Poemas:
Chiapas
Estas tierras de guerra no me asustan,
me arropa tu recuerdo, valentía
no me sobra y las galas no me gustan
aunque presumo sí, de bonomía.
Y tú, mar de por medio, ¿qué dirías
si te dijera yo que me han herido,
que está mi corazón de enfermería?
¡No te alarmes!, verás ha sucedido
que mi alma, alzada en armas ha cargado
la ballesta mejor que poseía,
y sin menos ni más, ha disparado
su saeta con grande puntería,
contra este pobre ausente, enamorado
y lo ha dañado de melancolía.
Chiapas con lluvia
Hoy anduvo de estreno la mañana
con vestido de lluvia persistente,
coqueteando conmigo en la ventana
y mojando el sombrero de la gente.
Al rato se cansó de su jarana
y el verde recobró su hegemonía.
Me descubrí pensando en la lejana
ventura de un domingo que llovía
contigo entre mis brazos cobijada
sintiendo como el tiempo transcurría
con el grato deber de no hacer nada.
Volví a la realidad que me exigía
urgencia de acudir a una llamada:
el vuelo a Tapachula ya salía.
Partir
Saldrás a caminar por las estrellas
con tu cósmica tu corte de querubines
echando a la ribera de una nube
tu pena como al mar una botella.
Recogerás el sueño en las violetas
insólitas violetas de la gramas
y te irás lentamente hacia la cama
envuelta en una estela de cometas.
mientras que yo, la quilla a barlovento
te llevo en la bitácora conmigo
y abrigo el corazón con el abrigo
de la mágica rosa de los vientos
Preservando en mis ánforas de tiempo
el tiempo de volver a estar contigo.
La vejez
Me llegará lentamente
y me hallará distraído
probablemente dormido
sobre un colchón de laureles.
Se instalará en el espejo,
inevitable y serena
y empezará su faena
por los primeros bosquejos.
Con unas hebras de plata
me pintará los cabellos
y alguna línea en el cuello
que tapará la corbata.
Aumentará mi codicia,
mis mañas y mis antojos
y me dará un par de anteojos
para sufrir las noticias.
La vejez…
está a la vuelta de cualquier esquina,
allí, donde uno menos se imagina
se nos presenta por primera vez.
La vejez…
es la más dura de las dictaduras,
la grave ceremonia de clausura
de lo que fue, la juventud alguna vez.
Con admiable destreza,
como el mejor artesano
le irá quitando a mis manos
toda su antigua firmeza
y asesorando al Galeno,
me hará prohibir el cigarro
porque dirán que el catarro
viene ganando terreno.
Me inventará un par de excusas
para amenguar la impotencia,
que vale más la experiencia
que pretensiones ilusas,
me llegará la bufanda,
las zapatillas de paño
y el reuma que año tras año
aumentará su demanda.
La vejez…
es la antesala de lo inevitable,
el último camino transitable
ante la duda… ¿qué vendrá después;
La vejez
es todo el equipaje de una vida,
dispuesto ante la puerta de salida
por la que no se puede ya volver
A lo mejor, más que viejo
seré un anciano honorable,
tranquilo y lo más probable,
gran decidor de consejos
o a lo peor, por celosa
me apartará de la gente
y cortará lentamente
mis pobres, últimas rosas.
La vejez
está a la vuelta de cualquier esquina,
allí donde uno menos se imagina
se nos presenta por primera vez.
La vejez…
es la más dura de las dictaduras,
la grave ceremonia de clausura
de lo que fue la juventud alguna vez.
Qué culpa tengo yo
Qué culpa tengo yo para mi muerte
de manos de un fanático suicida
qué culpa tengo yo de no ser fuerte
para blindar las puertas de mi vida.
Qué culpa tengo yo si mi camino
de siempre es un camino sosegado
no tengo vocación de jacobino
ni soy un transgresor iluminado.
Si debo convivir con los violentos
por ética les niego mi indulgencia
Los seres que generan malos vientos
no pueden navegar en mi conciencia.
En nombre de que míseros designios
se juega con la paz y con su suerte
la paz es un deber, y es el dominio
que tiene por haber la buena gente.
Conciente soy de ser entre la masa
un punto más en medio de la pista
un número nomás en la subasta
un impreciso numero en la lista.
Qué culpa tengo yo de los manejos
de rapaces ediles sin conciencia
que escurren siempre el bulto y el pellejo
y acaban con mi fe y mi paciencia
Si debo convivir con los corruptos
Tampoco les dedico mi indulgencia
ni tan siquiera un mísero exabrupto
que pueda decorarles la conciencia.
qué culpa tengo yo de los enojos
de jurásicos seres trastornados
que juegan a la muerte y sus despojos
en tremendos y arteros atentados.
Que sepa de para siempre el terrorismo
de artera sombra y docta villanía
que solo tiene espacio en el abismo
del crimen y su eterna cobardía
No hay fin que justifique tanta pena
ni pena que no viva su calvario
no hay crímen que se quede sin condena
más tarde,más que nunca o más temprano.
Temores
Una válvula herida de una serie,
desperfecto, reactor, tecnología,
reclama adrenalina y me vacía
dejando mi temor a la intemperie.
Quisiera no mirar, para no verme
azorado vagando en la agonía
de un algo visceral que no varía
ni un ápice en su afán de someterme.
Procuro razonar y a duras penas
consigo derivar mis pensamientos,
por supuesto hacia ti y en un momento
recupero control y calma plena.
Creo que Dios pospuso mi condena
para no lastimar tus sentimientos.
Desde Puerto Vallarta
Hoy que tengo ocasión desde Vallarta,
hoy que tengo una línea transmarina
me apresuro a volcar en esta carta
lo que siento en mi centro y mis esquinas
de mi alma: naufragio de tu ausencia,
deriva de tu luz y tus noticias,
sin el palo mayor de tu presencia
y mis velas sin vientos de caricias.
El Pacífico en calma, las palmeras
y aquellas rocas frente a la bahía
de pronto se transforman en quimeras
de un tiempo que es presente todavía.
Sigue bogando sin rumbo y sin ribera
a todo remo mi melancolía.
Ganas de no hacer nada
Tengo muchas ganas de no hacer nada
de sentarme a esperar que pase el tiempo
que se deslice como el pensamiento
casi obsesivo de volver a casa.
Tengo muchas ganas que ya no exista
el intermediario de la distancia,
esa cruz que llevo desde mi infancia
y que persiste en ser protagonista
de mis horas, mis pasos y mis ansias.
Tengo muchas ganas de acompañarte,
escapar de la eterna vigilancia
de mis vanidades, a cualquier parte;
siempre saldré ganando, por ganancia
ya he ganado el derecho de adorarte.
Guadalajara
El sur quedó en el sur “exuberando”
su fiesta de calor y de colores.
De pronto entre las nubes asomando
se ve Guadalajara y los fervores
aumentan al saber que nos espera,
el reto conceptual de superarnos
en el macro auditorio de la feria
con una multitud para escucharnos.
A la hora de andar empieza el viaje,
Ricardo y yo sin red en el vacío
a piano y voz, glosamos “Equipaje”,
Facundo al ingresar completa el trío.
Se deslizan dos horas y un paisaje
de alegría en las almas del gentío.
Biografía:
José Alberto García Gallo, más conocido como Alberto Cortez (1940-2019), fue un cantautor y poeta argentino nacionalizado español cuya música trascendió fronteras y emociones. Su obra, influenciada por el tango, el folclore argentino y poetas como Antonio Machado y Pablo Neruda, dejó una huella imborrable en la escena musical internacional.
Nacido en Rancul, Argentina, en 1940, Cortez mostró su pasión por la música desde temprana edad, explorando el tango y el folclore mientras estudiaba en San Rafael. Su carrera despegó en Buenos Aires, donde se sumergió en la escena musical y adoptó el nombre “Alberto Cortez”. Tras una exitosa gira por Europa, donde grabó su primer EP, su vida dio un giro significativo al conocer al folklorista Hugo Díaz en Santiago del Estero.
El viaje a Europa y su encuentro con el productor Willy van den Steen marcó el inicio de su ascenso musical. La denominación “La voz de la amistad” en México consolidó su estatus como artista internacional. Sin embargo, fue en España donde Cortez redefinió su carrera con dos históricos conciertos en el Teatro de la Zarzuela de Madrid en 1967. Allí, interpretó obras de Atahualpa Yupanqui y poetas españoles, estableciéndose como un intérprete magistral de la canción de autor.
Regresando a Argentina en 1969, Cortez enfrentó el desafío del servicio militar, pero su impacto en la escena musical no pasó desapercibido. Su consagración llegó en 1978 con un emotivo concierto en el Teatro Coliseo de Buenos Aires. A lo largo de su carrera, Cortez musicalizó a grandes poetas como Pedro Bonifacio Palacios “Almafuerte” y realizó presentaciones históricas, como en el Teatro Colón de Buenos Aires en 1992, un logro inédito para un cantante de su género.
La colaboración con Facundo Cabral en “Lo Cortez no quita lo Cabral” en 1994 marcó otro hito en su carrera, llevando su espectáculo por América y España. A pesar de enfrentar desafíos de salud en 1996, Cortez regresó triunfante y continuó su legado con presentaciones en Estados Unidos, concluyendo su colaboración con Cabral en 1999.
Alberto Cortez dejó un legado musical profundo, con más de cuarenta discos y premios destacados, incluido el Grammy Latino a la Excelencia en 2007. Su poesía musical, su habilidad para dar vida a letras conmovedoras y su conexión única con el público consolidaron a Alberto Cortez como un ícono de la canción de autor, trascendiendo fronteras y generaciones con su inigualable voz de la amistad.