Poesía de Uruguay
Poemas de Alba Roballo
Alba Roballo (1909-1996) fue una figura multifacética y poderosa que dejó una huella imborrable en la política, la poesía y el activismo social de Uruguay. Nacida en el corazón del departamento de Artigas, en el pequeño pueblo de Baltasar Brum, Roballo creció en un entorno marcado por la injusticia social que moldearía su carácter indomable. Su inteligencia precoz y pasión por el conocimiento la llevaron a ser una de las primeras alumnas del liceo local, un preludio de su futuro como pionera en múltiples campos.
Desde temprana edad, Roballo reveló un talento singular para el liderazgo. Con solo 14 años, pronunció su primer discurso político, un acto de valentía que anticipaba su compromiso con la lucha por la justicia. Esta habilidad innata para desafiar el statu quo la acompañó durante toda su vida. Graduada como abogada por la Universidad de la República, utilizó su formación no solo como herramienta profesional, sino como un medio para combatir la desigualdad.
Como militante del Partido Colorado, Roballo emergió como una voz distintiva en la política uruguaya. Su fervor era tal que los tambores que acompañaban sus mítines se convirtieron en un símbolo de su energía contagiosa. Electa diputada y posteriormente senadora, su carrera estuvo marcada por una retórica encendida y un compromiso inquebrantable. Pero su espíritu combativo también la llevó a romper filas cuando las medidas represivas de la dictadura le resultaron intolerables. En 1971, en un acto que simboliza su carácter, se unió a la fundación del Frente Amplio, reafirmando que su esencia batllista trascendía las etiquetas partidarias.
En su faceta de poeta, Alba Roballo dio voz a las inquietudes más profundas del alma humana. Obras como Canto a la Tierra Perdida y Poemas del miedo destilan una sensibilidad exquisita, entrelazada con la angustia de los tiempos convulsos que le tocó vivir. Su poesía, siempre intensa y profundamente personal, se erige como un testimonio de su capacidad para transformar el dolor en arte. A través de títulos como La fábrica de la locura, Roballo documentó con precisión poética los años oscuros de la dictadura, combinando memoria y resistencia.
La dimensión humana de Alba Roballo es inseparable de su obra y legado. Fue una defensora incansable de los derechos de las mujeres y los sectores más vulnerables, impulsando reformas como el reconocimiento legal de la unión concubinaria. Con este gesto legislativo, demostró una empatía que trascendía lo político, dejando una impronta en la seguridad social del país.
Alba Roballo fue más que una política o una poeta; fue un símbolo de transformación y resistencia. Desde el fragor de los tambores hasta las páginas de sus libros, su vida fue un canto incesante a la justicia, la libertad y la belleza. Hoy, su nombre resuena como un eco vibrante en la historia de Uruguay, recordándonos que la lucha por un mundo mejor siempre lleva el sello de los valientes.
Un domingo en Marilan
Me llamaste despacio ansioso, tierno
¿me tienes miedo ahora que soy nada?
quiero despedirme este domingo.
Fue el último nuestro, raramente solos.
Te sentí a lo largo de mi cuerpo.
Fue un abrazo terrible, triste, lúcido
de sombrías urgencias y desesperado.
Los dos en aquel lecho
sabiendo que era el fin
de los siniestros perros
que aúllan a la luna de la muerte
entraban en jauría a la alcoba
en una invisible ronda inacabable
Fue el último domingo de tu vida y mi vida
En la alta ventana, la tarde caía
en un ocaso de signos cabalísticos.
A las diez de la noche
De noche, tal vez a las diez, a las doce
la soledad recobra su cara de cadáver,
frente al solitario plato, como una luna, plana
el cubierto golpea su metal desolado.
Yo y mi sombra y mi hambre de amor y de manos
mi sed de palabras.
A las diez de la noche el reloj es tan nítido
que el corazón llora pausado sus mil tardes.
A las diez, a las doce, un silencio sin nada
nos dice tristemente de todos nuestros muertos
de una angustia tan honda de puñales y clavos
y de una desesperada necesidad de algo.
Pero el cuerpo está tibio y el teléfono calla
nadie dice el nombre que siempre nos nombraba
el amor, un amigo, aquel árbol, la calle,
un domingo, un regreso, una perdida carta.
Llamo a un número a ciegas, a un nombre
que no es nada.
Nadie está a las diez de la noche.
El otro miedo
Más allá de mi puerta y mi ventana y mi piel
está el otro miedo de pelos y pezuñas
de olor a humo y pólvora, de sangre que se pudre
de cuchillos zurdos… de estanques silenciosos
peces venenosos sin colores ni ojos
hongos gigantescos que destripan ciudades
granadas que estallan en selvas y pantanos
azafatas rojas desnudas por el aire.
El otro miedo
de tumulto crecido de gargantas
huesos inocentes en osarios comunes
asesinados a la tarde sin un solo rosario.
A todo lo que está allí
fatalmente
en un caos de rosas y semillas
de palabras de odio y de amor
«de eso»
que va a parir el mundo
ahora
o mañana.
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