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Música de Fondo I

Estaba oscuro. Pensó en un beso, dejó que le pasara la mano por la nuca y entonces el apretón, el golpe. Fue una puñalada certera, con el filo y el impulso hacia arriba. El desconcierto más que la agonía lo hizo caer. Del asfalto se desprendían esas bocanadas que siempre arranca la llovizna, aunque sea de madrugada. Quiso tocarse la cadena, sentía un cordón opresivo y ardiente alrededor del cuello. No podía moverse. Era un dolor helado, paralizante, como si le hubieran metido el cuchillo entre las nalgas y todavía lo tuviera allí, tieso y frío. Desde el suelo vio a Marlon bajo el foco de la esquina, un mulato bajito y gordo lo tenía agarrado por las muñecas y le balanceaba los brazos, como si jugaran. A la rueda rueda. Pensó tratando de sonreír. Pero no era gracioso. Quiso gritarles y solo escuchó un estertor ahogado. Sintió un espasmo y los ojos se le envidriaron. Ahora Marlon y el mulato eran una sola mancha opaca, plasticada. De pronto recordó que él también estaba vestido de blanco, que seguía tirado en la calle, con su camisa, su pantalón y sus zapatos blancos, que estaba enfangado, mojado, sucio. Si madrina me ve —pensó sin lágrimas. Coño —alcanzó todavía a preguntarse—, por qué llueve siempre en carnavales.

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