Poesía de Uruguay
Poemas de Concepción Silva Bélinzon
Concepción Silva Bélinzon, nacida en Montevideo en 1900 y fallecida en la misma ciudad el 2 de noviembre de 1987, fue una de las voces poéticas más singulares del Uruguay del siglo XX. Hermana de Clara Silva, también reconocida escritora, Concepción creció en un hogar profundamente religioso, una fe que impregnó su obra con un misticismo único. En su poesía, el acto de creación no era solo un impulso humano, sino un dictado divino o, como ella decía, un murmullo de “las almas de los poetas unidos que quieren no morir”.
La obra de Silva Bélinzon se desarrolla a partir de la década de 1940, lo que le valió el apodo de “reservista” por parte de la crítica, haciendo alusión a su ingreso tardío en el escenario literario. Su primer libro, El regreso de la samaritana, publicado en 1945, marcó el inicio de una carrera que se distinguiría por la cadencia clásica de sus sonetos, la musicalidad de su lira y la profundidad de su oda sáfica. Estas formas poéticas tradicionales fueron para ella una estructura fértil donde sembrar su lirismo espiritual y su contemplación existencial.
A lo largo de su trayectoria, Silva Bélinzon colaboró con revistas literarias de prestigio, como Alfar de Uruguay, Caballo de Fuego, Atenea de Chile y Espiral de Colombia. Estas publicaciones no solo difundieron su obra, sino que la situaron en un diálogo con escritores de renombre, como Jules Supervielle, Ramón Gómez de la Serna y Oliverio Girondo, quienes reconocieron su sensibilidad única y la hondura de su voz.
La poesía de Concepción Silva Bélinzon es un universo donde la devoción religiosa y la búsqueda estética se encuentran en un equilibrio sublime. Su palabra, lejos de ser un mero ejercicio intelectual, emerge como un canto que abraza lo trascendental, llevando al lector a cuestionar las fronteras entre lo humano y lo divino. Su obra, menos conocida de lo que merece, permanece como un testimonio de cómo la poesía puede ser al mismo tiempo un acto de fe y una exploración del alma.
Más sabes que los astros
A Marosa di Giorgio
Más sabes que los astros la armonía
del que siempre te tuvo, en su corona,
la cascada del bosque que pregona
tu voz más que el silencio yo diría.
Sobre dolientes líquenes vigía
hasta la niebla misma te perdona;
y el lagarto inceleste se abandona
por luz tan verdadera que lo guía.
En su gran Mano de Oro tu cabeza,
junto al niño que cuidan las doncellas
no conoces secretos ni flaquezas.
Como el sol en las uvas moscateles,
supiste madurar con las estrellas
la rueda se derrumba en tus laureles.
Puede entrar el que quiera y animales
Se vestía con mantas bien lavadas
aumentando en su cuerpo
luz sin luces
substancias malhechoras reparadas
no hay cartas ni cortinas
si reluces.
Las llaves de mi Padre
bien guardadas
para formar los Hombres sin las cruces;
muchas frentes marchitas levantadas
si el faro está caído
no me acuses.
Las puertas bien abiertas
día y noche.
Puede entrar el que quiera
y Animales
ya corté los cerrojos y reproche.
Las cabezas de sabios
tienen multas.
Uniones con amigos desleales
en mi Libro Sagrado
tengo ocultas.
Gentes apresuradas
La amapola se quema y no asustarse
(el padre se vistió para la tumba)
gentes apresuradas sin mirarse
sobre un tronco flotante… llora y zumba.
El perdón no bastaba sin amarse
viviendo sólo en parte se derrumba;
soportar cualquier cosa no es salvarse
el verano tan largo ya retumba.
Más allá de la muerte, no es la muerte:
hay que lavar las manos una a una
la sangre de los mártires convierte.
Traiciones del océano y las rocas
ausencia de vergüenza en la tribuna
y asistimos a misa entre las focas.
Lo absurdo de los sauces sin regreso
Plaza fuerte muy digna de tus frases
hacen saltar la tapa de los sesos
¿y esta presentación?
no tiene clases
como la gran helada entre los huesos.
Ruiseñor mal herido ya renaces
con tu cabeza errante entre los besos;
la siembra que no rinde la deshaces
y el proyectado fruto sin sabuesos.
Se recogen las uvas sin inquina;
y el poema sonríe con certeza
y paladea el gusto en cada esquina.
Interna brillantez sin falsedades
inconcebible crea la belleza
indisoluble acuerdo en soledades.
- Pere Gimferrer
- Luis Rogelio Nogueras
- Nora May French
- Osvaldo Lamborghini
- Adrienne Rich
- Juan Carlos Abellá
- Baltasar del Alcázar
- Ramón López Velarde
- Nicholas Vachel Lindsay
- Víctor Hugo Díaz
- Jaime Lizama
- Paula Alcocer
- Mary Elizabeth Frye
- Kimany Ramos
- Baldomero Fernández Moreno
- Isabel Abad
- Jorge Rojas
- Luis Álvarez Piñer
- Manuel José Pérez
- Robert Frost