Poesía de Cuba
Poemas de Carlos Pintado
Carlos Pintado es un poeta y escritor cubano. Ganó el Premio Internacional de Poesía Sant Jordi en España por su libro Autorretrato en azul. Es autor de La Seducción del Minotauro, Los bosques de Mortefontaine, Habitación a oscuras, Los Nombres de la noche y El árbol rojo. Poemas suyos han sido cantados por los prestigiosos San Francisco Girls Chorus, el South Beach Music Ensemble y el Continuum de New York con varias premieres mundiales. Participó como escritor invitado en el libro The Exile Experience, coordinado por el músico Emilio Estefan. Poemas, cuentos y artículos suyos han aparecido en diversas antologías y revistas de Europa, Estados Unidos y Latinoamérica. Fue jefe de redacción de la revista literaria La Zorra y el Cuervo y colaborador de Vogue en español. Presenta en la Feria su antología personal El unicornio y otros poemas (Ruinas Circulares).
Cuartetas de otoño
Me han concedido el fuego del pecado.
Sólo el fuego; el amor jamás ha sido
En mí sino una sombra. Yo he soñado,
—en las eternas noches del olvido—,
Que alguien me ama y me sueña. No he podido
Corresponder. Soy triste como el hado
Que invierte los destinos del amado.
Soy el amado; no quien ama. He sido
El traidor y el amigo. He complacido
A oscuros dioses el manjar sagrado.
Alguien en la penumbra me ha buscado.
Alguien en la penumbra me ha vencido.
James Ensor
Pues sí, es muy extraño que no exista,
James Ensor, en Ostende, algún lugar
que recuerde que aquí pintó sus cuadros,
que aquí sufrió, usted, su pesadilla.
Pero también extraño es ese sueño
de las aves dormidas en los cuartos,
y el baile de la muerte a medianoche,
y el abrazo filial de algún amigo.
En Ostende, imagino, ya no hay casas.
Faltaba la memoria de algún parque
en donde también yo vestí mi cuerpo
con sus oscuras ropas, consumido
por el horror, la angustia y el deseo.
Faltaban a mis noches los jardines,
los rostros perseguidos por la tarde,
las columnas sagradas como templos.
Faltaba la piadosa maravilla
y la especulación de algunos hombres,
ante la rosa roja de los bosques.
En Ostende, imagino, nadie duerme.
El eco de mis pasos no retumba
sino en un sueño alto e imposible:
hoy presiento que un hombre me conjura,
y que algo de su miedo ya me alcanza,
y que su rostro puede ser mi rostro,
y que sus manos pueden ser mis manos
y puede que seamos sólo el mismo,
deambulando en Ostende por las plazas.
Ignoro de mis días el destino
Ignoro de mis días el destino.
No hay tal cosa. Mi fin está previsto.
Bajo la eterna noche sólo he visto
Un único horizonte y un camino.
Quisiera recordar aquel pasado
En que las cosas no sabían nada
De sus nombres. Quisiera la soñada
Urdimbre de ese día que ha engendrado
La eternidad de lunas y de rosas.
Acaso sea cierto que las cosas
De hoy van de lo sagrado a lo perdido.
Ignoro si en mi sueño otro convive.
Una estatua me vela y me recibe
Y en su sueño seré el que yo he sido.
Habitación de Arlés
Nada conmueve más que aquella silla
Que el pintor ha dejado ya inconclusa,
Quizás imaginando la difusa
Maraña de la luz, la pesadilla
De vivir nada más con una oreja.
Nada perturba el cuadro; la agonía
La sentimos nosotros; la agonía
De él no existe. La silla tan perpleja
Sigue en su tiempo inconmovible y sola.
Poco importa la pipa que figura
Inaccesible al humo que no puede
Alzarse del dibujo. Triste y sola
Ha de quedar por siempre en la pintura,
La silla que otra suerte ya no puede.
Memorias de Adrián
A menudo pedías voces lejanas, rostros,
islas en la memoria.
Pedías un cuerpo donde meter las manos
y ser feliz
sin otra circunstancia que ser feliz.
Pedías la poca luz de una tarde,
el amor compartido,
la noche
y unas manos en tus manos
confirmando
que todo el olvido
es una paz aparente,
una hoja que respira su silencio
y muere.
Haikus
Árbol oscuro:
Sostienes ya la noche,
Sombra en las ramas.
Mano en la noche.
Un pájaro sombrío,
Sombra de pájaro.
La muerte bebe
Su oscuro vino amargo,
Y luego sigue.
Bajo la luna,
Eterno, fluye el río
Sobre guijarros.
Sigo las sombras;
Mis pasos ya resuenan
En otro tiempo.
Canto en la noche.
Las sirenas me llaman,
Sueñan mi muerte.
Sueño mi muerte:
Los clavos, la madera.
Cuelgo del sueño.
Piedra o espada.
Excalibur soñado.
Mano que duda.
La primavera
Descansa en una hoja
Del árbol rojo.
A Cinara
The star-crowned solitude of thine oblivious hours…
Ernest Dowson
Cuando breve la luz su paso esconde
Temerosa quizás de lo que ha sido
Tiniebla mucho antes, no ha querido
Decirnos quién en sombras nos responde
Si a tientas preguntamos cómo o dónde
Un rostro que entrevemos y soñamos
Parte de mí, de ti, de lo que amamos
Y así desaparece con premura.
Anda en sombras la luz cuando procura
El rostro de Cinara, el que ya odiamos.
Origen de los nombres
Un apellido tengo que pintado
Me recuerda el origen de los nombres.
De Asturias y Canarias ya los hombres
Mi historia conformaron. He soñado
Con un guerrero. El nombre ya no importa.
Adivino su mano en la penumbra.
Sé que me sueña. Alguna luz alumbra
La oscuridad del cuarto. No soporta
Saberme entre sus cosas. Sólo sabe
Que vengo de otro tiempo. Soy extraño.
Un oráculo dicta mi destino:
“Aquel que fuiste, eres; no hay engaño”
Nada me salva. No hay otro camino:
Entre los dos la muerte es ya la clave.
- Ricardo Pochtar
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