Poetas

Poesía de Chile

Poemas de Alexandra Domínguez

Alexandra Domínguez (Concepción, Chile, en 1956), pintora, poetisa y grabadora española y chilena.

EL ÚNICO LUGAR

Cuanto sucede, lo que no existe pero aun así sucede,
las tres manos del destino en un lugar extraño,
el mediodía hacia el que vamos más allá de nosotros.
Lo que sé y lo que no sé, la madera de un árbol, la materia de un astro,
lo que sucede cuando es de día, lo que ocurre de noche.
Lo que bajo el cielo de la Tierra es memoria de mujer,
la modista en su piso de alquiler, los jubilados pobres.
Cuando voy por este mi único lugar,
una ciudad de la que no tengo recuerdos, el mar detenido.
Lo que sucede a mi derecha y lo que sucede a mi izquierda,
la vecina que riega los geranios, la que sacude el polvo.
Yo soy la que soy, la última en llegar, vosotros.

BARCO DE PAPEL

Alguna vez yo fui una persona sencilla,
una persona sencilla lee sencillamente algo alguna vez,
lee El jardín de los cerezos y tiene recuerdos,
el recuerdo es ahora semejante a otra página leída alguna vez
por alguien que huye de esos mismos recuerdos.
Yo fui alguna vez una persona sencilla,
llevaba la brújula de la sencillez en el bolsillo
como el violinista lleva su soledad en el estuche de caoba,
llevaba el pájaro de la buhardilla de Verlaine,
el día que no tuvo importancia, el día simple,
el hermoso día sencillo del clarinetista yiddish
que oí una tarde, alguna vez, en Londres.
Ciertamente la vida es un barco de papel,
esa misma página de Chejov, a la deriva,
doblada como la historia de mi corazón en cuatro.

PALABRAS CON CAMUS

Cuando tenía doce años mi padre me habló de El Extranjero,
pero yo todavía no era una extranjera.
Tiempo después, cruzando el Magreb, fuimos hasta Orán,
era la estación en que las calles
tienen el color del cobre y huele el aire a kif.
Al atardecer yo me perdía entre el murmullo de la kasbah,
imaginaba puñales relucientes bajo las túnicas,
escarabajos de oro sobre las fragantes alfombras de comino y anís.
Nada quedaba ya de la vieja Francia,
apenas la flor del mal, apenas la flor del bien.
Cuando tenía doce años mi padre me habló de El Extranjero,
pero yo todavía no era una extranjera,
así que oí la voz del muezzin y entendí lo que entendí.
De alguna manera se puede decir que amábamos a Camus,
esas cosas que se aman al leer un libro,
la vida de otro que es también tu vida,
el que se desploma sobre la almohada de hierbabuena de la muerte,
el que mata con el mismo cuchillo con que corta el pan.
Los franceses se habían marchado con sus novelas de Balzac,
los pieds noirs bautizados con té azucarado y agua de Dior,
los narices largas de monsieur Pompidou.
De Flaubert sólo quedaba ya Camus,
un gato dormido sobre el mostrador del bar,
eso es lo que quedaba de Camus.

Cuando tenía doce años mi padre me habló de El Extranjero,
un extranjero es tener sed junto a la playa,
un extranjero es una sombra que va detrás de ti aunque no vayas.
En esta foto somos tres, está mi padre,
está una sombra que no sé, estoy yo al lado.
En el horizonte se ve la chimenea de una fábrica ante el mar,
yo tenía doce años, quise llevármela conmigo.
Era humo, el humo de soñar que dejan desde entonces
al pasar por mi corazón los extranjeros.

Pero yo no era todavía una extranjera,
aquel no era todavía el lugar del crimen.
Ahora no me resulta difícil recordar,
yo caminé por esa playa siendo niña,
mi padre caminó hasta esa roca, la sombra nos siguió descalza.
Esta no es una hermosa historia, pudo serlo,
pero ya no es una hermosa historia, soy una mujer.

EL VIOLÍN DE AÍDA

Mi madre tocaba el violín junto a la ventana los días de lluvia.
Con mirada atenta calculaba la mecanografía secreta del grillo
que hace sonar las cuerdas bajo el arco de crin.
El profesor de música la contemplaba en silencio,
hacía de pronto un gesto brusco con la mano
y ella se detenía y él le indicaba como debía repetir otra vez la pieza.
El invierno era largo, todas las tardes durante una hora
mi madre tomaba clases de violín. El violín de mi madre
era un Schuster & Co. que tengo yo ahora en mi casa.
A eso de las cuatro subía por la cuesta el maestro de música,
con parsimonia y paciencia se disponía a enseñarle la lección del día,
las mariposas negras del pentagrama, las estrellas de la partitura.
El invierno era largo, durante una hora mi madre tocaba el violín, llovía.
A eso de las cinco el profesor daba por concluida la batalla,
cerraba su carpeta, cogía su abrigo, intentaba encontrar la puerta.
Yo lo veía desde la ventana bajar por la cuesta como si se fuese abrumado
hasta que se perdía entre los árboles su lenta figura vestida de negro.
El invierno era largo, a eso de las seis mi madre abría de nuevo el estuche,
sacaba su violín, comenzaba a hacer sus deberes de música, llovía.
Algo ocurría entonces que no debe ser comprendido,
algo que jamás debiera ser explicado,
la música del cielo, el canon de la lluvia hecho luz en sus manos.

EL POETA ES UN ASUNTO ALLÍ EN LO INVISIBLE

Ese hombre es invisible, su materia de alondra es invisible,
anda en lo invisible con pasos que hacen ruido en las calles invisibles,
come cosas invisibles, respira lo invisible, paga con monedas invisibles.
El poeta es un asunto allí en lo invisible, cruza ríos invisibles,
se acuesta con mujeres invisibles, habla con palabras invisibles.
Está en Dublín y es invisible, va por el cielo en aviones invisibles,
en su corazón la melancolía es invisible, piensa en cosas invisibles,
lee a Kavanagh que escribía libros invisibles,
por ejemplo esto es invisible: My soul was an old horse
offered for sale in twenty fairs.
Su furia es invisible, su tempestad también es invisible,
trabaja en una fábrica invisible, gasta sus codos en mesones invisibles,
Teillier era invisible, Parra casi es invisible, nadie ha visto a Rojas.
Los obreros brindan al final de la jornada con jarras invisibles de cerveza,
los solitarios se hospedan en hoteles invisibles, llaman por teléfono
a chicas invisibles, esperan en esquinas invisibles a otros invisibles.
En el verano la lluvia es invisible, abren entonces un paraguas invisible,
se van a provincias invisibles a leer poemas invisibles,
se encuentran en un parque con alguien invisible, aman lo invisible.
El poeta es un asunto allí en lo invisible, este mismo poema es invisible,
un espejo es invisible, la ciudad en la que vivo es invisible,
lo imprescindible y lo insignificante, eso es lo invisible.

MI AMIGO ELIOT TUVO UN SUEÑO

Mi amigo Eliot tuvo un sueño, yo soñé ese sueño.
Era una emigrante de Dakar, en Dakar los emigrantes no tienen equipaje,
apenas un manojillo de hierba para los elefantes, apenas un diente de león
colgado al cuello. Eliot llevaba su hierba de algodón, un pijama viejo
como cebra rayada por el peine de la sabana los días de viento.
Un paquete de cigarrillos no es gran cosa, pero en Dakar el humo,
el humo en Dakar vale lo que la niebla en Londres,
un billete con la reina de Inglaterra lo mismo que una piel de búfalo,
unas gafas lo mismo que un tambor de adobe y cuero.
Mi amigo Eliot tuvo un sueño, andaba confundido en ese sueño,
miraba hacia las llanuras y no veía el Támesis,
hablaba con los aduaneros, gritaba a las jirafas, ponía telegramas,
las gacelas llevaban de una parte a otra sus recados, las hienas
extendían su rumor por cada cabaña de los poblados.
Ciertamente Eliot andaba confundido en ese sueño,
nadie podía hacer ya nada, el leopardo dijo: yo no puedo hacer nada,
Pound mandó recado: Eliot, dicen que estoy loco, no puedo hacer ya nada.
Yo soñé ese sueño, entraba en el hotel, el jaguar tenía guantes blancos,
en Dakar las nueces tienen un gusano turquesa parecido a un labio,
los labios en Dakar cantan a Paul Harrison, las avestruces visten de Cartier.
Eliot soñaba obsesivamente, soñaba como nunca antes nadie había soñado.
Abría los ojos y veía el contrabajo de los hipopótamos,
cerraba los ojos y le perseguía un cuerno,
a veces pensaba: esto ha de ser el National. Museurn,
esto ha de ser Kensington Road esquina Ennismore Gardens.
Ciertamente Eliot andaba confundido en ese sueño,
confundido como nadie antes se había confundido en otro sueño.
En las praderas no había cabinas telefónicas,
en los almacenes no había almidón para las camisas,
sin exagerar, Eliot andaba bastante confundido en ese sueño.
Leía su Tierra Baldía a la tierra baldía, lo tomaron por chamán
cuando comenzó a llover, lo tomaron por loco cuando comenzó a nevar.
En Dakar nieva una vez cada cuatro mil años, pero tocó ese día,
en Dakar un reloj vale lo mismo que la raya de un árbol contra el sol,
unos zapatos lo mismo que un puñado de arena,
un violín lo mismo que una cuerda de cáñamo.
Mi amigo Eliot tuvo un sueño, yo soñé ese sueño:
Hyde Park, los elefantes blancos, Green Park, los rinocerontes negros.

FLORES PARA WILDE

No lo olvides, Benvenuto Cellini las hubiera hecho fundir en plata,
no son rosas, son las palabras de mi padre defendiendo a Wilde,
en el cementerio de Pére Lachaise hoy cuatro de octubre, otoño.
Carezca de sentido la flor en el ojal,
guarde su tijera de plata el jardinero,
carezca de razón el capitán de un barco.
Pueda de la mano de mi padre regresar esa sombra al Tribunal,
defender su guante blanco ante la reina, ser nombrado lord
por sufragio universal de todos los fugaces astros de la noche.
Declaren ante el juez los días lunes, acuda de testigo el mar de Irlanda,
jure la Luna por su noche, jure por su honor el Sol sobre un sombrero.
Diga cada cual ante la Corte quién más alto en la rama de los hombres,
quién en letra de escribir más tinta de soñar,
quién más solo náufrago bajo el mar del cielo,
dilo tú, notario triste comedor de polvo,
dilo tú, anglicano gris pastor de lobos.
Hay en la Prisión de Reading un panal de pájaros,
hay una boquilla de marfil en cada mesa de París junto al café,
hay una gota de tinta azul en el manifiesto de lluvia del otoño.
Vuelva de la mano de mi padre a su bella verdad la absuelta sombra,
brote de la niebla un carro de caballos, salga de nuevo al escenario,
lo aclame el tapiz rojo, lo aclamen las butacas de números impares,
la última comedia de la muerte ha terminado.

BALADA DEL BANDOLERO

No es fácil encontrarse con un hombre que sea como Búfalo Bill
pero que no sea Búfalo Bill.
Que sea el hombre más fuerte de todo el estado de Michigan
pero que no viva en Michigan.
Que sea el más veloz de los vaqueros desenfundando su revólver
pero que no tenga balas en el revólver.
Que venga cabalgando desde las praderas y no tenga caballo,
entre en una cantina y no tenga sed,
pero que tenga piedad si alguien desenfunda
sin más derecho que el de caer fulminado.
Ciertamente no es fácil conocer a un hombre que sea como Búfalo Bill
pero que no sea Búfalo Bill.
Que sea respetado por los jefes sioux
como aún se respeta en las montañas al águila blanca.
Que sea el más hermoso de los amantes de todo el estado de Michigan,
desde Minessota a Nuevo México,
desde la hebilla de plata de su pantalón
a las Montañas Rocosas de los predicadores del estado de Utah.
Quiero decir que no es fácil enamorarse de un hombre
que persiga cuatreros,
que no es fácil acostarse con él y dormir en sus brazos
y soñar con bisontes,
que tenga una mirada salvaje
pero no sea un salvaje.
Un hombre en los alrededores de Búfalo Bill
que no sea un viejo chacal olvidado bajo la placa de un sheriff,
que asalte almacenes
y compre flores los sábados con dinero robado.
Un hombre que llame a la derrota derrota
y al fracaso le llame fracaso.
Quiero decir, eso quiero decir, que no es fácil.

EL OFICIO DEL ÁNGEL

Escribo con restos, con estos restos escribo,
con palabras oídas al amanecer en los bares.
La palabra silencio al lado del aceite dormido,
la palabra ruido al romperse un cántaro.
Escribo con restos, con estos restos escribo,
la poesía es un bello animal asustado,
el árbol del olvido bebe agua de pozo.
La palabra ardilla roe los sombreros de hongo,
la palabra jacinto obedece a la primavera.
Escribo con restos, con estos restos escribo,
pedacitos de corcho que flotan en el vino
con que otros celebran algún aniversario.
La palabra camino que está llena de gente,
la palabra paraguas en la que florece el invierno.
Escribo con restos, con estos restos escribo,
migas en la mesa, serrín de los árboles,
lo que no quiere nadie, cosas olvidadas
palabras en la playa al final del verano.

SOBRE EL ANÁLISIS SUBJETIVO DE LOS HECHOS QUE DETERMINAN LA HISTORIA DE MI TRIBU

De acuerdo a los informes enviados desde la frontera.
De acuerdo a lo que dicen los camaradas pájaros,
el Trile negro que vive en los pajonales de Atacama que es desierto,
la Loica de pecho rojo, el Chirihue amarillo de las islas.
De acuerdo a la última cosecha de piñones en la reserva indígena de Trapa-Trapa,
este año no habrá harina para el Zorzal ceniciento,
no habrá estrellas para el Queltehue de las praderas húmedas.
De acuerdo al agua estancada en la represa de la Compañía Ecléctica
y las tierras mapuches inundadas por el río Bío-Bio,
este año tampoco habrá Chercanes en las vegas,
Chincoles color canela en los manzanos silvestres de esta parte del mundo.
De acuerdo a los servicios gratuitos
prestados por Neruda a la corona sueca,
a la corona española,
a la corona de la Virgen del Carmen patrona de Chile.
De acuerdo al estado de los templos y las logias
destruidas por el terremoto del año en que hubo terremoto.
De acuerdo a lo dicho por los que han abandonado
las casas y los campos usurpados por los usurpadores.
De acuerdo a los pinchos del erizo de púas
que se ha metido en la cama sin ponerse la blusa de hojas.
De acuerdo a los colonos que levantaron cercas para el ganado,
cercos de alambre para las personas, redes para la Loica
y el Zorzal ceniciento y el Queltehue de las praderas húmedas.
De acuerdo a los más optimistas informes meteorológicos
este año tampoco vendrá la salvación del cielo,
habrá barro en todo el territorio de todas las provincias,
barro en las iglesias pentecostales, barro en las oficinas del correo.
De acuerdo a todo esto, nadie debe deducir que vaya a llover,
de acuerdo a todo esto, lo más probable es que continúe la sequía.
De acuerdo a las hormigas que pagaron tasas indebidamente
y a la cigarra de las colinas a la que nadie devolverá debidamente nada.
De acuerdo a los que desaparecieron y dejaron como única señal
un pañuelo atado al árbol con brazos que hay en el cruce de los caminos.
De acuerdo con lo que piensan y no piensan los súbditos,
los Perros Quiltros que vagan por las carreteras,
el perro de la autoridad que está detrás de las vallas,
el perro que cuida las piscinas, el perro de siete aguas de la ley.
De acuerdo, hermano Quirquincho,
hermano Puerco Espín, hermana Comadreja.
De acuerdo con los cuatreros que roban ganado
y amargan la Nochebuena a los dueños de fundos.
De acuerdo con que por aquí está prohibido pasar
y por allí también está prohibido pasar.
De acuerdo con las invasiones de termitas y escarabajos
que arruinarán las cosechas durante el próximo siglo.
De acuerdo con los bustos
de todos los que han perdido batallas.
De acuerdo con la batalla campal entre los gatos de tejado
y los ratones grises de granero.
De acuerdo con la voluntad del supremo gobierno de la república
y su presidente, el principal residente de esa misma república.
De acuerdo con el hábito de comer carne de animales,
comerse unos a otros, festejar las hazañas de los matarifes.
De acuerdo con alguien que no conozco
me retiro a los valles del otro lado de la montaña
antes de darles por última vez las buenas noches
al ceniciento Zorzal y al Chercán de las vegas,
buenas noches Trile negro, Loica de pecho rojo,
buenas noches Queltehue de las praderas húmedas.

LA HIJA DEL PRESBITERIANO

La joven Hill, la hija del presbiteriano,
canta salmos al dios de los árboles subida a una secuoya.
La ardilla Hill, nieta de John Águila John,
predicador en las montañas de Utah,
habla con los pájaros subida a una secuoya.
Hill, hermana menor de los siete hijos de Águila Junior,
mira pasar las nubes como bisontes blancos
subida con su Biblia de nácar a una secuoya.
Hill vestida de negro mira caer sobre la pradera la nieve
subida todo el invierno a lo alto de una secuoya.
La ardilla Hill, la hija del presbiteriano,
la última nieta de John Águila John
cuenta rama por rama las hojas que la primavera
hace brotar mientras duerme en brazos de una secuoya.
Ya no hay secuoyas al Norte, ya no hay secuoyas
en dirección a ninguna estrella de los vientos.
Pasará el verano, las lluvias del otoño, el pájaro carpintero,
los astros rojos y sus fugaces líneas blancas por el cielo.
Hill la hija del presbiteriano contra la Trust & Company Service.

VOLVER A LOS DIECISIETE

Loada y recordada sea Mary Quant entre las místicas,
porque de ella será la tijera de oro con que el cielo recortará las nubes.
Bendito Cat Stevens entre los santos que se abrazan en las discotecas,
porque de él serán los artefactos plateados que giran en el Cosmos.
Veneración a Ginsberg arisco entre los gatos de escayola de Buda,
porque de él serán otra vez las selvas verdes tras el otoño de napalm.
Gratitud a Shakespeare que viajaba en segunda clase de los trenes
porque de él serán los barcos de papel de todas las pensiones.
Recuerdos para el Sena, el río sagrado de Rimbaud en el que hay ballenas.
Elogiado Jean Gabin en blanco y negro, Camus antes de Argelia.
Enaltecidos los de Liverpool que hicieron asomarse a Dios al mundo.
Ensalzado el huésped del alero, el gorrión de provincias
para el que nunca hay sitio en la antología de los pájaros.
Alabado Klee niño y Paul anciano, la escoba de pintar estrellas
con la que barre Violeta Parra la carpa vacía de los cielos.
Benditas las postales que llegan en verano escritas por el mar
y los sellos de colores subidos al tejado de las cartas de amor.
Loado el número siete que en la tabla de multiplicar es muchas veces siete,
volver a los diecisiete, volver a los veintisiete, volver a los treinta y siete.

BUENOS DÍAS, MEMORIA

De las horas perdidas junto a una taza de té,
de las horas soñadas junto al Gran Meaulnes,
cuando las manos de los poetas eran dos aviones de hélice
y la hija del jardinero llamaba Rimbaud a su oruga.
Buenos días memoria de los espejos borrados,
palabras para decir siete cosas con los labios verdes:
querido foulard de niebla, miel con pájaro.
Buenos días aroma de la hierba cortada, puentes del otoño,
caballos con niñas vietnamitas por el cielo de París.
De las horas pasadas junto a Proust,
de las lentas horas escuchando a Moustaki,
cuando brillaban en el tocadiscos los girasoles negros
y era el corazón un barco ebrio hecho de papel.
La vida nunca es fácil, ser feliz, anochecer,
la cigüeña marca las seis en su campana,
en las veletas del oeste octubre va a llover.
Buenos días memoria de las cosas más sencillas,
los ojos de mis gatos, su acordeón y él.

LA FAMILIA DE DORIAN GRAY

Mi madre es socialista.
Mi padre al final de esta calle torciendo a la derecha.
Colgada de la luna con forma de galleta
veo pasar mendigos, oigo cruzar las sombras
de los que escriben versos hacia la Academia.
Mi educación sentimental es un barco de papel
en el estanque de los libros, los guantes del revés de Wilde,
las alegres comadrejas del ambiguo Shakespeare.
Yo no quiero dar la vuelta al Mundo,
por menos al Rey Sol le cortaron la cabeza.
Tengo otra pasión, todo el mundo tiene otra pasión,
el girasol la tiene, la bandera de mi país tiene una estrella,
los muchachos judíos tienen un violinista en el tejado,
el color negro tiene pasión por las hormigas.
El verano tardará en llegar, mi familia inventó el otoño,
mi padre en el jardín barrerá las hojas,
mi madre mirará la nieve,
yo encenderé otra hoguera.
Así es la vida, razones para arder,
el club de Dorian Gray, el cielo, las estrellas.