Nada más quiero frío, señora
I
—¿Por qué quiere irse para afuera? —le preguntó con mucha suavidad.
—Por el clima.
—¿Cómo?
—Sí, por eso. A mí siempre me ha gustado el frío, la nieve, todo ese asunto. Aquí hace tanto calor. Y más en estos tiempos.
—A ver, explíquese mejor, ¿cómo que el clima?
—Sí, no tiene más explicación. Me gusta el frío. La nieve. Que se me pongan las orejas violetas del frío. Me gustan los abrigones esos de piel, no los que usamos aquí, que son una bobería. Me gustan los grandes. Dicen que son de piel de oso.
—Sí, lo he escuchado. Pero todavía me sigue pareciendo rara su respuesta. Me ha desconcertado. ¿Y no le interesa la política, la economía, el deporte?
—Interesarme, sí me interesa, pero no me voy por eso. Aquí, a veces mal o bien, se vive. Unos días mejor, otros peor, pero aquí me ve. Y mire este cuerpo —abrió los brazos y se levantó. Giró y se sentó nuevamente.
—¿Pero no se va por ningún problema político? Digamos, ¿a usted le alcanza el sueldo?
—Ja, claro que no. Pero no me quejo. A usted tampoco debe alcanzarle, aunque trabaje comodita aquí. Eso es normal para todos en este país. Pero igual seguro que no deja el trabajo.
—¿Y se va para un sistema capitalista?
—No sé, no me interesa. Yo voy para donde haya frío. Y si es capitalista o no, eso no me importa.
—Entonces —dijo la mujer buscando la manera de contradecirlo— no le importa que maten osos para hacer abrigos. Aquel es un sistema en decadencia.
—¿En qué?
—En decadencia. Que se está cayendo y que va a terminar mal. ¿No le importa que la vida de esos osos sea para terminar como abrigos?
—Ya le dije. No me meto en eso. Lo mío es el frío. Es más, si aquí yo tuviera un aire acondicionado, de esos de los grandes —los ojos le brillaron cuando midió con sus manos el tamaño—, yo me quedaba. Pero no tengo cómo comprarlo. Además, no es lo mismo —continuó—. En el frío de verdad uno respira y le sale el humito ese por la boca y por la nariz. Aquí a veces pasa, pero un tiempo nada más, y después el calor de nuevo.
—Ah, entonces, ¿me está diciendo que está insatisfecho con su sueldo, con lo que este sistema es capaz de darle, porque no puede comprarse un aire acondicionado?
—Yo lo que quiero es frío, nieve, abrigos de piel de oso…Yo quiero ponerme un gorro, señora.
II
—No creo que su deseo se pueda cumplir. No podemos otorgarle la salida del país por semejante razón.
—¿Por qué?
—Porque no. Hemos hecho hasta lo imposible, pero ese motivo no aparece en las planillas. No está registrado.
—Pero…
—Quizá por cuestiones políticas, porque no le gusta el régimen a que está sometido, porque no hay libertad de opinión…
—No, no, mire…
—O por motivos económicos. Que no hay comida, que está muy cara, que a nadie le alcanza, que es una tragedia conseguir algo. No ya para los hijos, para uno mismo es virtualmente imposible…
—Bueno, eso es verdad. Está bien. Acepto. Pero eso a mí no me preocupa.
—Precisamente ahí radica el problema. Como no le preocupan esos temas, no encaja. Nunca nadie había hablado del clima.
—Pero… —se fue entristeciendo y en un instante le cambió la cara. Empezaba a molestarse y dijo con voz ligeramente exaltada—: Pues póngalo ahí. Abra hoy ese tipo de planillas —se levantó y se mostró amenazante—. Me voy porque me gusta el frío. No soporto más este calor asqueroso que no me deja vivir.
La mujer se levantó también, compelida por el tono que iba tomando la entrevista. Le dijo:
—Por favor, cálmese. Vuelva a sentarse. Vamos a ver. Yo voy ahora mismo a llamar a mis jefes para ver qué pueden hacer por usted.
Pero el hombre ya no entendía. Veía casi en cero la posibilidad de sentir la nieve caer sobre sus manos. No iba a experimentar el calor de un buen abrigo de piel de oso apretado en torno a su cuello…
—No, no, no llame a nadie. Escríbalo usted misma en esa hoja. Motivo de la salida: Ganas de tener frío. Dele.
La mujer, algo asustada, caminó hacia la puerta y no escribió nada. Apenas abrió llamó a los de Seguridad y desapareció por el pasillo, al tiempo que escuchaba los gritos desesperados del hombre mientras el equipo de agentes lo sacaba de la habitación:
—Yo nada más quiero frío, señora. Escriba eso en la planilla… Frío… Frío… Frío…
Randy Cabriales. Trinidad, 1983. Narrador
Licenciado en Letras por la Universidad Central de Las Villas. Egresado del Centro de Formación Literaria Onelio Jorge Cardoso y ganador de la Beca de Creación “El caballo de Coral” que otorga dicha institución. Ha publicado en el magazine literario mexicano Papeles de la Mancuspia, en Cómo y en Esquife, revista electrónica de arte y literatura. Su libro La vida insoportable se encuentra en proceso de publicación por la Editorial Cajachina del Centro Onelio.