¡Ay!, los milagros son poco duraderos. Quien levanta el vuelo un día aterrizará. Presa de la angustia, imagino el día en que el arte dejará de buscar lo nunca dicho y volverá, dócilmente, a ponerse al servicio de la vida colectiva, que exigirá de él que embellezca la repetición y ayude al individuo a confundirse, alegre y en paz, con la uniformidad del ser.
Pues la historia del arte es perecedera. La palabrería del arte es eterna.
Cierro El Telón de Milán Kundera con un roce de la yema de los dedos sobre la pantalla y pongo el Kindle sobre la PC, tras acoplarlo a esta por un puerto USB para recargar la batería.
Entonces me dejo llevar por el arrepentimiento; acaso la vergüenza. Porque acabo de leer mi primer libro completo en un e-book; he traicionado al libro de papel, mi viejo amigo fiel…Y me da por hacer una declaración de principios:
¡Amo las Bibliotecas, el tufo a humedad, la pátina amarillenta de los libros y el oleaje de fino polvo que los cobija!
¡Me encanta despertar y ver libros amontonados en la mesa de noche y el breve espacio de la cómoda inconquistado por mi esposa Jacqueline!
¡Idolatro contemplar los volúmenes en la repisa delante de mi mesa de trabajo, en los tablones que entrecortan la pared a lo largo del corredor y en el librero enorme que constriñe la sala!
Aunque todo fue tan fácil with my Kindle…
Puedo tomarlo con una sola mano y llevarlo a cualquier parte en un bolsillo del pantalón. Con 4 Gb de memoria, en donde almacenar todo lo ya leído y más de lo que tal vez leeré por el resto de mi vida. Con pantalla mate, que no hiere los ojos con un ataque de luz.
Puedo colocar a mi antojo la dimensión y tipo de letra, o decidir escucharlo con audífonos en lugar de leer. ¡Y si toco la esquina superior derecha brota un triangulito imitando el doblez de la página marcada, como devolviéndome al tiempo en que no tuve escrúpulos para lastimar los bordes de los libros!
Todo empezó en un capricho. A la manera del obnubilado por “Usted también puede tener un Buick”, aquella propaganda de auto en los años 50. Yo también quería tener un Kindle. Y la ilimitada generosidad de un amigo extranjero acercó a mí el artefacto sofisticado y unknown en las tiendas nacionales…
De súbito, renuncio a desgastarme buscando mi ejemplar en papel de Sostiene Pereira, publicado en Cuba hace ya unos años, y agarro otra vez el Kindle, donde tengo esa novela guardada en formato .MOBI.
¡Antonio Tabucchi ha muerto, viva Tabucchi! ¡Ha muerto el libro de papel, viva el libro electrónico! Y sostiene Tabucchi que
Sostiene Pereira que le conoció un día de verano. Una magnífica jornada veraniega, soleada y aireada, y Lisboa resplandecía. Parece que Pereira se hallaba en la redacción, sin saber qué hacer, el director estaba de vacaciones, él se encontraba en el aprieto de organizar la página cultural, porque el Lisboa contaba ya con una página cultural, y se la habían encomendado a él…
Pero no es justo, no… Detengo la lectura y hago la marquita con el roce táctil. ¡Oh, viejo amigo libro, cuán desnudas quedarán las estancias el día que me faltes!
Aunque, fiel camarada, ¿y el argumento ecológico? ¿Cuánto más podrían durarnos los bosques de la Amazonía, dadivosos pulmones del planeta, si persiste la escriturofilia del ciclo posmoderno? Sí, es verdad, he oído eso del libro ecológico y el potencial del reciclaje infinito…
Pero, caro socio, ¿y el argumento económico? Millones se gastan en mi pobre país en el nombre de la Cultura y las Ferias del Libro, para ofrecerte a precios subsidiados por el magnánimo Estado. Sí, aliado insustituible, claro que siempre nos quedará el sacrificio supremo, ¡y que autores, editoriales e imprentas arrostren con gallardía la inanición, a favor de la sobrevivencia tuya y el utópico futuro!
Por favor, déjame ahora proseguir la lectura en el Kindle. He llegado al pasaje en que Tabucchi sostiene que
El Café Orquídea estaba prácticamente desierto, Monteiro Rossi no estaba pero la verdad es que era él quien había llegado con antelación. Pereira se sentó a una mesa de dentro, cerca del ventilador, y pidió una limonada. Cuando llegó el camarero le preguntó: ¿Qué noticias hay, Manuel? Si no lo sabe usted, señor Pereira, que es periodista, respondió el camarero. He estado en las termas, respondió Pereira, y no he leído periódicos, aparte de que por los periódicos no se sabe nunca nada, lo mejor es enterarse de las noticias a viva voz, por eso se lo pregunto a usted, Manuel. Lo nunca visto, señor Pereira, respondió el camarero, lo nunca visto. Y se marchó…
Pero ven acá, libro del alma, escúchame esto… ¿Y el argumento de la “Campaña por la Lectura”? Acaso no está visto y comprobado que los chicos de hoy prefieren pasar el día enganchados a Internet, la Minilaptop, el Teléfono Móvil, Ipad, la Tablet, y sólo te cargan a ti en la mochila sobre la espalda, como la cruz del martirio, a la hora de la escuela.
¿Acaso te enteraste que en la España indignada y en crisis, por los días de Navidad, se vendieron 500 000 Kindle? ¡Y fueron 4 millones en todo el mundo!
¿Sabías, por cierto, de un estudio reciente en Estados Unidos que asegura que allí los lectores de e-books consumen 24 libros al año, mientras los todavía fieles al papel solamente 15? Respóndeme:
¿Tendrías valor para sugerirle a los antiguos que renunciaran al liviano papiro y continuaran cincelando el signo sobre la dura piedra?
¿Le aconsejarías al hombre de la modernidad en sus albores, que no adoptara la imprenta porque acelera la Ilustración en demasía, siendo preferible aún el pausado ritmo de los copistas?
Además, mira, voy a dar un pase mágico al Kindle y levantar de nuevo El Telón… Escribió el checo que escribió Flaubert que “Siempre me he esforzado por llegar al alma de las cosas”. ¿Te das cuenta?
El autor de Madame Bovary ha descubierto el valor imperecedero de la literatura. ¡De la li-te-ra-tu-ra!, entiéndelo bien, no del libro de papel, quien sólo fuiste hasta hoy sólo su humilde y ferviente escudero.
Hagamos una simple variación a la frase de Kundera para que quede así: “La historia de sus soportes es perecedera. Pero la palabrería de la literatura es eterna”… Porque, vamos, ¿qué importa el odre si es bueno el vino?
Ahora mismo, si tuviéramos ese vino, ¿no me acompañarías a brindar por la muerte tuya y por la sobrevida de tu soberana, la literatura?
¿Qué no? Allá tú, de todos modos yo voy a continuar en el Kindle, pues he llegado al momento en que sostiene Tabucchi que
Sostiene Pereira que a las nueve de la mañana bajó la escalera que conduce a la playa de la clínica. En la escollera que bordeaba la playa habían sido excavadas dos enormes piscinas de roca en las que las olas del mar entraban continuamente. Las piscinas estaban llenas de algas largas, brillantes y gruesas que formaban un estrato compacto a ras de agua, y algunas personas chapoteaban dentro. Junto a las piscinas surgían dos casetas de madera pintadas de azul: los vestuarios. Pereira vio al doctor Cardoso que vigilaba a los pacientes sumergidos en las piscinas y les daba instrucciones sobre el modo de moverse. Pereira se le acercó y le dio los buenos días. Se sentía de buen humor, sostiene…