Poemas:
Canción
Abolida la estrella al final de la aurora de falda forestal,
abro al viento mi mano con huella de crisálida
y digo la palabra más dulce de mi tiempo, la gran Sílaba
que prolonga el rumor del olivo solar
y brilla en el coral de los ojos de la paloma.
Paz de labios de leche para el hombre mi hermano sellado
por el rayo y vestido de faro.
Me envuelvo con la lana de mi tilma que aroma el alhelí.
¡Potros! ¡Potros! ¡Bandadas! El sol hunde su brazo
de molinero en el hinojo.
Unos pies matutinos
huellan cardos de escarcha. Lienzo nupcial sobre el seco maguey…
Al pie de la gran torre de hierro del vigía escrutador de incendios
desde la sacra loma de los muertos,
el niño oscuro dijo:
“Pusieron el erizo en la boca del lobo…”
Maravillosamente, algunos saben
que la Montaña hereda mi corazón arado.
Casi un canto para el mar
¿Qué puede vencer, dime, la distancia entre el sueño
y las islas blanquísimas?
El mastín de la noche dormirá entre jazmines.
Mástil mitad del sol y mitad de la luna.
Caen fardos de estrellas
en las barcas.
Aquel que anduvo sobre el agua
y murió tan abierto
cuelga como una lamparilla en el rincón de los murmullos.
¿No ves, madre, la mano de tu niño dormida
en la barba del mar…?
Biografía:
Agustí Bartra i Lleonart, nacido el 8 de noviembre de 1908 en Barcelona y fallecido el 7 de julio de 1982 en Tarrasa, fue un poeta, traductor y prosista español cuya obra refleja la intensidad de su vida marcada por el exilio y la búsqueda de identidad.
Nacido en una familia campesina, Bartra mostró temprano su talento literario, ganando un concurso en 1934 y colaborando en las revistas “Amic” y “Meridià“. Sus primeras publicaciones, la colección de cuentos “L’oasi perdut” (1937) y el poemario “Cant corporal” (1938), anunciaron la llegada de una voz nueva y vibrante en la poesía catalana.
La Guerra Civil Española marcó un punto de inflexión en su vida. Luchó en el bando republicano y, tras la derrota, se exilió en 1939, una experiencia que dejó una huella imborrable en su obra. Pasó por varios campos de refugiados antes de llegar a París, donde conoció a la también exiliada escritora Anna Murià, quien sería su compañera de vida y letras. Juntos se embarcaron en un periplo que los llevó a la República Dominicana, Cuba y finalmente México, donde Bartra encontró un hogar más estable y cofundó la revista “Lletres” (1944-47).
La poesía de Bartra se caracteriza por su profundo humanismo y su exploración de la condición humana en tiempos de crisis. Obras como “L’arbre de foc” (1946) y “Màrsias i Adila” (1948) reflejan su capacidad para transformar el dolor del exilio en una fuente de creatividad y belleza. Durante sus años en México, también escribió “L’evangeli del vent” (1956) y “Quetzalcòatl” (1960), consolidando su reputación como uno de los grandes poetas del siglo XX.
En 1970, Bartra regresó definitivamente a España. Su regreso fue fructífero: recibió el Premi Carles Riba en 1973 por “Els himnes” y la Creu de Sant Jordi en 1981. Su último reconocimiento, el Premi de la Crítica de poesía catalana en 1982 por “Haikús d’Arinsal”, llegó poco antes de su muerte.
El legado de Bartra ha perdurado más allá de su vida. En 2005, el cantautor Miquel Pujadó estrenó el espectáculo “La sínia i l’estrella (suite d’Agustí Bartra)“, y en 2007, un homenaje poético-musical dirigido por Carles Canut celebró su obra en el Teatro Romea de Barcelona. Su poesía, que abarca desde el lirismo íntimo hasta la épica, sigue inspirando a nuevas generaciones de lectores y artistas.
Agustí Bartra dejó una huella indeleble en la literatura catalana y universal. Su obra completa, que incluye títulos como “Ecce homo” (1964) y “Rapsòdia d’Ahab” (1976), es un testimonio de su compromiso con la verdad poética y la resistencia del espíritu humano. En cada verso, Bartra nos invita a explorar el fuego de la existencia y a encontrar belleza en la adversidad.