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Alcides de María

Poesía. Photo by Dariusz Sankowski on Unsplash

Photo by Dariusz Sankowski on Unsplash

Poemas:

El payador

Como en el campo la flor
de incomparable belleza
a que da naturaleza
su fragancia y su color,
así nace el payador
que a la calandria remeda
porque, cuando le hacen rueda
imita al pájaro aquel,
alzando el canto como él
cuando canta en la arboleda…

Flor que presta amenidad
y del campo es ornamento,
destello del pensamiento
brillando en la oscuridad;
bardo que en la soledad
alza su voz inspirada,
remedo de mucho y nada,
mezcla de acíbar y miel,
genio que busca oropel
para su gloria soñada…

Ritmo que a un tiempo atesora
como en copioso raudal,
el eco del vendaval
y el trino de ave cantora:
cuerda que ríe y que llora
con la misma vibración,
latido de un corazón
que siente dichas y penas,
conjunto de horas serenas
y de violenta pasión.

El canta cuanto se encierra
de la patria en la extensión,
y en amena descripción
las costumbres de su tierra;
el pinta el bosque y la sierra,
el arroyuelo y el río,
las lágrimas del rocío
que seca el viento fugaz,
y al gaucho diestro y audaz
que monta potro bravío.

El sabe, cantando amores,
darle a su voz la ternura
con que el arroyo murmura
cuando acaricia las flores;
y si cantar los rigores
quiere del bien a que adora,
tiene su voz seductora
que suena como un lamento,
el melancólico acento
de la tórtola que llora.

El tiene el eco potente
de sonora catarata
cuando su labio relata
las hazañas de un valiente;
él canta con voz doliente
la ausencia del bien querido.
y hace llegar al oído
si narra vengado ultraje.
como el rugido salvaje.
del león que se siente herido…

Con intuición de poeta
y las alas de su anhelo
remonta a veces el vuelo
a la mansión de un planeta;
él a reglas no sujeta
su inspiración ni su idea:
él canta lo que desea,
lo que siente, lo que estima…
¡porque sólo canta y rima
como el pájaro gorjea!

Lleva entre el poncho escondida
la guitarra quejumbrosa
con que se canta a la hermosa
los pesares de la vida;
ese instrumento en que anidan
como esencia de su ser
los recuerdos de su ayer,
su tristeza y su alegría.
el cariño o la falsía
del amigo y la mujer.

El es quien con sus canciones
hace al paisano gozar,
el que consigue animar
la ramada y los fogones;
el alegra las reuniones
en las yerras y carreras,
el que pasa las tranqueras
sin permiso del patrón…
y libre como el halcón
cruza montes y praderas.

El que del gaucho matrero
cuenta la vida pasada,
y la tapera olvidada
donde ocultó el parejero;
las hazañas del guerrero,
los pesares de la ausencia,
y la cruz que, en la eminencia,
señala la humilde fosa
del que en la lucha gloriosa
murió por la independencia.

La bandera de Los Treinta y Tres

Orientales, no es signo de combate
En la guerra civil, esta oriflama,
Es el pendón que desplegó gloriosa
La gran legión que redimió la patria.

La gran legión! pequeña por el número,
Que solo apenas treinta y tres contaba,
Pero grande en sus rasgos de heroísmo,
Su fe, su abnegación y su constancia.

Es la página de oro de la historia,
La bandera punzó, celeste y blanca,
Tiene en carta color un pensamiento,
Un destello de gloria eu cada franja.

El punzó es el poema que recuerda
La sangre por los libres derramada,
El blanco es la la pureza de la idea,
El celeste es el cielo de la patria.

Vedla! es la misma con brazo hercúleo
Levantó Lavalleja en la Agraciada,
Y en torno de la cual juró la hueste
Vencer o sucumbir en la demanda.

Por eso lleva el lema del denuedo
De libertad o muerte, que entusiasma,
Escrito en caracteres indelebles
Del color de la pólvora y las balas.

Es la que a Sarandí llevó de nuevo
El jefe de la hueste temeraria,
Orlándola, entre gritos de victoria,
Con el verde laurel de la batalla.

La que arrancó la voz de “sable en mano
Carabina, soldados, a la espalda”
Como el rugido del león que rompe
La cadena servil que lo avasalla.

Reliquia venerada de los hijos
De la tierra oriental, tierra espartana,
Capitulo de homérica leyenda
Que ha de escribirse en inmortales páginas.

Orientales, no es signo de combate
En la guerra civil, esta oriflama,
Es el pendón que desplegó gloriosa
La gran legión que redimió la patria

Punzó, blanca y celeste, sus colores
Forman iris de paz, y con sus franjas
Ataron las guirnaldas de la gloria
Los héroes de la homérica jornada.

Venid, y haced que el viento la sacuda
Sobre la cumbre que encontréis mas alta,
Donde se acerque al sol, para que brille
Como brillaba entre aceradas lanzas.

Venid, y que a su sombra fraternicen,
Mirándola flamear pura y sin mancha,
Los que llevan en alto por bandera
En la lucha civil, solo una franja.

Biografía:

Alcides de María Navarrete (1839-1908), nacido en Montevideo, fue una de las voces más auténticas de la literatura gauchesca uruguaya. Hijo del historiador Isidoro de María y hermano del escritor y político Pablo de María, Alcides creció en una familia profundamente ligada a las letras y la historia del Río de la Plata. Su legado literario refleja un vibrante homenaje al campo, las costumbres criollas y la vida gaucha, consolidándose como un referente en la tradición popular.

Desde joven, de María encontró en las publicaciones de diarios y revistas el espacio para dar vida a su poesía. Pero fue en la revista El Fogón, que fundó junto a Orosmán Moratorio en 1895 bajo el seudónimo Calisto el ñato, donde dejó una huella imborrable. Este medio se convirtió en el emblema de la literatura criolla, con colaboraciones de figuras como Elías Regules, Antonio Lussich y Javier de Viana. En sus páginas, las décimas de Alcides resonaban con la esencia del pago y el orgullo por la identidad rural, conquistando tanto al público de la campaña como a los habitantes de las ciudades.

La popularidad de su obra trasciende las letras y alcanza la música, pues sus versos encontraron eco en las voces de grandes intérpretes como Carlos Gardel. Temas como ¡Qué suerte la del inglés! y Amor criollo—conocido como El Pangaré—se convirtieron en clásicos del repertorio criollo, llevando la poesía de Alcides de María a un público más amplio y diverso.

Montevideo le rinde homenaje con una calle en el barrio Nuevo París que lleva su nombre, una arteria que conecta los recuerdos de su obra con el presente. Alcides de María no solo capturó con su poesía la esencia de una época, sino que también inmortalizó en sus versos el espíritu gaucho que aún galopa en las raíces del Río de la Plata. Su poesía es memoria, canto y legado.

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