Poetas

Poesía de Uruguay

Poemas de Alicia Migdal

Alicia Migdal, nacida en Montevideo el 5 de diciembre de 1947, es una de las voces literarias más intensas y profundas de Uruguay. Escritora, crítica y periodista, ha explorado con maestría la poesía, la narrativa y el ensayo, fusionando géneros y desdibujando fronteras. Migdal se sumerge en el lenguaje para construir una obra que busca rescatar el sentido de aquello que parece perdido, siempre a través de una prosa decantada, económica y poderosamente evocadora.

Su formación literaria en el Instituto de Profesores Artigas le brindó una sólida base que enriqueció con su trabajo en la editorial Arca y en la Biblioteca Ayacucho de Caracas, sumergiéndose en el pulso de las letras latinoamericanas. De regreso a Uruguay, Migdal se consolidó como una crítica cultural destacada, siendo jefa de la sección cultural del semanario La Semana y colaboradora en prestigiosas publicaciones como el diario El País y el semanario Brecha. Su participación en jurados de literatura, cine y guion subraya su compromiso con la cultura y su ojo crítico.

Desde su primer libro, Mascarones (1981), Migdal muestra una capacidad única para evocar el tiempo efímero de la vida humana, retratando lo que se esconde en la cotidianeidad con una mirada casi ritual. En su narrativa, la intensidad de la herencia judía, el desdoblamiento de lo femenino y masculino, y la densidad de la infancia se entrelazan para abrir paso a una escritura que “cuenta sin contar”, como se describe en su novela La casa de enfrente (1988), finalista del premio Bartolomé Hidalgo.

Su consagración como una de las grandes de la literatura uruguaya quedó reafirmada con Historia quieta (1993), obra que fue premiada y publicada en francés. Su visión poética, sin embargo, continuó expandiéndose con cada publicación, destacando en obras como En un idioma extranjero (2010), que mereció el Premio Nacional de Narrativa. Con su reciente novela El mar desde la orilla (2019), Migdal demuestra que su poética sigue creciendo, indagando en los rincones profundos de la identidad y el recuerdo.

La obra de Alicia Migdal persiste en acercarse al “material caliente y lejano” de nuestra vida secreta, trazando un mapa de la memoria y la cultura que se imprime en la literatura uruguaya y en la sensibilidad de sus lectores.

SE LE APARECEN
pedazos de ciudades, mientras camina o
ejerce actos simples. Un monte hirsuto y
perpendicular, esquinas de esperas malsanas,
la vereda de algún bar expectante, aires
envolviendo estatuas que se perdieron.
Camina rodeado de sigilos y arrebatos de
ciudades otras, y en todas sonó una cifra cerrada.
Y había que deshacerla, para no ser, más
adelante y en la otra ciudad, pulverizada
por un pasado sin recuerdo.

***

PARA SER
precisos, es necesario decir que la única ex
periencia verdadera que conozco es la de
escribir cartas. Me refiero, claro está, a las ex
periencias que permiten, alguna vez, tocar
el fondo de las cosas, alguna vez. Porque
escribir cartas es uno de los estados más
cercanos a la anormalidad, al placer y a la
muerte. Se parece al amor pero en realidad
lo supera, porque todo lo que en el amor es
concentración extrema y equivocidad, en
las cartas alcanza su máxima pureza, su
pérdida de marcos, su entrega aberrante a la
soledad de la cabeza. No importa que estas
cartas sean contestadas y hasta correspondidas;
el fenómeno no deja de ser, por ello,
menos delirante. Porque están hechas de todo
el pasado del que escribe, a pesar de él,
aunque no lo invoque. En ellas aparecen,
como en un palimpsesto, los deseos primarios,
los sueños soñados de noche, los soñados
de ojos abiertos, toda la gama de inútil
sensibilidad, de abierta vulnerabilidad de la
infancia. Todo está autopermitido en la carta;
ella ha establecido, a pesar del que la escribe
y contra él, su espacio propio y humillante,
su lugar de trascendencia y de castigo;
la carta ha establecido la eliminación
del futuro, ha trastocado el presente,
ha enloquecido las distancias impertérritas, ha
transformado al destinatario, antes que nada,
en un ser idéntico al que escribe,
es decir, en un ser imposible.

Colectivo

Hay varios poemas escritos
por otros y hasta por mí

y que tal vez se ignoran o se eludenescritos
en momentos de calma corrosión
o confianza paradojal
que esperan tan solo referir
lo indecible vivido
o muerto inútilmente
entre todos y por nada o
poco más
(finalmente)
que ese conjunto de palabras
consumadas, y a pérdida.