Poetas

Poesía de España

Poemas de Concha Lagos

Concha Lagos (pseudónimo de Concepción Gutiérrez Torrero) (Córdoba, 23 de enero de 1907-Madrid, 6 de septiembre de 2007) fue una editora, escritora y miembro de la Real Academia de Córdoba. Está considerada escritora total, por haber publicado tanto poesía como narrativa, teatro y ensayo.

Campo abierto

Enamoradamente he vuelto la cabeza,
allí, por la mañana de luz y de claveles,
con la viva alegría
del viajero que vuelve al lugar deseado.

Enamoradamente por los altos balcones,
entre jardines tibios, con risas de muchachas
que ya están presintiendo el roce del amor.

Lanzad, lanzad los lazos. Sujetadlo con bridas.
Es el amor, cogedle. No perdáis un instante.

El diálogo

No hilvanemos historias, no hace al caso,
lo importante es saber que aquí me tienes.
¿Dónde ya la que fui?
Deja que el tiempo se nos lleve y pase,
así quedamos siempre renacidos.

Hoy no sé si estas manos son aquéllas,
sólo las siento como manos tuyas
porque tu tiempo es tiempo que me sueña
y me vive hacia más y más por dentro.

«Ayer», ¡qué lejos la palabra!
Dónde se fueron zapatos y trajes,
billetes de un trayecto recorrido
entre extraños viajeros vistos para olvidados.

Inútilmente en los bolsillos busco
contactos que ya fueron,
y sombras de mi cuerpo en las ventanas
contemplando paisajes con mis aquellos ojos.

¿No descubriste nunca un manojo de llaves
para imposibles cerraduras?

A veces algo vuelve, pero sólo en resumen;
una pequeña fecha que casi nada indica
o ese breve letrero alarmante que advierte:
«cuidado, es peligroso volcarse al interior».

¿Quieres hacer la cuenta?
Si miro a la derecha brilla sólo tu cifra.

A la izquierda la huella de algún borroso cero.
¿Qué prenda pagar debo por haber sido antes,
sin tu tiempo en mis horas?

Alcemos la cabeza
a la igualdad del cielo,
aunque tú apuntes «Marte»
y yo diga: «Saturno» (tal vez por los anillos).

Cada cual con su estrella, con su planeta en alto
y todas las preguntas por la arboleda azul,
compartiendo verdades,
como esta del amor, el milagro más nuestro.

No pienses en mis ramas,
me crezco sobre el tronco.
A punta de navaja puedes grabar el nombre.

Sea

Agua sumisa al pez de tu capricho.
Tú me quieres así, yo digo: «sea»
y nos navega el cielo por el fondo.

Tú me quieres de estar casi en ausencia,
media luz de tu paz y de tu frente,
sujeta a la distancia en que me cercas.

Tú me quieres en gris como la tarde.
En oración, en sueño, de silencios;
ala cortada y mano sobre mano.

Tú me quieres de espera y de ternura,
al aire de tu tiempo y de tu aire,
surco de amor tendido a tu semilla.

Si me dejo mecer en esto del recuerdo que nadie lo repruebe…

Si me dejo mecer en esto del recuerdo que nadie lo repruebe.
Ese fue mi vivir, el que me dieron hecho.
(Las equivocaciones debieron ser, en parte, cosa mía.)
Con pan llevar de luz, a rienda suelta, corría por los campos.
La sierra y sus arroyos se me entregaron siempre generosos
y supe del goce de tenerlos, de rumiarlos en paz.
Sentada cara a los recuerdos los dejo que se alcen,
que invadan mi presente, así, con mansedumbre y ráfagas de aire, de ironía;
con los ojos abiertos al sueño irrepetible, tan de las nubes ya,
tan del ayer perdido.
Tan de mi verso ahora.

Me pregunto por ti

Me pregunto las más sencillas cosas,
ese porqué, que acaso nadie sabe,
costumbre de vivir sin rumbo fijo.

Me pregunto por ti desde el umbral
como el que dice al aire «buenos días»,
y de pronto descubre que está solo.

Me pregunto palabras sin respuesta,
tal vez para dejar en el recuerdo
tu presencia grabada hora tras hora.

Sólo ausencia

Yo seré sólo ausencia cuando gires tu tiempo.
Se te abrirán los libros por páginas de entonces.
Otra vez la ventana con las mismas estrellas,
y otra vez sin quererlo aquella misma calle.

Un lunes, un domingo…
Para cada recuerdo tendrás fechas.

Deja abierta la puerta al pan de cada día.
Cuando gires tu tiempo por árboles del río,
yo seré sólo ausencia.

Escúchale los pasos y tiéndele la mano
a la sombra que copie tu soledad de siempre.

Quiero mirar estatuas

Iremos por las calles que ya nos vieron antes;
el aire distraído para que nadie sepa
que la historia prosigue con capítulos nuevos.

Quiero mirar estatuas, balcones encendidos,
volver a la baranda del beso y de la noche.
Quiero decir tu nombre en calles solitarias
sintiendo la cintura frágil bajo el abrazo.

Otra vez como ayer con tu verso en el vino,
otra vez a tus ojos en igual frente a frente,
otra vez, otra y otra. Para siempre otra vez.

Yo te velé

Ya sé de tu soñar, tu duermevela.
Ese don de vivir en el olvido;
ensayo de otro sueño sin aurora.

Te he tenido en mi cruz, mientras que el humo,
por el paisaje dócil de tus sienes,
tejía sus canales sin descanso.

Yo te velé, derramados los hombros,
párpado alzado atento hacia tu hondura,
vigía por la sombra de tu noche.