale, lo siento, gilipollas.
Un gesto sigue diciendo “Carcajada.”
Una escena irreproducible.
“Me han follado sin un puto beso”, dice ella,
“Y puedes citarme cuando quieras,”
seguro que suena estupendo con acento inglés.

Un año rompieron siete veces
y amenazaron con hacerlo otras nueve.

Cuando un hombre ama una mujer,
ella quiere que quede con ella en el aeropuerto de un lejano país con un jeep.
Cuando un hombre ama a una mujer él está allí.
No se queja de que ella llegue dos horas tarde
o no haya nada en el frigorífico.

Cuando una mujer ama a un hombre quiere que aguante despierto.
Parece una niña llorando a la caída de la noche
porque no quiere que el día acabe.

Cuando un hombre ama a una mujer, vela su sueño, y piensa:
Como la medianoche a la luna es el sueño para los enamorados.
Mil luciérnagas le guiñan los ojos.
El croar de las ranas como la sección de cuerda de la orquesta que les rescalda.
Las estrellas cuelgan como pendientes en forma de racimos de uvas.

12 de abril

Lo que hace a esta noche
diferente de las otras
es que es tan gris
como la cola de caballo tan roja
como el mar rojo tan azul
como el vino en la copa de Elías
la Biblia de la muerte
de José al nacimiento
de Moisés salvado
por la hija del Faraón de entre
los juncos en que lo puso
su madre para que se salvara
del decreto real, todo ese
cuento de crujir de huesos
y esclavitud y liberación,
venganza y desobediencia,
y aunque nada podría ser más
extraño a esta mente mía presurada
que un momento de reposo
eso es lo que tendré esta noche

El Cento Oxford

Si el sol no brilla sino aproximadamente
sólo donde amor y necesidad son uno,
¿quién en esta bolera jugó con el sol?
¿De quién hablaremos? Pues mueren cada día
más jovenes que sus hijos: mezclilla, pantalones de esquiar, tenis.
Y no se alzan las estrellas aunque vea sus ojos brillantes
que se apartan de la cama -los dos.
Y así fue que entré a este mundo roto.

Buenos días, padre.
Toda mujer adora un fascista
que trabaje como un hombre aunque de corazón un niño.
Cuando descabezo el pescado,
¿le gustará que se lo diga?
Resulta extraño que algo sea más sí mismo cuando nos gusta.
Todo se conecta unicamente con “y” y “y”.
No hay flores en el infierno.

Dale todo al amor,
una cerilla que nada patinando en el orinal,
que nunca pierde un voto (oh Adlai mío).
¿Para qué te casaste si no quieres tener hijos?
Y porque este es mi corazón,
arriba, abajo, alrededor y en mi corazón,
bendito sea Dios que creó la muerte
y los lugares de roca repletos de ruinas.

El sexo propio se afirma solo. Deseo
y este blanco sostén –
Desesperación — en un Sahara de nieve,
una especie de último recurso, lastimero y cómico.
Mientras los hombres, con vestigios de pompa,
se lamentan por aquellas nimiedades que podrían enorgullecerlos.
No herimos como se hieren aquellos que se prometen
y desearía que no me gustara tu madre.

Tú, deforme descendencia de mi debil mente,
no hay nada más bajo en el universo.
He conocido la inexorable tristeza de los lápices,
el amor en una grieta, luchando por ser
inmutable aunque tan semejante a nuestra agónica tierra,
a este banco verde, junto a este dulce arroyo,
donde los extraños hubieran cerrado las muchas puertas
excepto aquella que ella canta y, cantando, construye.

Oído en la calle, en un sueño visto, oído en el parque, visto a la luz del día.
Lo que es tuyo es mío, padre mío.
¿Qué queda por hacer salvo quedarse? Y no podemos.
Y este no es tan buen poema como el circo
especialmente los versos que se declaman con voz ratonil.
Abrió la puerta del carro y miró hacia atrás
y dio una palmada y les gritó a los pájaros.
Y eso fue todo.

Biografía:

David Lehman (Nueva York, 1948) es un poeta estadounidense, editor de las colección de poesía The Best American Poetry series.

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