No penséis que he venido para traer paz a la tierra; no he venido para traer paz, sino espada. Porque he venido para poner en disensión al hombre contra su padre, a la hija contra su madre, y a la nuera contra su suegra; y los enemigos del hombre serán los de su casa… y el que no toma su cruz y viene en pos de mí, no es digno de mí.
S. Mateo 10.34— 36 y 38
La desnudez de los dioses, vírgenes y ángeles siempre me ha intrigado. No es que dude de su inocencia, solo que nunca he confiado en la moral de los hombres. Acaso no es apetecible una virgen desnuda —con el perdón de Dios—, acaso no es una tentación al celibato.
Yo también soy un dios a veces. El padre dice que solo existe un Dios, un Dios Padre. Sí, yo entiendo que los otros son dioses paganos pero, cuál es la diferencia entre unos y otros. El padre me dice que eso es pecado, pero yo simpatizo más con algunos dioses paganos. Yo envidio a Eros. Sí, la envidia es un pecado capital, pero la mía es de la buena, de la que se absuelve con algunos Padre Nuestro o Ave María. Claro, a mí me tocó ser hijo de este Dios, el que no es pagano. Eso dice el padre, dice que somos su imagen y semejanza y cuando me miro al espejo siento un poco de repulsión por “Dios no pagano” y un poco de lástima quizás. Por eso me pregunto quién es ese Dios perfecto y ese judío de ojos azules en la cruz, porque definitivamente no son mi Padre y mi hermano. Ves, Hércules, Aquiles, Cástor y los otros sí son imagen y semejanza de sus padres. Pero al menos tengo el consuelo de que el mío es más bueno y perfecto, y eso es un orgullo, aunque no nos parezcamos mucho.
El padre dice que los hombres buenos van al cielo y yo nunca tuve apuro por vivir. Solo dejaba pasar los días y rezaba mucho esperando la muerte y el paraíso. Pero últimamente ya no lo añoro tanto. Eso fue desde el día que conocí a Magdalena. No, no la santa, aunque es prostituta también. Eso me dice el padre, una prostituta y una retrasada, y me manda a rezar, y me castiga por mis pecados. Suerte que Dios, mi Padre, es misericordioso y siempre me perdona. Es que yo también soy un dios a veces, un dios como esos que se desnudan en las imágenes. Y Magdalena es una diosa que me quita el miedo a la vida, que me abraza como nunca lo han hecho las vírgenes de las imágenes, que no llora ni se arrepiente de nada. No, no se parece a la otra Magdalena, la María, aunque el padre lo diga.
Un día el padre nos vio abrazados en la capilla y no entendió cuando le dije que éramos dioses desnudos, que ella era mi diosa, que era incluso más linda que muchas de esas gordas de los cuadros. Que no, que nada de santa, ni virgen, que unos anormales de mierda es lo que somos, que vamos al infierno por fornicar. Así dijo, y esa fue la primera vez que me castigó.
Ya sé lo que es fornicar, Magda se lo preguntó a su padre. Por eso nos vamos a casar, para poder ir al cielo. Ayer esperé a su madre para decírselo todo. Nos vamos a casar, ella es mi diosa y quiero que usted lo sepa. Pero no pude, porque ella estaba llorando en el confesionario. Padre, mi marido siempre me golpea cuando se emborracha. Ya no soporto más sus maltratos, su peste a ron ni su presencia, quiero divorciarme. Hija, los caminos del Señor son inescrutables. Estamos viviendo momentos difíciles y es en estos momentos cuando debemos estar más unidos. Recuerda que hasta Cristo fue tentado en su momento de mayor agonía, pero aun desde la cruz resistió los embates del demonio. Sí, padre, pero es que últimamente sueño que estoy desnuda en la cama, enciendo la luz y hay un hombre a mi lado que no es mi marido, lo peor es que cada noche es uno distinto y que siento deseos de estar con él. Pero cuando me va a tocar siempre me despierto asustada, como si me estuvieran mirando. Ese es Dios, que siempre vela por sus hijos. El diablo es muy sutil, no cedas a sus tentaciones que la carne es el cuerpo del pecado. Reza mucho, reza por ti, por tu marido y por tu matrimonio. Así hablaron.
Pero hoy sí se lo digo, hoy después de misa sí me decido. Buenas, señora, le dije y cogí a Magda de la mano. Dime. Y miró a Magda, miró mi mano en la suya instintivamente y después fijó sus ojos en mí como quien lleva el diablo escondido en la mirada. Es que queremos casarnos, atiné a decir. Quiénes. Nos miró como si el diablo mostrara ahora a través de sus ojos esa caldera encendida que dicen tiene allá por el infierno. Nosotros, pero solo después que atraje a Magda hacia mí y le rodeé su cintura con mi brazo pareció entender y salir de su letargo. Esto es lo que me faltaba, con que se van a casar. Sí, porque nos amamos. Y ustedes qué diablos saben del amor. Dijo, como si el diablo tuviera que estar presente en todos los temas. No, no sabemos, yo sé muy poco de todo, le dije. Bueno y entonces qué es eso de amarse. Es que lo sentimos. Mira, muchacho, no me hagas reír, déjense de tonterías. Pero es que…. Sí, que la amas, como si el amor fuera una medicina que se toma para el dolor de cabeza, que cuando se acaba vas y compras más; pero el amor es solo el dolor de cabeza, la falta de cura, muchacho, el amor es una palabra que inventó el hombre para tener por qué vivir, pero que no define ningún objeto real, ya que el amor no existe. No entiendo. Nadie lo entiende. Pero es que yo la amo. Te dije que el amor no existe, solo se insinúa en su ausencia, en la necesidad de concebirlo. Pero Dios es amor. Entonces quizás Dios no exista. Sí, Dios es mi Padre. Está bueno ya de estupideces, tus padres murieron en un accidente, tú ibas con ellos pero lograste salvarte, por eso quedaste así. Estupidez o lo que sea nos vamos a casar. Cogió a Magda por una mano y la arrastró de mi lado. Ustedes están completamente locos. Locos y todo nos vamos a casar. Qué pasa. Ah, buenas, padre, acá su monaguillo que pretende casarse con mi hija. No, padre, los dos queremos casarnos. Cuántas veces te he dicho que tú eres un servidor del Señor y un servidor del Señor no puede amar a una mujer, que eso es pecado. Pero cómo ser hijo y servidor a la vez de nuestro Padre, además cómo es posible que Dios prohíba amarse. Y tú quién te has creído para atreverte a cuestionarme a mí y al Señor, vete a la capilla y espérame allí. Sí, padre.
Sé que el padre me va a castigar, siempre me castiga, me castiga por todo. Sabes que te has portado muy mal. No sé, padre. Pues sí, te has portado peor que nunca, me dijo. Y después que me desnudara. Como los dioses, padre. Sí, como ellos. Que se la meta, que no sé qué de la carne, así, hijo mío, así, más, muérdeme el cuello, que no, padre, que eso no me gusta, que sí, que si no, no vas al cielo. Pero el padre no sabe a Magda, aunque al final sienta también una cosquilla y un mareo que me gusta mucho, pero el padre no sabe como Magda. Que me vire dice. Entonces yo que no, que no me gusta, y el que sí que esta vez sí, que este pecado es demasiado grande y me coge por los hombros, y coño so maricón, me cago en Dios. Pero lo empujo y logro soltarme y correr mientras lo oigo decir que ahora sí no tengo perdón, que ahora sí voy de cabeza al infierno.
Magda ya no tiene miedo, no le preocupa su padre, que siempre está borracho, que le pega a su madre y que hasta ha querido últimamente ser un dios desnudo con ella, ni su madre que no se entera que ella existe, que solo llora y reza. Porque Magda y yo nos vamos a fugar de la casa, de los padres, del hermano de ojos azules y del paraíso para siempre. Solo Magda y yo, para vivir y tener hijos y amarlos, aunque no se parezcan a nosotros.