Poetas

Poesía de España

Poemas de Alfonso Costafreda

Alfonso Costafreda (1926-1974), el poeta que emergió de las tierras de Tárrega, provincia de Lérida, dejó una impronta poética que resonó más allá de su tiempo y geografía. Su viaje literario comenzó en Madrid a finales de la década de 1940, donde las letras se entrelazaron con sus estudios de Derecho. La capital le brindó amistades con luminarias de la generación del 50, como Blas de Otero y Vicente Aleixandre, marcando el inicio de su travesía poética.

En 1949, la musa le sonrió con el premio Boscán por “Nuestra elegía“, un preludio de su maestría lírica. Sin embargo, el destino lo llevó a Barcelona en 1948, donde la pluma de Costafreda danzó al compás de autores como Gil de Biedma y Carlos Barral. El poeta se convirtió en tejedor de palabras en una rica tapestry literaria, marcada por la publicación de “Selva de vida” en la revista Espadaña en 1943.

La labor de Costafreda como funcionario y traductor de las Naciones Unidas tejió su obra con hilos cosmopolitas, otorgándole características únicas. Su exilio voluntario de España acentuó el carácter distintivo de su poesía, dotándola de matices universales.

En 1974, el poeta se despidió en Suiza, donde desde 1955 trabajaba para la OMS. Su despedida, un acto trágico, dejó un vacío en el firmamento poético, pero su legado sigue resplandeciendo en sus versos imperecederos.

La obra de Costafreda, influenciada por la generación del 27, revela ecos de Antonio Machado y resonancias de poetas europeos como T.S. Eliot y W.H. Auden. El tema omnipresente de la muerte, matizado por el existencialismo del siglo XX, tejía un tapiz poético que exploraba las profundidades de la condición humana.

Nuestra elegía” (1950), “Compañera de hoy” (1966), y “Suicidios y otras muertes” (1974) son capítulos de su alma impresa en tinta. Además, su destreza se extendió a la traducción del catalán, regalándonos “Elegies de Bierville” de Carles Riba.

El viaje literario de Alfonso Costafreda, aunque abruptamente interrumpido, sigue fluyendo en las líneas que trazó, como un río de versos que murmura en la memoria de aquellos que buscan la esencia eterna de la poesía.

Te dieron vida

Te dieron vida y ahora vives
aun más allá de sus deseos.
Les fuiste una quimera necesaria
y te apoderas de tus dueños.

Y no diremos que no existes
aunque tenaces te neguemos:
si son en el desierto de su vida
sólo espejismos tus soñados reinos,
en nuestra mente estás, estás, acaso
más que nosotros eres cierto.

Compañera de hoy

Compañera de hoy, no quiero
otra verdad que la tuya, vivir
donde crezcan tus ojos,
dando tu luz, tu cauce
a lo que veo y siento…

Deshacer ese ovillo
oscuro del temor,
encontrar lo perdido,
quebrar la voz del sueño…

Y lenta, lentamente
aprender a vivir,
de nuevo, de nuevo,
como en una mañana
cargada de riqueza.

El silencio

No puedo hablar; aunque quisiera
no puedo hablar con alegría.
¿Qué he de decir? Ni tan siquiera
presentar puedo una página limpia.
No puedo hablar, sólo tinieblas crecieran
sobre la hierba maldita.
He de callar, pero yo diera
mi vida.

Ella quiso seguirte

Ha muerto mi padre.
Se repite su ausencia cada día…

(De «Nuestra Elegía»)

Ella quiso seguirte, encerrada en su sueño
arañaba las puertas para que tú la oyeras,
para que respondieras a gritos te llamaba.

Su palabra vencida, se sentó gravemente
como si un pensamiento profundo la ocupara,
y entre su propia sangre fue entretejiendo sombras,
en su fe, en su armonía, en su sustancia humana.

Nosotros confundidos, ella hacia ti, sin rumbo. ..
En medio de dos mundos total desorientada.

Late su pulso aquí, su memoria en tu nada.

Palabras de Paul Celan

Pero aún pudo verte, un eco
que caería a tientas
con la antena de las palabras, lomo
de la separación.

Su rostro suavemente resignado,
la lámpara que ardiera;
mas de repente surge
dentro de mí una llama
en que susurras con dolor. No. Nunca.

Mas no vosotras

Altas estrellas sin respuesta,
también oscuro transcurrir,
vida acaso también indagadora.

(Por esta ausencia sufro, sufro
su presencia era tuya y era nuestra.)

Algo brilla sin fin, mas no vosotras,
mientras ansioso yo pregunto…
La muerte brilla cegadora
en el aire que apenas
es un manso susurro.

En un solo deseo

Los años que se perdieron están aquí, ahora.
Los sueños que he vivido crecen entre mis manos.
Siento cómo han pasado tantos días y seres,
tantas cosas a mi lado sin que las viera.
Pero de pronto todo regresa y se reúne en la memoria,
y tantas vidas
en un solo deseo hoy he encontrado.

Las pequeñas palabras

Decías tú palabras
íntimas, silenciosas.

Palabras que se dicen
del amor al amor,
de una boca a otra boca.

El poema secreto
para todos se hacía,
las pequeñas palabras
memorables, dichosas.

Las hazañas diarias,
ilusiones del día,
las más pequeñas cosas;
palabras compartidas,
útiles, generosas.

El poema secreto
para todos se hacía,
las pequeñas palabras
-otras no he de decir-
durarán como rocas.