Poesía de Chile
Poemas de Alfonso Calderón
Alfonso Calderón (San Fernando, 21 de noviembre de 1930 – Santiago, 8 de agosto de 2009) fue un poeta, novelista, ensayista y crítico, Premio Nacional de Literatura de Chile 1998.
Huida del cuerpo
Recorriendo tus labios busco en cada beso
un sonido a flor o vena consumida,
amoroso afán de un corazón vacío.
En cada brazo que tristemente gime
un pájaro silencioso muere en tus dedos;
anhelando aéreo, fugitivo
esa catarata de cabellos deshechos
en ruidos de olvido.
Ay la rumorosa ternura que sacude las manos
cuando el cuerpo fluye gris y sin mirada
por los ojos escapando hacia el cielo.
Buscaremos a los dioses
Tú que sabes del tibio acento de las plumas
y del calor infinito escondido en la nieve
trata de penetrar en este vago porvenir de sueños
en prodigio de savia o rosa adolescente.
Recuerda que aún debajo del laurel
está la axila resplandeciente de un cuerpo lejano;
y encima del labio hay un sonido eterno
a muerte o esperanza calcinada.
Y recuerda finalmente que un día prometidos a la sombra
buscaremos juntos la comarca del silencio
y entraremos puros como pájaros sin límite
a contemplar la mirada altiva de los dioses.
Noche con alas
¿Quién se acerca
a los designios del labio?
¿Quién desnuda tus manos
en un brillar de venas?
Y al fin de la noche,
¿qué misterio párpado
Vio ocultarse la última estrella
tras el límite de tus ojos?
Para no amar
No quiero ya latidos que condenen
justificando tu ausencia revelada,
ni menos pechos doloridos
que presuman la tristeza de tus manos.
No quiero adivinarte las pupilas
de sosiego, como luna para amar.
Música esculpida en nieve, eres
con rumor a flor incalculable.
No quiero amor brillar contigo
en la luz de un astro aparecido,
porque tras nosotros va siempre
el olvido tumbando primaveras.
Que si una suave presencia acariciada
entrega el brillo de una luna desvelada
al fin nuestros cuerpos
se apagarán en la sombra
en un silencio tangible y presentido.
Plenitud de la tristeza
Tal la tristeza ciega,
enhiesta como espada sin origen
o muslo victorioso de muchacha.
Alta… grácil. Así te tuve.
Como difuso deseo,
buscando graciosa criatura
tu rostro bienamado en la ceniza.
Nimbo solitario. Así me encuentro.
El sol caía tal alba entre las hojas,
cuando tu cuerpo aéreo y transparente
entró arrebatado por los dioses,
sin regazos ni pechos, mas tranquilo,
a ese mundo yacente y olvidado
que sobra a los párpados sin alcance.
Preparación para el olvido
Qué triste es el sonido
que busca las manos
sin devolver ecos.
Qué poco basta
para entregar un labio
al esquema de un beso.
Y en fin qué solos quedamos
cuando un llanto nos sobra
y es inútil toda huída.
En busca del designio
Buscad
labios perdidos,
lejos del eco imaginario
que despiertan unas plumas.
Buscad
corazones que saluden,
más allá del parpadeo
que nos une a la rosa.
Buscad la luz
más allá de los designios del alba,
en el rostro de unas voces desveladas
que subliman las últimas violetas.
Buscad
finalmente el silencio,
más allá del cuerpo que se mira
presagiando sollozos.
Eres el anochecer
Allí donde comienza el silencio,
estás tú,
toda deseo, toda extensión
como hierba o álamo solo
que recoge el instante puro de unos sueños
en la triste, tan triste presencia de unas manos sin venas,
blancas y solitarias como el dolor,
blancas y pausadas como el olvido mismo.
Presencia de unas lágrimas
Qué presentido sol
o luna aparecida
dio con el océano de tus lágrimas.
No sé si eras una mariposa
o el límite de una estrella.
Eras tú misma…
Ave que truncó su melodía en este cielo
esculpido de sueños.
Acaso
eras una lágrima de nieve
o una rosa que se desnuda en el alba.
Acaso…
Cuerpo o sonido
Toda a los labios son estrellas
en este antiguo amor,
en este gastado roce silencioso;
y las cabelleras quisieran ser bosques
o corazones implorando rostros
Todavía hay horizonte en el goce de unos ojos
y no escapan lunas ni mareas
al golpe sombrío de unas voces.
Todavía los cuerpos se aman en silencio…
De la resignación
Hubo manos que sumergieron fórmulas
y quisieron volar
como aire o corazón interminable.
Hubo instantes
en que el mar se creyó sangre
y buscó las arterias.
***
Por el cielo…
un ángel sonreía.
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