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Nuestro es el reino

Portada del libro Tuyo es el reino, por Abilio Estévez

Un libro puede ser hoy cualquier cosa y servir para lo que sea, puede encarnar muchos libros o estar vacío, puede hablar o estarse callado. Tuyo es el reino intenta la increíble tarea de atrapar a la isla en las hilachas de isla, de aislarla en islas, donde sea la isla el personaje que se pregunta dónde está, por qué está, extraña ontología que recorre toda la obra y que a veces carece de forma o asume la camaleónica caricatura de otras tantas valoraciones sobre la insularidad.

Imaginemos que nos embarcamos a la Isla de Citerea o de Saint Malo, el viaje resultará más verosímil que el de Estévez, más real y comprometido con una chata forma de ver el arte de la cual huye el autor de Tuyo es el reino, novela de aprendizaje, de múltiples voces, de cronotopos disparatados, carnaval de la isla en medio del Caribe donde no hallamos la respuesta y sí las clásicas preguntas que definen todo el pensar humano. En tal sentido la obra es existencialista, en tanto no se preocupa de que el mañana pueda existir, se construye sobre la base de una precariedad profusa y evidente que el lector enseguida engarzará con las verdades del momento. De nadie es el reino, sino tuyo, la contradicción parecerá un horizonte utopista pero es totalmente propia de los contextos humanos que al isleño atañen. No hay isla más isla que esta isla, donde el aislamiento nos lleva a adentrarnos en las cavernas del pasado, buscar los dibujos de los ancestros, develar en los vientos del huracán presente los otros vientos ocultos…

Tuyo es el reino es novela sarcástica de principio a fin, en tanto el sarcasmo es uno de los derroches lujosos de la inteligencia. Elocuente muestra de que lo cubano no sólo está en la poesía, sino que encarna elementos prosaicos del existir, como los solares, como los laberintos habaneros llenos de mugre, como el habla, como la muerte tan omnipresente en tantos personajes, la muerte que nadie osa definir. Si vamos a la filosofía otra vez, vemos una antología orgiástica del pensar detrás de los reglones lanzados por Abilio Estévez, la orgía está en lo difuso y profuso del tema y del estilo, donde no hay manera de hallar el hilo de Ariadna y la pérdida resulta insalvable. No quiere ello decir que la novela carezca de la habitual estructura dramática propia de toda obra de su tipo, sino que el drama no termina, está irresuelto en la vida misma de los personajes tan contrahechos, tan inacabados, tan coherentes con la insularidad que los acompaña, que los define, que los indefine.

En tal sentido los lectores cubanos podemos decir “nuestro es el reino” aunque no sea nuestro, aunque haya cierta sensación de otredad y ceguera en una verdad social esquiva que bien supo captar Estévez. La novela de aprendizaje nos enseña que los gajes de la cotidianidad también son susceptibles de captarse por el arte culto. En tal sentido está allí, inevitable, el tono picaresco de Tuyo es el Reino” y su parentesco con esa larga data de novelas disparatadas y atrevidas, que nacieron en forma de castellano antiguo y sentaron las bases de la actual arte poética para captar la vida, forma que, desde el Ulises de James Joyce, debe encontrarse a sí misma, definirse, autoflagelarse, esconderse y colocarse en crisis. La obra de Estévez además se puede consultar como una de las tantas alternativas a la crisis de la novela, género grato como documento, pero difícil de hallar en cuanto el aliento de la vida resulta un tono ridículo, perecedero, desasido de la práctica, irreal. Este es un libro que huye de Balzac y nos trae los mismos resultados que una Comedia Humana caribeña.

La referencia virgiliana a lo Piñera está omnipresente, tanto en el tema como en el tono, como en la elección de los personajes y su desarrollo, podría decirse que hay una lectura crítica del autor del poemario La isla en peso, quien disparatara con la imagen de la isla, quien dijera tantas cosas que la isla no quiso escuchar. Y aunque Virgilio Piñera no haya escrito este libro, se huele su pensamiento, su sentir, su angustia. La necesidad de un escape, de un viaje, los viajes imaginarios, los fabuladores de viajes son embrujos piñerianos, fórmulas que el autor de la nueva alquimia ha usado como frascos que estaban al alcance de la mano, sobre la mesa apacible y vacía de algún cuarto de un solar de la Habana Vieja.

Quizás un tanto necesitada de contactos con el público cubano, la obra de Abilio Estévez tiene mucho que darnos ya que hace referencia a la tradición insular, además se trata de un autor que no rompe con lo cubano sino que trata desde aristas alternas darnos esa identidad de nuevo estilo, entregarnos a la isla lavada en las aguas de un Jordán que desaparezca el fatalismo. Aunque el tono y el tema nos suenen a tristeza de ser islas, en realidad se realza la cualidad y se la mira como propia de la Cuba de todos los tiempos. En tal sentido, Tuyo es el Reino es nuestro Reino, donde hemos de vivir, donde enraizamos las maneras de pensar, aunque sean múltiples y deformes. Ese reinado de este mundo, si bien pequeño, es al final lo único que nos pertenece de veras.

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