Resumen del libro:
Guadalupe (Pita) Amor fue una de las voces más singulares de la poesía mexicana del siglo XX. Con un estilo incendiario y una personalidad arrolladora, se convirtió en un fenómeno literario y social. Su poesía, marcada por la intensidad y la exaltación del yo, exploró temas como la identidad, la soledad, la belleza y la fatalidad del destino. Su vida, tan dramática como su obra, la llevó a ocupar un lugar único en la literatura hispanoamericana, donde fue admirada y temida a partes iguales.
Yo soy mi casa, uno de sus libros más emblemáticos, nació en circunstancias poco convencionales. A los veintisiete años, con un lápiz de cejas y una servilleta de papel, Pita Amor escribió los primeros versos de esta obra, como si las palabras le ardieran en la piel. Dedicado a su amiga Gabriela Mistral, el poemario es un viaje hacia el interior de la poeta, una exploración sin concesiones de su ser.
Desde el primer verso, la voz de Pita Amor se impone con una fuerza arrolladora. La casa, símbolo recurrente en su poesía, no es solo un espacio físico, sino una metáfora de su cuerpo, de su espíritu y de su destino. En cada poema se percibe la lucha entre la arrogancia y la fragilidad, la certeza de su grandeza y el abismo de su soledad. Su lenguaje, a la vez clásico y desafiante, evoca la tradición de los grandes poetas barrocos, pero con una intensidad que rompe con cualquier molde.
Yo soy mi casa es una declaración de identidad y de resistencia. No es un libro para lectores indiferentes, sino para quienes se atrevan a entrar en el torbellino de una poeta que hizo de sí misma su mejor y más implacable creación. En sus versos no hay refugio, solo un espejo donde la voz de Pita Amor resuena con la fuerza de quien nunca temió mirarse de frente.
Si el amor no lo he cantado,
¿será porque lo he vivido?
Si el dolor lo he pregonado,
¿será porque va conmigo?
I
¿Por qué quise quitarme de las cosas
del mismo modo como las tomaba?
¿Por qué nunca fijé yo la mirada
en materia que tiene que morir?
¿Por qué siempre traté de resistir
a este lodo, que mancha con mirarlo?
¿Por qué intenté ir al mundo y despreciarlo,
tratando entonces de mirar al cielo?
¿Por qué busqué en la nada mi consuelo
y quise que la sombra me gustara?
¿Por qué hui de que el cuerpo me inquietara
e hiciera de mis poros sus esclavos?
¿Por qué insistía en que mis pies atados
tuvieran libertad para elevarse?
¿Por qué rogué a mi mente liberarse
de tanta combinada situación?
¿Por qué usé tan equívoca pasión
para calmar mis temblorosas ansias?
¿Por qué traté de distinguir distancias
que ojos normales nunca pueden ver?
Porque quise -¡ay, osada!- que mi ser
tuviera un prematuro amanecer.
II
… y me quise volver inalterable,
y lo logré volviéndome de piedra.
Era tan tormentosa mi tragedia,
que tuve que ceder y no fui nadie.
Y no fui nadie… y yo seguí existiendo
como existen las plantas y las piedras,
que soportan el sol y las tinieblas,
sin lograrse expresar, tal vez sintiendo.
Sintiendo que este mundo las rodea,
que las cobija el cielo y las alumbra,
pero a pesar de todo, la penumbra
es más grande, más grande que la idea,
que la idea de salir y levantarse
hacia un mundo mejor, desconocido,
donde puedan por fin en escondido
claro rincón, por una vez hallarse.
III
¿Por qué estoy sola llorando?
¿Por qué estoy sola viviendo?
¿Por qué, pensando y rondando,
mi sangre voy consumiendo?
¿Que no se oyen mis lamentos?
¿Que no se oyen mis clamores?
¿Que no, mis contentamientos,
tienen sabor a dolores?
Cuando nada me rodea,
pero todo me obsesiona,
cuando la dicha me crea,
pero el dolor me aprisiona.
¿No es de justicia un camino
aunque deba ser fatal?
¿No es menester que el destino
me liberte de este mal?
IV
Camino que a veces veo
como un abismo angustioso,
pero que otras veces creo
un monte maravilloso.
¿Por qué si negro pareces,
mostrárteme quieres blanco?
¿Por qué si brillante creces,
de pronto te tornas llanto?
Rara condición la mía
de visión tan exaltada:
mi dicha y mi fantasía,
mi pena, dolor y… nada.
…