Poetas

Poesía de Chile

Poemas de Aristóteles España

Aristóteles España (Castro, octubre de 1955 – Valparaíso, 28 de julio de 2011) fue un poeta chileno.

CAMINOS

Nos llevan a cortar leña por los bosques,
de sol a sol,
custodiados por patrullas
que apuntan directamente a la cabeza.
ordenan cantar y correr,
agujerean nuestra sensibilidad,
quieren destruirnos como guijarros
bajo la nieve,
humillarnos,
Mientras entonamos en alta voz:
«Bajo la linterna, frente a mi cuartel,
sé que tú me esperas mi dulce amada bien».

Y el viento invade los parques de mis sombras,
desordena los faroles, las plantas escarchadas.
Me acuerdo de Rosita en la última navidad,
o con su uniforme de colegiala y sus cuadernos.
(A lo mejor nunca leerá este poema).
Hay olor a nubes enterradas,
nos golpean,
mientras una rata camina entre la hierba.

«Si es que llega un parte y debo yo marchar
sin saber querida si podré regresar».

Sólo vemos galerías pintadas de insomnio,
postes amontonados,
manos que sangran,
en el trayecto al Campo de Detenidos,
y fusiles,
y mitades,
encerrados en un laberinto de crueldad y miseria
en el paralelo 53 sur de este mundo.

ALGUNOS SECRETOS

Y el ojo alrededor de una antigua casa en Chiloé.
El ojo. El trueno.
Los llantos de niños y esos presagios:
Un anciano recorre a pie todos sus fantasmas.
Un pescador mira fijamente sus manos.
Una mujer pide a Dios que la posea.

Y nosotros en medio de la ciudad con nuestros dientes.

Escuchando cantos gregorianos.

Siendo cálida tú y yo amante muerto. Muerto.

Más gritos,
muchos animales que empiezan a mirar este rincón.
Ah!, rincón, nave, recortando la madera,
y otro abismo cómo quieres que huya
si todos los signos dan hacia mi lengua.
Casa. Grande casa antigua en Chiloé.

Muro lleno de cuanto ojo y nunca patria;
de esqueleto.
El tiempo se nos va.

LA VENDA

La venda es un trozo de oscuridad
que oprime,
un rayo negro que golpea las tinieblas,
los íntimos gemidos de la mente,
penetra como una aguja enloquecida,
la venda,
en las duras estaciones de la ira
y el miedo,
hiriendo, desconcertando,
se agrandan las imágenes,
los ruidos son campanas
que repican estruendosamente,
la venda,
es un muro cubierto de espejos y musgos,
un cuarto deshabitado,
una escalera llena de incógnitas,
la venda,
crea una atmósfera fantasmal,
ayuda a ingresar raudamente
a los pasillos huracanados
de la meditación y el pánico.

Y NO ERAN PERROS

Anoche al acostarme
escuché ladridos
en algún lugar del Campamento.
Y NO ERAN PERROS.

COMPAÑEROS

Compañeros, tenemos que buscar una razón
más poderosa que el Partido,
un cauce, un islote, un diminuto ventisquero
que sirva al menos como punto de inicio
y empezar a caminar hacia el reencuentro,
que será una casa -me imagino- amplia,
como los patios de mi pueblo natal,
lleno de grandes ventanales
para que entre libremente el aire
y escuchemos a los árboles del pensamiento;
ese día que -pienso- no está lejano,
llegará como un potro salvaje y se posará
sobre los muslos desnudos de nuestras reflexiones.

UNA ESPECIE DE CANTO

He aprendido a ver el mar entre barrotes
rodeado de secretas amenazas,
a conocer los metales del desprecio,
el valor de la unidad y la palabra, a sentir,
a ser valiente cuando me torturaron,
contemplar como crecen las semillas
en las jaulas…
He aprendido a distinguir los cánticos
del odio,
nacer, caminar entre la bruma
y crecer
y escuchar risas que evocan garras,
muecas, los pasos del verdugo,
el temblar bullicioso de mis venas…
He aprendido a ver las cimas
transparentes de lo humano,
el helado resplandor de la ternura,
la otra dimensión de la esperanza.

LLEGADA

Bajamos de la barcaza con las manos en alto
a una playa triste y desconocida.
la primavera cerraba sus puertas,
el viento nocturno sacudió de pronto mi cabeza rapada
el silencio
esa larga fila de Confinados
que subía a los camiones de la Armada Nacional
marchando
cerca de las doce de la noche del once de septiembre
de mil novecientos setenta y tres en Isla Dawson.
Viajamos
por un camino pantanoso que me pareció
una larga carretera con destino a la muerte.
Un camino con piedras y soldados.
El ruido del motor es una carcajada,
mi abrigo café tiene barro y bencina:
nos rodean
bajamos del camión
uno dos tres kilómetros
cerca
del
mar
y
de
la
nada,
¿Qué será de Chile a esta hora?
¿Veremos el sol mañana?
Se escuchan voces de mando y entramos a un callejón
esquizofrénico que nos lleva al Campo de Concentración,
se encienden focos amarillos a nuestro paso,
las ventanas de la vida se abren y se cierran.

HUELLAS DIGITALES

Un Chico con Cara de Buque dijo tengo una muralla
y voló hacia un soneto.
antes, bebió Agua de Toronjil
de la pierna izquierda de Mylene
y chupó el húmedo hueso de plástico
Made in Corea de la nave.

Eramos felices, todos teníamos cara de espanto
y 20 años en la nuca, había estribos, bombas de humo
e idiotas carteles con círculos
en las piezas de Evelyn, Abelardo, Jacinto, Elsa, Raquel Holtz;

una Chica de Cuento habló de detenidos desaparecidos;
muerte, muy despacio.
nos dimos cuenta que la única certeza
de esa noche era la nada,
la derrota, la soledad;
alguien cantó La Comparsita.

Entre colchones, arrebatos, caracoles,
El Chico con Cara de Buque bebió una consonante,
y aparecieron pequeños poetas simios.
Era un instante de miedo, afuera se escuchaban disparos,
ruidos de botas de ejército chileno,
besitos ricos también en la almohada.

EL POEMA FAVORITO

Se fue el poema con sus parodias fantasmales,
estaba en el pie izquierdo de André Bretón,
con sus dedos sucios de nieve y helicópteros,

también historias policiales donde un gnomo
fustigaba al poeta Sócrates Francia en un bar
lleno de pescadores chinos,
de islas con serpientes sin adjetivos,
el hedor a polis cerrada, a prisiones, y humo.

Eran mañanas tristes donde no existía la dulzura,
el amor colgaba de un volantín mojado,
con muñecas llenas de violines,
¡qué maravilla!, los poemas saltaban como ranas,

y se iban caminando sobre el espacio desértico,
con páginas de agua, heredades de frutas

y en el fondo, una hoja en blanco, rota, que fingía ser tordo,
como el pan de endecasílabos quemado en el horno;

entonces, el poema se fue, dejó sillones, honores,
y entró a ese laberinto con moscas y muerte,
cayó en una depresión, dijo, estaba en el techo,
se creía una lechuza, una pierna, la página!

NIÑO CONTEMPLANDO UNA ISLA
EN PUNTA ARENAS

Llueve sobre Punta Arenas
y desde lejos
se ve una Isla con líneas grises
como pequeñas hojas de afeitar
que cortan el cielo.

Hay un niño de 17 años que la mira,
luego observa la hierba, el mar,
de sus ojos salen playas,
toninas que saltan en sus pupilas,
donde se ven barcazas,
alambres de púa,
pingüinos que forman hileras
como si fuera un coro perdido
en el paralelo 53 sur de este mundo.

Llueve sobre Punta Arenas,
y desde lejos
se ven espacios y poesía
que se sumergen
en el Estrecho de Magallanes,
naves llenas de terremotos, legumbres,
epitafios, ríos que lloran en medio
de ese sol rojo del amanecer;
con canoas que parecen aeroplanos;

Entonces existe la invención,
dijo ese niño de 17 años,
que contempla a una Isla mientras
llueve y llueve sobre la ciudad.

EL OTRO INVIERNO

Las voces de mis primas arden en dirección a un enero que se fue.
Todas reencarnadas, pequeñas leyendas,
ubicándose en el agua donde eran más duendes que mujeres:

Imitaciones vagas, un cuadro de Renoir,
carreras en el patio donde devorábamos el asado navideño.

Vuelve a repetirse el mismo sol en sus muslos
después de doce años,
esa lucha por parecernos a parientes remotos
como si nada hubiera sucedido.
Y eso de usar siempre los mismos disfraces.
También una danza que ya no recuerdo y afiches religiosos,
con los magos que regresan de una historia diferente cada día,
con imágenes de leones muertos

y ese bombardeo en los órganos sexuales,
y el mismo final en boca de hijos imaginarios;

fotografías viejas que empiezo a destrozar en el cuarto
de una húmeda pensión en Diez de Julio, reteniendo el aire,
mientras miro, inmóvil, los huesos en la pared.