Poetas

Poesía de Uruguay

Poemas de Amanda Berenguer

Amanda Berenguer, nacida en Montevideo el 24 de junio de 1921, es una de las voces más resonantes de la poesía uruguaya, perteneciente a la ilustre Generación del 45. Su obra es un universo de imágenes donde la palabra se transforma en un vehículo de exploración, revelando los misterios de la existencia y el lenguaje. En su poesía, la realidad y el sueño se entrelazan, creando una atmósfera de profunda introspección y belleza.

Desde joven, Berenguer mostró una fascinación por la palabra escrita, y en 1944, junto a su esposo, el escritor José Pedro Díaz, fundó la editorial La Galatea, que se convirtió en un faro para la literatura uruguaya. Su poesía no solo fue un ejercicio de expresión personal, sino también una exploración de los límites del lenguaje y su capacidad para capturar la esencia de la experiencia humana.

Obras como «Quehaceres e Invenciones» (1963) y «La dama de Elche» (1987) destacan por su maestría y profundidad, ganando múltiples premios, entre ellos el Premio Bartolomé Hidalgo y el Reencuentro de Poesía de la Universidad de la República. Estos reconocimientos confirman la relevancia de su obra en el panorama literario hispanoamericano.

A lo largo de su vida, Berenguer recibió numerosos galardones, incluyendo su nombramiento como Académica de Honor de la Academia Nacional de Letras del Uruguay en 2006, un tributo a su contribución a la poesía y a la cultura del país. Sus versos, como delicados hilos de un tapiz, continúan tejiendo la historia de la literatura uruguaya, resonando con una fuerza que trasciende el tiempo.

Berenguer dejó este mundo el 13 de julio de 2010, pero su legado sigue vivo, iluminando a nuevas generaciones con su enfoque audaz y visionario. Cada uno de sus poemas es un testimonio de su habilidad para encontrar lo eterno en lo efímero, lo sublime en lo cotidiano, convirtiendo su voz en un eco permanente en el vasto universo de la poesía.

Comunicaciones

Urge el pensamiento conectando
¿se siente? ¿alguien entre líneas?
¿errata? ¿paréntesis? ¿qué signo?
¿escuchan?
(La claridad del lenguaje
tiene apenas
la intensidad ambigua del poniente)
Estamos aquí, lanzados a la noche
terrestre, apretujados,
aquí, en la noche terrestre, aquí
en la noche terrestre.
De nuevo el hilo
el cable roto, el deslumbrante
cortocircuito.
¿No oyen? ¿No se oye?
Palabras mías, insensatas,
hechas de furor y de locura,
cuantiosa tesitura negra
a borbotones desbordándose
hacia dentro, hacia
el fondo
interpolado de rígidas luciérnagas.

Tiembla y destella, hace señales,
todas son huellas de la eternidad,
enumeradas y prolijas,
cuernos de caza, al mundo
aullidos de perros, está el desierto,
toques de peligro, inútilmente,
pasos cambiados, ¿dónde?
campanas para niebla, una piel fosforescente,
pedidos de auxilio, y envenenada,
sirenas de patrulleros, llamando,
gritos de alarma, solo, solo, solo,
bocinas de ambulancias, se hace tarde,
quiero saber si se hace tarde.

Un código de emergencia,
un vaso de agua, un hueso
para la inteligencia,
un alfabeto de clave radioactiva,
o telepática, o nuclear,
o una sustancia de amor
para esta extrema ubicación,
25 de abril de 1963, otoño,
en mi casa, hemisferio austral,
aparentemente a la deriva.

TAREA DOMÉSTICA

Sacudo las telarañas del cielo
desmantelado
con el mismo utensilio
de todos los días,
sacudo el polvo obsecuente
de los objetos regulares, sacudo
el polvo, sacudo el polvo
de astros, cósmico abatimiento
de siempre, siempremuerta caricia
cubriendo el mobiliario terrestre,
sacudo puertas y ventanas, limpio
sus vidrios para ver más claro,
barro el piso tapado de deshechos,
de hojas arrugadas, de ceniza,
de migas, de pisadas,
de huesos relucientes,
barro la tierra, más abajo, la tierra,
y voy haciendo un pozo
a la medida de las circunstancias.

El vidrio negro

el cono de la lámpara me pone a foco
más cerca
más nítida
me veo y me ven

la imagen con fantasma ajustará sus círculos
y no sé si cubrirla ya con un paño de lágrimas

el recuadro de una silla enmarca la lluvia
sobre el vidrio negro
el árbol en lo oscuro
inclina del otro lado sobre mi hombro
su brillo cubierto de hilos

la ventana es un ojo
un dragón de tinta-
esa torcaza colgada a mis espaldas
proyecta una espiral amarilla
y mostacillas de fósforo le queman las alas

se repite-
el vidrio negro nos envuelve malignamente:
la ventana es una célula encapuchada
una mirada fotográfica
un revólver

el cono de la lámpara me pone a foco

está sentada vestida de rojo escribiendo
mira de vez en cuando la ventana
la lluvia sobre el vidrio negro
le apuntan:
es un blanco perfecto

La invitación

Un adónde de sombra, un pozo vivo
graznando como un pájaro violento,
a veces me aparece a la hora incierta,
al alba fría, espantadora de otras
criaturas, y me empuja de nuevo.

Porque yo estoy demás entre los seres
que usan la alborada, estoy de sobra,
triste junto a la mesa recién puesta
de la resurrección. Ah! no podría
a mi antojo domesticar la angustia,
hasta hacerle sangrar la alternativa
de una estrella brillando sobre el día.
Acaso voy entre soñada y muerta,
arrastrando una historia donde tiembla
la cabeza muriente de la luna,
pero llevo el anillo, esa corona
del otro reino, para no olvidarme.

PAISAJE

Una estrella suicida, una luz mala,
cuelga, desnuda, desde el cielo raso.
Su cerrada corona acaso sangra.
Acaso su reinado es este instante.
Crecido el mar debajo de la cama
arrastra los zapatos con mis pasos
finales. Sacan los árboles vivos
un esqueleto mío del espejo.
En el techo los pájaros que vuelan
de mis ojos brillan fijamente.
Acaso no esté sola para siempre.
La mesa cruje bajo el peso usado
de las hojas secas. Un viento adentro
cierra la puerta y la ventana y abre
de pronto, entre cadáveres, la noche.
También mi corazón. Ya voy, tinieblas.

Primavera I

A veces en que estamos sobre el mundo
para ver la espantable maravilla,
en que vemos nacer la primavera
bajo un grito mortal, como los niños.
Hay veces tan difíciles, y estamos
de pie, en la irrespirable tolerancia
de la tierra, entre luces de peligro,
comiéndonos las uñas, escribiendo
una letra con tierra sobre el cielo,
para vernos el hasta dónde, el hasta
cuándo, y vernos a veces como muertos
con los huesos floridos, así reyes
yacentes y enjoyados. Para vernos.
Y hay veces entre otras, tan serenas,
en que vamos de sombra, y no se ve.

No quieres venir a llorar conmigo

¿No quieres venir a llorar conmigo?

Hay algo/la ciruela morada cayó del árbol/
una nube oscurece plácidamente
la habitación/ ¿nadie?/
goteaba la canilla de la cocina
serena y suave/te necesito/estoy
descendiendo por una escalera mecánica
que me lleva a ciegas/¿soy yo?/
sin embargo me veo sentada a la mesa
escribiendo y
«cuando quiero llorar no lloro
y a veces lloro sin querer»/

hermano mío/haremos una reunión
plañidera en las entrañas de la angustia/
el tiempo nos mira y nos engaña/
¿trampa?/¿alucinación?/ la ciruela morada
cayó del árbol/-lo siento/dijo el viento/
y pasó de largo/llevándose lo más querido/
y aquí estoy/en el borde mismo
de lo que no sabemos/en este rincón
de la casa/ te necesito/óigame quien me oiga/
¿quieres venir a llorar conmigo?

VIAJE

Yo estuve seguramente encaramada
en los finos ramajes a prueba de astros
desprendidos o maquinales satélites
a horcajadas sobre el lomo
de un estatuto burgués
―al menos me parecía― una rama
del paraíso penúltimo del miedo
tan parecido era al caballo
que de niña galopaba
de tarde entrando hacia la noche
por una puerta falsa que se abría.

Vamos me dije galopa de nuevo
hacia la sombra vamos
a dar la vuelta a darnos vuelta
la vuelta me dije ahora decisiva
hasta la otra cara del nosotros
pisando esas hojas de otoño reincidente
compañeras de estación y solidarias.

Cuando dejamos palabras endeudadas
y el viejo pensamiento entreverado
con la tierra removida
y anduvimos sin parar un tiempo semejante
al de la vida
los otros murmuré nosotros
nosotros me puse a gritar despabilando
amor y hambre
mientras cruzaba la línea divisoria.

Lo otro

Cuando temblando estoy por acabarme
bien, boca abajo, dándome de dientes,
entonces siento por la dura vía
la carroza propicia, su motor
palpitante y puntual, trayendo pruebas
del límite del mundo, con mis letras
borradas por las flores. Pero un árbol,
sólo uno en su sitio bastaría
para situar sin miedo la otra tierra.

La carta

escribo una carta infinita
en la pared ambigua del recipiente
que me contiene
unas veces adentro
otras veces afuera
sin levantar el bolígrafo
escribo una carta infinita

La cinta moebius

Palpo lentamente
una cinta de Moebius siento
ese breve vértigo de entrecasa
o escalofrío en su jaula toco
ese pájaro por fuera y esa ostra por dentro
sucesivos palpitantes
sigo su unilátera hoja ambigua
hermafrodita
exterior e interior a un mismo tiempo
pulso el insalubre vibrátil sedimento
de la pura verdad
los seudópodos hacia lo oscuro
las ideas de paso sonámbulo que andan
por los alrededores de las doce del día
la celda callada la pieza “se alquila”
en el patio de la ruidosa boca ciudadana
rozo marchitas flores de visón
recién polinizadas
sus hojas de foca brillante a cuenta
de negra primavera los cuerpos de pelo lacio
de fibra córneo escamosa colgados
en los andenes ahumados o en los muelles
donde los changadores escupen tierra
o en los salones para pasajeros
así resortes trabados en cajas fuertes
recuerdos
así bengalas sin encender
recuerdos
así expresos estacionados vacíos
recuerdos acaricio
la memoria pronta a saltar elástica
una fotografía instantánea sobre el pretil
de la oficina de treinta pisos fábrica
en Tokio o Brasilia
hacia la posición natural de descanso
tanteo recorro camino la otra cara
la fabulosa cara la doble cara la misma
cara tu cara anacrónica
mi cara alquimia social
¿te asustas? ¿respiras? ¿comprendes?
te veo y nos ven sobremanera
el rostro semblante fachada
o superficie anterior no olvides
recuerda el anverso presencia
marchando a hasta para por
según sin sobre la cara de dos vueltas
interminables
apura cara de juez tu veredicto
escucha cara del montón escucha
cara de perro otra y otra más
cara de pocos amigos no mezcles
grasa aceite agua hirviendo
cara de vinagre
cara de risa la expresa
que viste y calza máscara para gases
cara y cruz abrazadas
gestando huevos de oro en la bodega
de la “Santa María” hollando el aqueronte
dispara carabina ametralladora
hasta el caracú profundo caracú expuesto
Ácaramba! carantamaula
resbalo entro cavo
esta cueva centrípeta refugio
atrayente mina carbonífera
(32 mil metros cúbicos de roca viva
para abrir el túnel de Simplón)
atestada de diamantes venenosos
canjeables por vida por menos
que vida por vida desvivida
este corredor sin salida corredor
en derredor ovillo alrededor lazo enroscado
escalera rampa encaracolada
¿quién de nosotros quién
le encuentra el cabo a la madeja?
vagabundos caminantes ahí
ahí en el hueco de tu mano
se ven ahí
las tres inciertas parcas mineras
investigadoras educando
conejos de India filamentos eléctricos
murciélagos de onda ultra corta
para un curso experimental
de expertos en corruptología
ahí en el fondo en la cripta anunciación
subimos paloma uterina escudo
caparazón cúpula de barro arriba ascensor
muro Le Corbusier cielo de cemento
último piso
torre esferoidal de acero construcción
voladiza en ladrillos de vidrio
techo astronómico boquiabierto
astrolabio
provisto de limbos graduados
para medir el ángulo sujeto a error
de la eternidad entre nosotros
entre casa observatorio
entre tú y yo amantes
hechos una misma velocidad de cuerpo y alma
alunizamos en nuestro propio corazón
dimos la vuelta a la tierra de Moebius
marchamos sobre su pista enguantada
a kilómetros años luz de vertiginosa
felicidad.

El cuento

este frágil objeto que me alberga/
acaso tenga una forma inquietante/próxima/
botánica:
¿»espada de San Jorge»
lidiando con un dragón de tinta?
¿árbol en el despegue
que arranca sus raíces de la entraña del vidrio?
¿géiser vegetal
surgido del hueco de la botella?
¿almácigo de la altura?

treparé por la planta de la habichuela
que cuentan/que crece y crece/
y que ha crecido aquí dentro/entre mis cosas/
y me asomaré/para saber si hay afuera-/
por el cuello incierto de la botella