Poetas

Poesía de Honduras

Poemas de Amanda Castro

Amanda Castro (Tegucigalpa, 12 de octubre de 1962 – 18 de marzo de 2010) fue una poeta hondureña. En 2008 le fue otorgada la Hoja del Laurel en Oro.

LA MAMÁ

Alta y de piel oscura
grande mitológica
peleadora y tierna era la mamá
sus ocho hijos todos aprendieron a leer
a creer en Dios
a entender lo que su madre amaba
ellos
todos con título de secundaria
profesores secretarias
todo
por aquellas manos carrasposas
agrietadas por manos de la angustia
y el abandono
-aquellos hombres que prometieron ayudarte
y se marcharon-
todo
por aquellas manos
rajadas por el olor putrefacto
-lugares donde ella buscaba el pan-
limpiando pisos
limpiando servicios
limpiando
todo
por un pan para sus hijos
porque sus hijos fueran a la escuela
porque tus hijos fueran alguien
por darles lo que vos nunca tuviste
una cama en lugar del petate
una casa en lugar del cuartito maltrecho
una vida en lugar del tormento
Mamá
¿No te das cuenta?
cambiaste el curso del sol
con tus manos
con tu enorme cuerpo lacerado
El sol en tu frente
cuesta abajo cuesta arriba
de vuelta al trabajo
asegurando el futuro en tus manos
(las mismas que hacían la ropa
más simple del universo)
-el amor encerrado en un cuerpo de mujer-
Mamá
no te das cuenta
cambiaste el curso del sol.

LA NIÑA

Con tus ojotes
me mirás desde tu esquinita
-ese lugar
donde se tejen los versos
y el amor-
quiero tocarte pero no puedo
Aprendiste demasiado temprano
que no podías confiar en nadie
y cuando me acerco huyes
-huyes cuando se acerca cualquiera-
Antes de descubrir las palabras
ya conocías el dolor del abandono
desde entonces te habitó la amargura
nunca tuviste tiempo para sentir un pecho
y nutrirte de amor y de esperanza
te quedaste suspendida
en el espacio del deseo
-deseo de ser deseada-
Más tarde vino lo más violento de la vida
la persona en quien más querías confiar
te enseñó esos juegos secretos
que te arrancaron el habla
y la cordura
el amor ya no era una cosa linda
sino un dolor que violaba
la pureza de tus manos
descubriste esa esquina de lugares mágicos
donde el tormento y la angustia no existían
Te separaste de todo
-de mí, más-
Te volviste sombría
Todo te hacía sangrar
las primeras heridas
Hoy te veo en tu esquinita
pidiéndome a gritos
que no te deje morir
y sufro al no poder
darte explicaciones
mis ojos se acobardan con los tuyos
Tampoco comprendo
cómo se puede rechazar a un recién nacido
cómo se puede violar la inocencia
de alguien que nos quiere
cómo se puede matar a un niño
Todos vivimos alejándonos
de la vida
aprendiendo a matar
-odiándonos-
Pero hoy
con tus ojotes de luz
nuestra esperanza crece
igual que los versos en tus manos
Vivo
en espera del día
en que podré abrazarte
ya no te niego
el derecho a la rabia
ni las palabras
hemos descubierto
el amor

La Creación

En el principio
era el sueño
y con sus sueños
los espíritus tejieron las canciones

Los espíritus creadores descubrieron los poderes
de la chicha y el tabaco
y fue así como la vida aprendió a soñar

Primero
soñó el fuego
que existía en el vientre de la mujer

Con el fuego vino la luz
y la tiniebla
El fuego estalló en mil planetas
el sol y la luna
Después soñó el aire
y su oxígeno mantenedor del fuego
El aire desato la ventisca
y dispersó los planetas

Más tarde vino el agua
que controlaba el fuego
Pero vio la vida
que el fuego el aire y el agua
vivían en el vacío
y creó la tierra
para darles un hogar
Así nacieron los cuatro elementos básicos
para la vida

En el sueño de la tierra el sueño del agua
hizo surgir el mar
los peces
los árboles
los animales
y las flores
En el sueño de la tierra el sueño del fuego
hizo surgir los volcanes
las montañas
y las islas

En el sueño de la tierra el sueño del aire
hizo surgir las nubes
los truenos
y las lluvias
Y con las lluvias nació el sueño
de El Maíz
Después
los espíritus creadores hablaron con la vida
dándole un libro muy viejo
lleno de datos y figuras
diciendo:
Éste es el Libro de los Libros
en él encontrarás
la forma de soñar nuestra existencia
cuando terminés de leerlo
habrás soñado nuestros cuerpos
–Esta es la historia del pueblo K’iche-
Y fue así como la vida soñó
los seres de maíz
–los hombres de maíz-
–las mujeres de maíz-
los ancianos
y los niños
Y a cada ser
la vida le dio
una porción de los cuatro elementos básicos
y la libertad de usarlos a su albedrío
Y hubo seres que fueron todo aire
y se desvanecieron enseguida
Otros fueron todo agua
y el maíz se les podría en las entrañas
Otros eran todo fuego
y cada cosa que tocaban se quemaba
Los últimos eran todo tierra
ellos acumulaban la tierra
olvidándose de sembrar el maíz
y perecían
Y vio la vida
que los seres de su sueño
no habían comprendido
el propósito de su existencia
entonces se alejó
dejándolos
abandonados a su suerte

Éxodo

Todo se había vuelto un Profundo silencio
–un caos como al principio–
Bajo una piedra se hallaba
la placenta de la vida
que podrida como estaba
hizo surgir a Odosh’a
el espíritu del mal
Xibalbá
–la casa de los cuchillos–
–la casa de los tormentos–
Los seres de maíz
empezaron a pelearse entre ellos
y fue así como nació el odio
y el llanto
En la casa de los murciélagos
la sangre del maíz se transformaba
en vísceras humanas
En la casa de los espejos
los hombres se arrancaban los ojos
con las manos
–Odosh’a les enseñó a matar
y Odosh’a estaba alegre-

Satinada pantalla de la noche

Frente a esta satinada pantalla
tus labios envuelven mi cuerpo
me palpás completa
te palpo infinita
mar en calma
—la profundidad de mi piel
hundida en la tuya—
el palpitar de tu sangre
fluyendo en mis labios
bestia en celo
ansiosa y desatada

Tus labios
henchido deseo
en mi boca
manantial de lirios florecidos
y sé que te amo
en este desierto infinito de la memoria
alargada por los sueños

Te veo de pie
tras mis hombros
levantando mi pelo
tu aliento escurriéndose
apenas roza mi piel
y dejo caer el peso de mis años
para amarte una vez más

Reís
con la sonrisa de una mujer joven y libre
y nos veo adolescentes
explorando nuestros cuerpos
igual que la primera canción
redondeando la curvatura
de un seno despierto
con el toque y la humedad
de las lenguas
la endurecida punta
para complacer

Y me veo
lamiendo tus labios
prolongándome la vida
y acercándome a la muerte
envuelvo mi lengua con las palabras
que me has dado siempre
y te encuentro sentada en Mi Centro
—que ahora es el Tuyo—
y saboreo la sal de tu angustia
que lo absorbe todo

Con tus gritos tiernos
epitafios de placer
libero tu pelo
ondeando al viento otoñal
de nuestras costas
transparentes y profundas
estoy
apaciblemente tierna
rodeada por tus piernas
—barco por fin anclado—
aflojo de mi pecho
su amargura
—Me entregás todo—

Me elevo por los aires
con los duendes
que despiertan entre mil llagas
mi piel adormecida
el sollozo de mi llanto
placentero y pleno
salpica tus mejillas puras

Mi eterna compañera
te veo en la cocina sonriente
tragándote las gotas
que resbalan de mi frente
de mi pubis
tu lengua recorriendo
el abdomen contraído
de deseo
y subís
y subís
hasta los pechos
tus dientes los dominan dulcemente
y me estremezco una vez más
el sol y el mundo desaparecen
ante mis ojos
—ah!! la nada existencial!—
vivir la vida entera en un segundo
y soy bajo tu piel
la sangre que nos une
en nuestro lecho
y soy bajo tu piel la mujer que había soñado ser
y soy la mujer que ama a otra mujer
y soy tu mujer
y soy por fin quien soy

Primitivo amor

Primitivo es este deseo
de acercarme a tus labios
nuevamente
y morder tiernamente
tu cuello
sin llegar a lastimarte

Primitivo es este eco
que se agolpa entre nosotras
cada instante
recorriendo nuestras fuentes
como esferas de colores
—kundalini estremecido—

Primitiva es esta voz
que me despierta
el roce de tu piel
y una caricia prometida

Primitivo es este líquido
que derramo
sobre papeles blancos
como la sangre intensa
acumulada en el deseo
doloroso de mis labios

Primitivo
es este amor
que te propongo

Extensión de las horas

Has venido a convertirte en todo
Extendiendo mis horas
repaso en mi memoria
tus ojos
relámpagos fugaces
fugitivos
tus manos
universos diminutos
de ternura y miel
la humedad
de tus labios
desatando en mis entrañas
una bestia adormecida
la curva de tu cuello
entre mis manos
trémula
tu olor a nardos y deseo
el eco profundo de tu voz
en despedida

Mi entraña arremetida
contraída
alada en convulsiones
derramándome toda en tu recuerdo
día y noche
con el constante salto
entre la piel y la esperanza
buscando una excusa para llamar
para escuchar tu voz
como granizos en mi espalda
para sentir de nuevo este hoyo
para sentir de nuevo
en tus labios este dolor
que atormenta mis pasiones
y mis sueños