Poesía de México
Poemas de Ángel Rafael Nungaray
Ángel Rafael Nungaray (Yahualica, Jalisco, 1968). Es autor de los poemarios: Estaciones de la noche (2002), En el vacío de la luz (2002), Morada ulterior (2004) y Plexilio (2008).
Está incluido en Poesía viva de Jalisco (2004), Muestrario de letras en Jalisco (2005), Los mejores poemas mexicanos (2006), Animales distintos. Muestrario de poetas mexicanos, argentinos y españoles nacidos en los sesenta (2008) y Mapa poético de México (2008).
Actualmente es becario del Programa de Estímulos al Desarrollo Artístico, Jalisco.
Crece la hoguera
Crece la hoguera de las serpientes
en los delirios de los enfermos
y las dolencias son reducidas a sueños
que marginan la premura terrible de la ciudad
y se precipitan sobre pasillos lejanos
Han de quedarse quietos los instantes de la lucidez
como el sonido del sol en el vértigo de la tierra
porque prefiguran espejismos en la volición de los desamparados
Como antiguas campanas cuyo crepitar herrumbroso
no se olvida
cuyo significado atesora la humedad de las ruinas
y el efecto de la ceniza sobre la memoria
Se acerca el sueño para cubrir
los agitados sentidos de la desolación
Los pacientes se han alejado
y el horizonte con su permanencia
borra la blancura instantánea de sus pasos
La luz se limita al hilo de plata
que sostiene a un silencio plúmbeo
Amanece
Amanece la carne rodeada de geranios
el estupor escupe las entrañas
la memoria es una aguja que come la ira
de la luz
La memoria sale por los ojos
Lo Divino custodia la voz interrumpida
de la sangre
En el árbol del cuerpo
En el árbol del cuerpo
la enfermedad madura
desde la raíz
Cada fruto un extravío
un canto agónico
que subleva al mecanismo del ser
Cada cuerpo
una Cruz de los alumbramientos
que emerge desde la enfermedad
Cada árbol resiste la voluntad de su raíz
Unus mundus
Los movimientos del ser
le confieren al cielo
renovación y soltura
(cada acto aquí
tiene un eco en la lejanía).
El cielo es un estigma
que predomina en el ser
(cada eco en la lejanía
se transmuta en un acto aquí).
El retiro se aproxima
fuerza generadora de cambios
Indicio que confronta
lejanía y certidumbre
Irse habitar
la permanencia
Es insostenible
el precepto
cuando el cuerpo
fluye
hacia su núcleo
Avanza el fuego
como réplica
de la cordialidad
como testimonio
de una esmerada labor
El fuego como la sombra
se disipan en la tierra
Avanza la tierra
se clarífica el movimiento
y la labor del hombre
Resguardo del clan
piedra primordial
base del orden
imperativa necesidad
de prolongarse
de asirse a la tierra
Generar la fuerza desde la unión
Generar el fuego
El fuego es el espíritu del clan
El cauce y su preponderancia
actúan como un ciclo de cielos
sobre la piedra que se vulnera
en el cumplimiento de la luz
por el impacto de los espectros
porque la invisibilidad del agua
es su liberación
La libertad no asiste a la dominación
sino sólo al deseo de fluir
Hay una cordialidad preeminente
pero la imagen no es clara
sucumbir sería retirarse
Cielo y tierra se encuentran
en una ley de seguimiento
Hay un seguimiento universal
en cada existencia
y ampara la dirección
que el caos posterga
Unificar
las aguas
La tierra
el límite
Centro
que ejerce
su dominio
El reino
se acerca
al monarca
Los súbditos
son el desplazamiento
La reunión
es la ofensiva
La raíz se precipita
(como la sed)
hacia los vestíbulos
de lo esencial
El fruto se eleva
sobre su despertar
rumbo a la claridad
y el remanso
de la madurez
La caída libera la obra
Brasas propicias
1
Hay un juego de bruces,
Hay un fuego de bruces
Oculto en la maniobra de la sed.
2
La arcilla sopesa los rayos del tormento.
El espíritu infiltrado en la arcilla
Se renueva en sus desapariciones.
3
Como poblando mares
Sobre la incertidumbre de la sal
La luz se cansa.
4
Hay un resplandor
Y una oquedad restante
Bajo estos ojos.
5
En el término del cauce
La arena reaviva su fuego.
6
Los días han crecido ahí,
En el propio raudal.
7
De brasas propicias
Y esquirlas de clemencia
Cerca la gratitud sus campos.
8
El día acontece lleno de estruendos,
Lejos de la memoria.
9
La voluntad es una estela
En la caída de efluvios.
Una reminiscencia apartándose.
10
Sólo se conserva la nitidez
Del desamparo;
La claridad sofocante
De la caída:
El esternón y la súplica dislocados.
11
Se demora la lucidez
En la vertiente del vértigo.
12
Imperturbable hastío.
13
Las naves y olvido
Hacia otros acercamientos.
No se mueve la lejanía
Que Dios es.
14
El resplandor nos sostiene
En su península apócrifa.
Hemos llegado,
Hemos levantado nuestra bienvenida
Desde la entraña del adiós.
15
En la sombra hay ínsulas
Adonde no llega
La sal de los deslumbramientos.
16
La sal de salmodia
Dispersa el ramaje
De los pasos.
17
Es Dios quien mueve el pedal de la nada.
18
El ocaso del movimiento
Ilumina la comparsa
Del abandono.
19
El hombre es un páramo.
Dios, el espejismo involuntario.
20
Estoy lejos de la asequible comarca.
Un peldaño separa al mí del yo.
21
Estepa solícita
Que contrae la germinación
Y el diluvio.
Estepa, está penado el paso ciego:
El antígeno.
22
El puerto nómada,
La nave implantada en la fijación
Ocular.
La ausencia sustenta los dos ejes.
23
Colmena del despertar.
Las abejas merodean
El crepúsculo de la visión.
24
La casa se agolpa
En el reflejo de los cristales.
Aún vacía
Es una reiteración
De una presencia.
25
La tiniebla es el peso
De todo desarrollo.
La victoria se ejerce
Desde el abismo.
26
Como un sucio rencor
Va atándose el infierno
Al estrecho canto,
Al crepitar de alas,
A las nervaduras del vendaval.
27
Un caudal doblega la insistencia.
28
La irrealidad nos desmiente.
Somos los pasajeros del tren del absurdo,
Vamos y volvemos sobre un punto,
Ese punto está enclavado
En el corazón.
29
Un cuerpo flagelado
Se destruye en el filo ciego
De la impiedad.
Hay hombres que flagelan a Dios.
30
Los ojos,
Arpones contra el muro.
Hasta que la mirada
Lo torne invisible.
- Virginia Brindis de Salas
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