Poetas

Poesía de Francia

Poemas de Alexandre Soumet

Louis-Antoine-Alexandre Soumet (8 de febrero de 1786 – 30 de marzo de 1845) fue un poeta y dramaturgo francés que dejó una marca indeleble en la literatura del siglo XIX. Nacido en la pintoresca Castelnaudary, Aude, y fallecido en París, Soumet vivió una vida dedicada a la exaltación poética y dramática de los sentimientos y hechos históricos más significativos de su tiempo.

Poeta florido y de talento precoz, Soumet comenzó su carrera literaria con versos en honor a Napoleón Bonaparte, lo que le valió ser nombrado auditor en el Consejo de Estado de Francia en 1810. Su popularidad se disparó en 1814 con la publicación de la elegía “La Pauvre Fille”, una obra que resonó profundamente entre el público. Al año siguiente, la Academia Francesa premió dos de sus poemas, “La Découverte de la vaccine” y “Les Derniers moments de Bayard”, consolidando su posición en el panteón literario francés.

Soumet fue elegido mantenedor de la Academia de los Juegos Florales en 1819, un honor que subrayó su creciente influencia en la poesía francesa. Durante la Restauración, su talento le llevó a ser nombrado bibliotecario del rey en el castillo de Saint-Cloud. En 1822, publicó las tragedias “Clitemnestra” y “Saúl”, que fueron recibidas con gran éxito y le abrieron las puertas de la Academia Francesa en 1824. Este periodo marcó el apogeo de su carrera, con obras como “Cleopatra” (1824) y “Juana de Arco” (1825), que cautivaron tanto al público como a la crítica.

La tragedia “Elisabeth de Francia” (1828), una adaptación del “Don Carlos” de Schiller, no solo demostró su habilidad para reinterpretar obras maestras extranjeras, sino que también ayudó a popularizar al poeta alemán en Francia. Tras la revolución de 1830, Soumet se alineó con la monarquía de julio y fue nombrado bibliotecario del rey Luis Felipe I en el castillo de Compiègne.

En 1831, su obra “Norma, ou L’infanticide” triunfó en el teatro del Odeón, en parte gracias a la brillante interpretación de Mademoiselle George. Esta obra fue posteriormente adaptada como libreto de la célebre ópera de Vincenzo Bellini, perpetuando el legado de Soumet en el mundo de la música.

Alexandre Soumet es recordado no solo por su contribución a la poesía y el teatro, sino también por su habilidad para captar el espíritu de su tiempo y transformarlo en arte. Su obra, rica en emociones y profunda en significado, sigue siendo una piedra angular en la literatura francesa.

El cielo

La contemplación de un himen lleno de misterio,
de estrellas que encantan las flores de nuestra tierra,
de una noche en la que la sílfide Ariel parece
haber derramado la miel de su aliento.
Constelaciones radiantes
que aspiran la primavera,
ocultando el ardor de Géminis
en el temblor y la modestia de un beso.
La galaxia se ve clara y feliz
en medio de una columna florida
y aterciopelada, en nombre
de la gran gloria del mundo.
El hermoso cisne etéreo
se mezcla en la noche de la primavera
con su ligero perfume místico,
dulce e invisible y sus encantos
de celoso ruiseñor.
Los ojos de la estrella se esconden
en la rosa, Adonis es deslumbrado
por el sol, el amanecer se niega
a sonrojar al dormido valle con las
caricias del amante celestial
y, cómplice, la tierra abandonada
sin velas, desprecia al sol.

Infierno

En un sufrimiento vago y terrible que adopta todas las formas,
como brazos desnudos o la niebla de un olmo viejo,
se levanta y se expande en estos campos del dolor,
siendo el fantasma y el ser del mismo color.
El ojo cerrado por el miedo, en la sombra expiatoria
halla una visión más oscura.
Tal como una montaña de bronce, a veces para siempre
maldice la inmovilidad de los seres;
y a veces la ira imprime sus tormentos en un círculo de terror.
Bajo el vértigo del rayo pálido,
los amantes de la noche huyen
de sus dudosas sombras, rasgando
el aire en un ángulo espinoso.
Cada demonio persigue un grupo
de condenados, de cuerpos en torno
al contorno hiriente del azufre,
un lugar desolado, de dolor distante
y confuso.
La muerte es como una arena negra
que arruina todo en el laberinto
del Minotauro, donde crece la sombra
infernal de Satanás.
Los viajeros difieren en la
inmensidad de su eternidad y giran
sobre sí mismos en el eje de la
rueda del infinito infierno.

Norma (fragmento)

Vete, sí, abandóname, indigno;
abandona a tus hijos, tus promesas, tu honor.
Maldito por mi ira
no gozarás de un amor impío.
Día y noche mi venganza
tronará a tu alrededor.

POLLIONE

Brama cuanto quieras, y que tu furor
conjure contra mí la angustia eterna!
Este amor que me gobierna,
es más fuerte que tú y que yo.

ADALGISA

¡Ah! No permitas que yo cause
a tu corazón un dolor tan cruel.
¡Ah! Interpónganse mares y montañas
entre el traidor y yo para toda la eternidad.