Poemas:
OFRENDA
Ven
aquí caminante,
—amigo o enemigo— ten
estas canciones que el Instante
dejó en
su vuelo en mi jardín.
Verás: la viña de mi sien
maduró su racimo sin
esperar
tu gratitud, y has de encontrar
entre el rumor de mis versos
huellas de tu dolor,
por que yo llevo en mí los universos
que murieron sin flor.
ANACREONTICA
Ríe al dolor, hermano,
y apura tu licor,
en este mundo vano
no hay minuto sin flor;
exprime con tu mano
las ubres del amor:
ya te espera el gusano,
el único señor;
acorta tu camino
con la embriaguez del vino
del placer y después
ve tranquilo a la puerta
de la mansión desierta
de lo que ya no es…
Oda al viento
El viento da un volatín
en mi dedo
y me tira de las manos al cenit,
luego me tiende su cesto
para que arroje su recuerdo;
se echa de bruces en el cielo
y se pinta ojeras de hollín,
viene rodando como un niño
los mil aros del polvo
y suena un silbato
do re mi.
juega a hacer surcos en el cielo
con el arado de un avión
se encarna en mis hombros como un mico
y se mete los dedos en la sien
bailarín de todos los alambres
trae nubes banderas
con que empenacha la ciudad
me tapa loa ojos con puñados
de pájaros
mientras él coge pantorrillas
lea tira. a las mujeres la mixtura
de sus 200 crepúsculos
y quiere amarrar mis pensamientos
con serpentinas porvenir
sopla. mi corazón cenicero
me da el brazo
y galopamos con el cielo
y los hombros en la ciudad
en los pies como un patín
TRANSMIGRACIÓN
Mañana, cuando el viento
repose en mis cenizas
y ya mi pensamiento
se duerma con mis risas;
Mañana, que el violento
ritmo del corazón
ahogue su lamento
como un viejo león;
Mañana, que las rosas
se pongan ruborosas
al beber de mi boca,
y mi lira esté muda
y mi alma desnuda:
¡Yo cantaré en la roca!
ADVOCACION
Niño soy es decir un hombre en perpetuo trance de crecimiento.
Hombre de alba, raíz, brote .Y porque brote. Porque estoy
brotando siempre como la grama dulce de mi tierra, este
libro ha nacido para vosotros, niños de mi Arequipa.
Por vosotros no me acuerdo del ala que, ayer no más,
emplumaba mi axila, ni la adusta lección de mi montaña.
Y así, con voz endulzada por estas aspera amargura que nos va
Creciendo a los hombres de la vida, os digo:
Una vez Armado rivera me invito a su escuela .Quería
unas palabras mías para el indio broncíneo, hermano nuestro,
Hecho de tierra y de lágrimas. Las dije vosotros
Estuvisteis atentos como las aguas del rio, que se aquietan
Para recoger el paisaje .junto a vosotros subida en el
Tejado, una águila escucha también mis palabras y
Vuestros himnos.
Pues bien, así como esa águila –que habría muerto en
Cualquier lujosa jaula y se ha hecho amiga de vosotros
Porque sois puros, porque la vida no os ha encenegado
Todavía los labios ni los ojos –así vengo yo a vosotros,
Desde cielos altos, trayéndonos estas palabras puras
Encendidas, estos símbolos, están historias bellas como
Cuentos y estos hombres nacidos para el bronce y el mito.
Y vosotros, maestros de Arequipa y de América, oídme
También .Es necesario que me oigáis ahora en el granito azul
De la fábula, como ayer oísteis mi palabra, abeja de oro en el
Moscardoneo en creciente de seis mil niños de Arequipa.
En verdad os digo que el poeta no cumple sino lleva su
Corazón al pueblo, si no lo reparte a todos, hecho pan y
Hecho de vino, sangre, alma y música, poetas.
Y pueblo, el gran pueblo abierto siempre y ávido de agua y
De semillas es el diminuto, el innumerable, el inextinguible
Pueblo de los niños
El niño es surco, es hierba y es arbusto .la hierba gatea
Y todo lo invade .El árbol acoge canto y nido .y el surco
Podre y trasformar la semilla .Dejemos en el
Nuestra palabra buena .El fruto dirá su cosecha.
Biografía:
Alberto Guillén Paredes, nacido en la encantadora Arequipa en 1897, deslumbró al mundo literario como un poeta de talento excepcional. A pesar de su vida truncada por la enfermedad, su legado resplandece con una obra vasta y variada que captura la esencia misma del alma humana.
Desde su juventud, Guillén demostró su destreza en las letras, cultivando su pasión por la poesía mientras estudiaba en el Colegio Nacional de la Independencia Americana y más tarde en la Universidad Nacional de San Agustín. Su primer poemario, “Prometeo” (1918), reveló su ambición artística y su deseo de emular a sus ídolos literarios, como el renombrado Alberto Hidalgo.
Con su llegada a Lima en 1920, Guillén se embarcó en una búsqueda de reconocimiento, ganando renombre con su obra punzante “La linterna de Diógenes” (1922), una mirada irónica a la vida literaria peruana y española. Sin embargo, fue su “Oda a Bolívar” la que le otorgó la consagración continental, ganando un prestigioso concurso en honor al héroe sudamericano.
A lo largo de su vida, Guillén cautivó a lectores con una amplia gama de obras, desde los profundos poemarios como “Deucalión” (1920) y “Laureles” (1925), hasta sus incisivos epigramas y sus incursiones en la prosa, como la novela corta “Corazón infante” (1923).
Aunque su tiempo en este mundo fue breve, Alberto Guillén dejó un legado perdurable en la literatura peruana y latinoamericana, su voz resonando en cada verso y su espíritu inmortalizado en las páginas de sus obras atemporales.