Poemas:
Porque el espejo y tú
Porque el espejo y tú
saben la ausencia,
porque conocen bien
esos perfiles
que aún cuando
no están,
siempre penetran
en aguda ecuación
la franca zona
de voraces,
levíticos laureles:
porque al juego sutil
de los reflejos
la uña y el olor
sudan la misma
liviana comezón
sobre el espectro de las formas
que nunca se repiten,
pero que viajan
latitud al cerebro,
en un tenaz proceso
de horizontes,
para que el hueso
sin memoria exista
al borde de otra piel,
ya sin el límite:
a nadie le diré
que te he tocado
y sin saberlo
supe atravesarle
el corazón al vidrio
del silencio.
Puedo dejarte ahí entre las cosas
Puedo dejarte ahí entre las cosas que se saben sentir
llenando el pecho de claridades y vicisitudes
sobre un campo de lunas abstraídas
donde el dormir sabe llamarse insomnio
y el color de la luz habla consigo.
Puedo sin duda alguna disolverte
a secretos sabores en mi boca
y sin habar de ti puedo nombrar tus consonantes,
los ligeros sudores de tu axila,
el espacio que media entre tus vértebras
cuando entonas una que otra canción detrás del aire
y las dejas caer como un descuido
sobre las piedras o acaso entre los árboles.
Puedo decirte a veces los azules
que gobiernan códigos y singularidades
a tus párpados, tus sonrisas, tus desganos.
Puedo llamarte entre los otros nombres
los que sabes usar si es que deseas
que la ciudad le borre huellas a tus pasos
hasta que tú decides desbordarte a presencias
electrizando con tu olor a mujer ,
los techos , las ventanas, alguna que otra fuente
o el horizonte donde mis ojos
alimentan el perfil de la vida o la devoran.
Para la que en su marcha
Para la que en su marcha, jamás desaparece,
para la que es siempre su infinito posible
para la que llena con su abierto sonido
inescrutables rutas al balcón de mi ojo,
para la que despliega como bordada falda
su serpiente de luces
al lomo imperativo de las noches,
para la que monta, al amanecer,
su carroza de luz y la derrama
en esa interminable espiral de su espejo,
para ella,
se levanta mi corazón
como un gran viento y canta,
la resonancia del jazmín,
su centro.
Para ella despierto consciencias de horizontes
dándole a cada pájaro el poder de sus vuelos.
Sin palabras,
mi boca toca a la indefinida,
la voy reconociendo,
no tengo que atraparla,
porque, ella, la sin borde,
sabe existir y existe
fuera de toda rueca de pensamiento o hábito.
Para que yo me atreva a sentir sus maneras
es capaz de inventarme las uñas de los pies
y hacer que se comporten de acuerdo a las cigarras
o acaso divertida con lo que no imagino
las trueca,
enredadera que crece entre los riscos
de un país que aún no sé que he fabricado.
Entre las dos no cabe un pretexto de búsqueda
somos esa presencia que se va descubriendo
en creación continua de semilla que sabe
condiciones de árbol y fruto al mismo instante
que a voluntad decide hacerse al verde, dulce,
para estación de dientes e incesantes libélulas
que reajustan los círculos donde la luz conversa
o diluyen las fórmulas a su estación más simple.
Entre nosotras huelgan condiciones de espacios,
se sueña libremente,
enardecidamente,
a otro caudal la vida.
Ocúpame
Ocúpame, temporal, al barroco de la oreja
Manta-raya de lengua déjame atravesar tus formas
redescubriendo latitudes al arrecife de tu córnea,
y júntame de lleno en apetencia marfil contra marfil,
abriendo a enamorada línea tus pezones,
desintegrando el control que reside en tus tobillos
hasta sentir como sortija la presión de tus piernas,
a punto de explosión tensar la aorta.
Invítate conmigo a lo distinto de acariciar navajas
a un punto de deseo que electrizante cruce
la ingobernable esquina de mi cuerpo,
su gusto de conquistar necesidad de alturas,
torbellinos.
Médula al crisantemo,
ayúdate a vivir como se debe:
en estación de cráneo, a filo de huracán,
pasión donde es posible penetrar en secreto
la inevitable dimensión, su derramada oscuridad,
sitio del gozo alimentando voces, desafiando panteras,
reproduciendo lo bizantino de una cala-lirio
a vértigo de asombro entre los dedos;
cuadratura geográfica donde el besar como instrumento,
puede,
duplicarse Sur sobre todo Norte a permanencia,
porque adentrar de golpe la existencia es simplemente
saborear o reducir el espacio a intensidad de amor
detrás del labio,
o en el hueco del cuello a su diverso,
a su implacable empalme, donde la dureza,
canta o destila su péndulo de éxtasistres
pulgadas debajo del ombligo,
sin condición,
porque gesto en silencio de otra voz me nombras
la única,
la más brillante y fuerte de tus sílabas.
La madre que ahora tengo
La madre que ahora tengo es la misma y es otra entre las muchas
de las cuales he sido nacida,
no me levanta como en otros tiempos en antiguo lenguaje judío
ni tampoco me levanta en lenguas arameas,
ni siquiera en un árabe olvidado que todavía tiene resonancias
entre los dientes de mis tatarabuelos
o en esas otras lenguas de los que pasan
sin saber que sus sonidos también me pertenecen
y que me viven por encima de mis presentes apellidos.
La madre que hoy coexiste o a ratos me reconoce en sus perfiles
en sus maneras de doblar las sabanas,
de acariciar un libro con los ojos
de echar a andar diseminando de la cabeza pensamientos, rumbos,
me cuenta ensimismada los giros de su infancia,
lo insólito de vivir junto a mi abuela Nena
mi abuela que sabía leer en el aire los pasados
el futuro y los pliegues del presente
a cualquier rostro que tuviese cerca.
La madre que ahora tengo conoce cabalmente los exilios
y los puede nombrar uno por uno en los claros arroyos de su cara
si se mira al espejo recordándose.
La mujer que hoy por hoy yo llamo madre
a la que puedo nombrar nombre por nombre
sin equivocaciones de mi parte,
me ha otorgado como último regalo en esta tierra
mi pasaporte para el no regreso a esta heredad de lo azul
donde he vivido innumerables existencias a tope.
La madre que convive en mi cerebro y canta al corazón
nanas o adagios para que yo no olvide
la eternidad de esta raíz que llevo como una trepadora
alimentando el golpe de mis vísceras
entre la aorta mayor y el punto frágil de mi sien izquierda,
ha vuelto de visita con esta alineación de los planetas.
Esta mujer y yo representamos
la serpiente que se muerde la cola y resucita.
Has estado cayendo
Has estado cayendo
todo el día
como un distante filo
hacia mi rostro
hablando tu vivir
con mi memoria;
no quiero ser
testigo a tu presencia
logro ausentarme a ratos
de tu asedio
de tu constante diálogo
a mi frente,
que como tú, se me hace imprescindible
pone fiesta a mi piel
cuelga piñatas
al corazón
y tira sin piedad
de mis sonrisas
hasta ponerlas
del color del aire:
allí vuelas cometas,
coroneles de luz
como tus ojos
que se repiten
en sin final imagen
de reflejos;
sólo entonces
la niña que soy
bate las palmas
mueve los invisibles hilos,
te convoca,
maniobra tu presencia
en el espacio,
que ya es varilla
en un papel de china
en perfecto equilibrio
con mi atmósfera
y la mujer en mí
casi contempla
en silenciosa soledad
los giros
de tu ausencia
cercando mi cabeza,
el voraz contrapunto
de ese juego
donde la sombra de tu amor
me roza.
Como verbena mi boca I
Como verbena mi boca
se detiene frente a ella.
Nadie es capaz de conversar
la historia que sin esfuerzo crece
a su secreto de constelaciones.
Quién puede descifrar este gran hábito,
esta manera de encallar el hambre
en la continua furia de los higos;
atómica raíz reconstruyendo el gusto,
desvistiendo presencia entre los dientes.
Y es que cuando te dices,
cuando sin darte cuenta
vas soltando tus risas
desamarrando en pleno todas tus voluntades,
calibrando nocturnos pentagramas,
atmósferas, donde vas preparando
tu doble itinerario,
inexorable arquitectura
con mi yo inagotable,
sin decírtelo, entonces,
te voy prestando rutas
sitios llenos de únicos,
indómitas ciudades
que nacen a mi cuello
sorprendiendo tu espacio,
mapas para países que pre-existen
despiertos en la alcoba de mis manos
esperando que pases del brazo de otras gentes
enloqueciendo el aire,
redescubriendo a posesión la altura
torre de olor que brota,
para ti, de mis dedos;
tiempo donde tus días por ser,
se vocalizan.
Cómo te contaré
Cómo te contaré
de esa mi casa,
ese pueblo que nadie
en fija residencia quiere,
mi rechazada casa
donde amigos y gente
que aún no encuentro
viven planeando
como irse de ella.
Violenta latitud
quemando el aire.
Mi desmembrada casa
donde todos se sirven en bandeja,
asesinatos, besos, amarguras
y una ternura
que a mitad de cuerpo
nos sorprende
el viaje en equilibrio
de los ojos.
Mi casa definiendo
el horizonte
de rostros que se van
y otros perfiles
que jamás rodarán
por el amplio cuchillo
de esas calles.
Allí tuve un aroma,
una presencia
y diecisiete años
sobre el pecho,
allí aprendí a perder
todas las cosas:
los sonidos más simples,
las ausencias,
las ventanas,
los mástiles,
ciertos tonos de azul
que tiene el agua
y la manera de tocar la vida
tan sólo con el golpe de la vena.
Biografía:
Alina Galliano. (Manzanillo, Cuba, 1950 – New York, EEUU, 2017). Poeta cubana. Salió de Cuba en el año 1966 rumbo a España, donde vivió por un tiempo y luego se radicó en New York City. Muere en esta ciudad en 2017.