Poesía de El Salvador
Poemas de Claudia Lars
Claudia Lars fue el seudónimo literario de la poeta salvadoreña cuyo nombre real era Margarita Paz Paredes. Nació el 20 de diciembre de 1899 en Armenia, Sonsonate, El Salvador y falleció el 22 de julio de 1974 en San Salvador, la capital del país.
Lars creció en una familia de artistas, su madre era pianista y su padre un reconocido arquitecto. Desde muy joven mostró un gran interés por la literatura y la poesía, y comenzó a publicar sus poemas en periódicos y revistas a la edad de 17 años. En 1920, se casó con el poeta salvadoreño Julio Alfredo Erazo, con quien tuvo un hijo, pero su matrimonio terminó en divorcio en 1925.
En 1928, publicó su primer libro de poesía, “Estrellas en el pozo”, que fue muy bien recibido por la crítica literaria. Su obra posterior incluyó “Tristes guerras” (1937), “Tierra de infancia” (1942), “Alta hora en el sur” (1947), “Donde nunca estuvimos” (1952) y “Poesía reunida” (1964).
Lars es considerada una de las poetisas más importantes de El Salvador y de América Latina en general, y su poesía es conocida por su estilo romántico y sentimental, así como por su fuerte compromiso social y político. Sus temas incluyen la naturaleza, el amor, la patria, la identidad y la lucha contra la opresión.
Además de su obra poética, Lars también fue una destacada periodista y escritora de ensayos, y se dedicó a la promoción de la cultura y la literatura salvadoreña. Fue miembro fundador de la Academia Salvadoreña de la Lengua y ganó numerosos premios y reconocimientos por su trabajo, incluyendo el Premio Nacional de Cultura de El Salvador en 1970.
En resumen, Claudia Lars fue una figura clave en la literatura y la cultura de El Salvador y de América Latina en el siglo XX, cuya poesía y compromiso social la convierten en una de las escritoras más importantes e influyentes de su tiempo.
Sangre
Zumo de angustias, leche milagrosa,
raíz inaccesible, árbol salado.
¡Qué temblor en el túnel anegado!
¡Qué llama y nieve en subterránea rosa!
Escala de contactos, misteriosa
razón del sueño, el miedo y el pecado.
Silencio a todo grito encadenado
y tapiada presencia dolorosa.
De los muertos nos llegas… ¡muerte andando!
Substancia inevitable, gravitando
en la masa despierta de la vida.
Mi cuerpo de mujer te alza en el hombre,
te suelta en la aventura de su nombre
y te derrama por interna herida.
La casa de vidrio
Puerta de cristal el día,
pared de cristal el aire,
techo de cristal el cielo…
¡Dios hizo mi casa grande!
Ventanas de maravilla
sobre escondidos lugares:
el sendero de las hadas
y el camino de los ángeles.
Cuelgan las enredaderas
sus cortinas de volantes;
la hierba fina es alfombra
de mariposas fugaces.
El agua clara del río
cuaja un puente de diamante;
hay libélulas de nácar
y pececillos de esmalte.
Risa y canto se persiguen
en giros de juego y baile.
¡Columpio del alborozo
entre los gajos fragantes!
Palabra limpia y sencilla
como la flor del lenguaje;
regazo de ternura
donde las lágrimas caen.
Trigo de la espiga nueva
para harinas celestiales;
amor que leche se vuelve
en el pecho de la madre.
¡Mi casa es casa bendita,
todo en ella vive y cabe,
y puedo mirar a Dios
a través de sus cristales!
Migajas
Va la hormiga con un retazo de amapola
hacia el blando montoncito de arena.
Yo soy insecto,
tú eres insecto,
él es insecto.
¡Ah pesada basura
la del nombre que escogieron
para hacerme tan importante!
*
Como poeta ciego
canté mi ensueño, mi albergue,
mi amistad y mis lágrimas.
¿Pero a quién le importaba, realmente,
el mínimo
Niño de ayer
Eras niño de niebla
casi en la nada;
nombre de mi sonrisa
detrás del alma.
Y era un barco dichoso
de tanto viaje
y un ángel marinero
bajo mi sangre.
Subías como el lirio,
como las algas;
en tu peso crecía
la madrugada.
Y alzando el aire joven
sus ademanes
ya marcaba tu fuerza
de vivos mástiles.
¡Prado de nieve limpia,
bosque de llamas!…
Y tú, semilla dulce,
bien enterrada.
Escondido en mi pulso,
sin entregarte;
pulsando en los temores
de mi quién sabe.
Buscabas en mi pecho
bulto y palabra;
entre mis muertos ibas
buscando cara.
Salías de la torre
de las edades
y en las lunas futuras
dabas señales.
No creas que te cuento
cosas de fábula:
para que me comprendas
coge esta lágrima.
Nodriza
¡Calla, mi flor de leche,
mi siempre niña!
Los sueños que se cuentan
se hacen ceniza.
No te fíes del mar
porque da y quita,
ni del hombre que llega
de lejanías.
Primores de este valle
son tuyos, hija.
Casa de calicanto
te ama y te cuida.
Es mejor el silencio
de tu sonrisa
que todo lo que muestras
por encendida.
Hay que esconder tesoros
como la hormiga,
porque muchos que pasan
sienten envidia.
Palabras de la nueva mujer
Como abeja obstinada
exploro inefables reinos
que desconoces
y al entrar en la memoria de tu corazón
señalo parajes virginales.
¡Aquí la eternidad
modificando nuestro minuto!
No puedo ser abismo:
con la luz se hacen viñedos
y retamas.
Pertenezco a la desnudez
de mi lenguaje
y he quemado silencios y mentiras
sabiendo que transformo
la historia de las madres.
Mujer.
Sólo mujer.
¿Entiendes?
Ni pajarilla del necesario albergue,
ni alimento para deseosos animales,
ni bosque de campánulas donde el cielo se olvida
ni una hechicera con sus pequeños monstruos.
¡Oh poderes del hombre
alzando mutaciones
de frágiles rostros!
¡Oh esplendor oculto en mi santuario
ya bajo la excelencia
de íntimos ángeles
¿Logra mi amor decirte
que busco un amante
con frente inmortal?
Poeta soy
Para María y Mariano Coronado
Dolor del mundo entero que en mi dolor estalla,
hambre y sed de justicia que se vuelven locura;
ansia de un bien mayor que el esfuerzo apresura,
voluntad que me obliga a ganar la batalla.
Sueño de toda mente que mi mente avasalla,
miel de amor que en el pecho es río de dulzura;
verso de toda lengua que mi verso murmura,
miseria de la vida que mi vergüenza calla.
Poeta soy
y vengo, por Dios mismo escogida,
a soltar en el viento mi canto de belleza,
a vivir con más alto sentido de nobleza,
a buscar en la sombra la verdad escondida.
¡Y las fuerzas eternas que rigen el destino
han de volverme polvo si equivoco el camino!
Reto
Maduro fuego por azar cautivo
en el estrecho cauce de mis venas.
Brazo de afán helado entre cadenas,
rostro de ayer presente en sueño vivo.
Paloma del zarzal y del olivo
que a perseguir tu vuelo me condenas.
Fuente, sobre la sed de las arenas,
negándose a mi tallo sensitivo.
Como lleva la noche al sol distante
y el párpado cerrado los colores,
así te llevo en pulso palpitante.
Viuda de tu presencia en lo visible,
están en mí tus dádivas mejores
y alzo en forma cabal sangre imposible.
Cara y cruz
Alta visión de un sueño sin espina,
honda visión en realidad clavada;
ansia de vuelo en recta que se empina,
miedo del paso en curva accidentada.
Rosa de sombra, rosa matutina,
una caída y otra levantada;
ángeles invisibles en la esquina
donde el presente cambia de jornada.
Marca el momento signo de la altura:
brote de carne limpia y sangre pura
en renovado campo de infinito…
Y en promesa inefable y verdadera
-Gabriel de anunciaciones y de espera-
un mundo sin cadenas y sin grito.
Retrato
Ternura móvil que enraizó a mi lado,
niño grande sin nombre y sin alero;
huésped del sueño en cuerpo verdadero,
oscuro corazón iluminado.
Pago del día, saldo del pasado,
dulce heridor y hábil curandero;
mina de venas rotas y venero
que sin reserva da lo que he buscado.
Su silencio tan largo tiene ahora
pájaros irisados y despiertos
bajo una luz madura y vencedora.
De cenizas llegó su forma alzada,
y en rumbos de la sangre su llamada
devuelve la palabra de los muertos.
- Juan Cobos Wilkins
- Sergio Briceño González
- Juan Ramón Mansilla
- Juventino Sánchez de la Vega
- José Landa
- Harry Mathews
- Darío Jaramillo Agudelo
- Jaime Siles
- Ethel Afamado
- Alberto Guillén
- Rafael Morales
- Amelia Biagioni
- Denise Levertov
- Fausto Burgos
- Juan de Arguijo
- Enrique Lihn
- Lenore Kandel
- Nora May French
- Gustavo Adolfo Garcés
- José Albi