Poesía de Uruguay
Poemas de Ariel Badano
Ariel Badano, nacido en Montevideo el 11 de octubre de 1920, fue un poeta cuya obra encierra el pulso de la vida y el latido de su tiempo. Ingeniero de profesión, pero poeta de vocación, su trayectoria artística y literaria estuvo profundamente marcada por su compromiso político y social. Hijo de Humberto Badano y María Elonor Pereira, se adentró en el periodismo con la misma pasión con la que abordó la poesía, colaborando en diversas publicaciones uruguayas, muchas de ellas ligadas al Partido Comunista, al cual dedicó gran parte de su vida.
El universo poético de Badano comenzó a tomar forma en 1947 con su libro Cantos Generales, donde su respeto por la tradición literaria ya dejaba entrever una voz que iba afinándose. Según el crítico Enrique Fierro, esa evolución lo llevaría a textos de mayor carga política y social, reflejo de una sensibilidad que no podía permanecer ajena a los conflictos de su época. Su poesía fue, en muchos sentidos, una herramienta de lucha, y su verso, un llamado a la justicia. Obras como Alba combatiente o Voces del hombre son claros ejemplos de esa fusión entre arte y activismo.
Sin embargo, su pluma no se limitó al ámbito poético. Incursionó también en el teatro, y en 1957 estrenó, junto a Alejandro Lerena, la obra Una muerte para Pedro Bueno, reafirmando su versatilidad literaria. En sus textos se siente la influencia de grandes figuras como Pablo Neruda, de quien Badano supo beber para construir su propia voz, cargada de simbolismo, pero también de una concreción rotunda en lo social.
Su producción poética se despliega en libros como Sonetos a Don Quijote (1947), Canto a la primavera (1958) o Cantos para niños (1953), todos ellos impregnados de una profunda sensibilidad por la naturaleza humana y los paisajes sociales que rodeaban al poeta. La poesía de Badano es una búsqueda de sentido en medio del caos, una declaración de amor a la vida y una denuncia de las injusticias.
Pero Ariel Badano no fue solo un hombre de letras; fue una voz comprometida con su tiempo. En su obra en prosa, como en Cuba encabeza la marcha (1960) o 50 mentiras y 50 verdades sobre Cuba (1961), se percibe un eco de su militancia, un testimonio directo de su visión del mundo. Badano no concebía la literatura como un simple acto estético, sino como una forma de intervenir en la realidad.
Murió el 4 de mayo de 2005, pero su legado permanece vivo en cada uno de sus versos. Ariel Badano fue un poeta que no solo escribió sobre la vida, sino que, con su obra, contribuyó a darle forma. Su voz, capturada incluso en discos de vinilo, sigue resonando en la memoria de aquellos que encuentran en su poesía una ventana a la historia y al alma de su país.
Otoño
Otoño, distancia detenida
como un pájaro gris sobre las venas…
Las horas se nos secan sollozando en el alma
y el corazón quisiera gritar y no pudiera…
Tiempo de hacer pequeñas cosas con la sangre
y sordamente heridos probar que todo existe,
que dulce estar así, que amarillea
la vida en los rincones, y los árboles
se alejan por las calles como una selva muerta…
Otoño, con sus pájaros quietos, estancados,
sus gorriones de triste pulsación de madera,
lleno de un humo negro de metal, nos arrastra
lentamente las hojas, la oscura muchedumbre
de todo lo vivido, como lágrima en pena.
Otoño, tiempo muerto, establecido
sin piedad, de un reloj que nunca suena…
Las horas se nos caen amarillas del alma,
y un barrendero, ciego de dolor, se las lleva…
El señor invierno
El señor invierno
llegó de repente
de poncho, bufanda,
paraguas y lentes.
Ayer lo trajeron
como pasajero
las locomotoras
de los maniseros.
Se queda mirando
llover a torrentes
con un cucurucho
de maní caliente.
Se va por los campos
comiendo naranjas,
poniéndole piso
de vidrio a las zanjas.
Y un sapo se lleva
un susto profundo
por lo resbaloso
que se ha vuelto el mundo.
Y el sol sale tarde
todas las mañanas…
Qué suerte que puede
quedarse en la cama…
Introducción al dolor
Envejece el dolor honradamente
por caminos sencillos y profundos,
en lenta marejada, en sordo oleaje
desde la vida rumbo hacia la muerte,
tan doloroso, que al final convierte
su madurez en sangre, roja y triste,
y a veces pudorosa, y siempre triste,
larga, sin fin, oscura, entre las venas.
Envejece el dolor honradamente,
y a medida que las horas entablan
su diálogo en el fondo de la sangre,
crece en silencio, crece exactamente,
medido en cada golpe de amargura,
dolor entristecido, doloroso,
dolor honrado porque duele a ciegas,
porque quieren que acabe, y no se acaba,
porque crece y no muere, y lo condenan
a morir y morir, y nunca muere;
dolor en fin, volcado en las entrañas
por caminos sencillos y profundos.
Por eso yo decía… yo decía
que el dolor enveje honradamente,
porque somos hermanos en silencio,
porque nuestra hermandad está en las venas,
radica en el instinto de la muerte,
crece en la duda, alienta en esperanza,
en el modo en que arraiga lo implacable,
en las ganas de amarnos frente a frente,
de par en par, de pecho en brazo, en puño,
en diente y alma, sin cesar, creciente,
que es dolor y dolor exactamente.
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