Poetas

Poesía de Perú

Poemas de Alejandro Peralta

Alejandro Peralta Miranda, nacido en Puno el 16 de abril de 1899 y fallecido en Lima el 29 de mayo de 1973, es una figura emblemática de la poesía indigenista peruana. Su obra, marcada por un profundo compromiso con la cultura andina y una constante búsqueda de nuevas formas expresivas, lo consagra como el más vanguardista y rupturista de los poetas del grupo Orkopata.

Hijo de Demetrio Peralta y María Miranda, Alejandro compartió su pasión literaria con su hermano Arturo Peralta, conocido en el ámbito poético como Gamaliel Churata. La infancia de Alejandro transcurrió entre su Puno natal y Arequipa, donde se nutría del ambiente cultural que lo rodeaba. A pesar de los problemas familiares que le impidieron completar la secundaria, su espíritu autodidacta y su amor por la poesía florecieron bajo la influencia del célebre educador puneño José Antonio Encinas, quien dirigía el Centro Escolar N.º 881 de Puno, donde Alejandro realizó sus estudios primarios.

Durante su adolescencia, Alejandro ayudó a su padre en el taller de zapatería, pero al cumplir los 18 años, su vida tomó un giro diferente al comenzar a trabajar en la recaudación de impuestos. Este trabajo lo llevó a recorrer diversas provincias del Perú, incluyendo Collao, Cuzco, Iquitos y finalmente Lima. A pesar de su labor burocrática, Alejandro nunca abandonó su pasión por la poesía, dedicando su tiempo libre a la lectura y la creación literaria.

Integró el grupo Orkopata, fundado por su hermano Arturo, que reunía a poetas del sur del Perú con un interés común en el hombre indio y la tierra andina. Bajo el pseudónimo, Alejandro colaboró en la revista literaria “La Tea” y, junto con su hermano, editó el influyente “Boletín Titikaka” entre 1926 y 1929. Estas publicaciones fueron plataformas cruciales para la difusión del pensamiento indigenista y la renovación literaria en el Perú.

Alejandro Peralta dejó una marca indeleble en la poesía peruana con obras como “Ande” (1926) y “El Kollao” (1934), que reflejan su profunda conexión con la cultura andina. Tras un largo silencio poético, regresó con fuerza en la década de 1960, publicando “Poesía de entretiempo” en 1968, obra que le valió el Premio Nacional de Fomento a la Cultura en 1969. En 1971, publicó “Tierra-aire“, consolidando su legado poético.

Trágicamente, Alejandro Peralta murió en un accidente de tránsito en 1973, dejando inconclusa una obra que se publicaría póstumamente como “Al filo del tránsito” en 1974. Su poesía, marcada por la introspección y el amor por la tierra andina, sigue siendo una fuente de inspiración y un testimonio del espíritu indigenista que definió su vida y su obra.

a m a n e c e r

Calles cortadas al rape

FRESCAS

bajo el pulverizador de las brisas lacustres

La mañana está de bañera

i me ha fletado un mameluco azul

o r t o

La soledad hiela mis venas

El sol se enrosca como una serpiente
en los geranios rosas

I en el cristal quebrado
de un trino incógnito
mi alma se corta
su última arteria de alegría

OH BESOS

OH RENACER AL MEDIO DÍA

Cómo está de tan lejos
todo lo que fue mío
i que se fue sin rumbo

l a p a s t o r a f l o r i d a

Los ojos golondrinos de la Antuca
se van a brincos sobre las quinuas
Un cielo de petróleo hecha a volar 100 globos de humo
Picoteando el aire caramelo
evoluciona una cuadrilla
de aviones orfeonidas
Hacia las basílicas rojas
sube el sol a rezar el novenario
Sale el lago a mirar las sementeras
El croar de las ranas se punza en las espigas
Los ojos de la Antuca
se empolvan al pasar por los galpones
Ha guturado la campana
el asma tatarabuela del pueblo
Din Don Dilin Dooon
-como tijeras de trasquila
se han hundido en el vellón de las ovejas
Pobre Antuquita
Todo el día detrás de la majada
Hecha un ovillo sobre las piedras
se ha ido tan lejos
Se va a quedar en media pampa
acorralada entre los cerros
El barro de los fangos
ha ensuciado el camino bengala de sus ojos
Para qué habrá ido sola al pastoreo
con tantos duraznos abridores
i las caderas reventonas
Tiene la boca llena de tierra quemante
Un kelluncho le brinca sobre las parietales
Bajo un kolli pordiosero
ha hecho acrobacias locas con el Silvico
en el trapecio de sus nervios
I SE HAN BAJADO LAS CARNES
I HAN HECHO CANTAR LA HONDA
Los ojos golondrinos de la Antuca
se van
planeando
por las cabañas…

g o t a s de c r o m o

Las brisas están regando el pastizal

Hai un aserrar de espigas
i un llanto de quinuas ojerosas

Está empedrado el horizonte
de terrones de sol madrugador

Las gaviotas bataclanas
vestidas de azahares
en el altar de la playa
comulgan con hostias de agua

l u n a r i o m u s i c a l

Se han volcado las fuentes de la luna
i mi cuarto es un lago de aromas
Beethoven
en la penumbra se alborota la melena
El silencio se moja la nuca bajo una ducha de estrellas
En mi boca – cilindro musical
juega como un confite el plenilunio

c a n t o en b r u m a s

Tengo clavado un tumor en la garganta

Desde aquel día de charcos
no ha cesado el llanto de las calaminas
i no hai alpiste ni cantos de jilgueros

Los carbones cardiacos de la locomotora
han quemado los horizontes de los días

Tengo agarrotadas las manos
i en el cerebro un puñado de vidrios

Se me van a romper las órbitas
i me va a saltar sangre por las yemas

Sorbo las lejanías de tu lengua
como una ampolleta de láudano

Para dolerme más has dejado bajo la almohada
tu pañuelo de lágrimas i tus últimas palabras

a g u a f u e r t e

Sobre una pared trunca
el sol se ha roto un ala
siento un vaho de sangre que me quema
estar solo i al borde de este charco de sangre
i no tener quien grite por mi boca
Cómo será de triste mi cuerpo
cuando sea esta misma hora de durazno
i cante una mujer junto al río
lengua salada
de cantos mañaneros
i me vaya amarrado
SOBRE LOS HOMBROS DE CUATRO ESQUELETOS