Resumen del libro:
Serán necesarias muchas penalidades y aventuras, dentro y fuera de su diabólica familia, entre ellas un tremendo viaje en busca de fortuna a Estados Unidos que en su día fue considerado toda una afrenta, para que Martin conozca lo que es realmente el amor, la amistad y la lealtad. Para Dickens, Vida y aventuras de Martin Chuzzlewit (1844), era «con creces la mejor de mis historias», y para William Boyd sigue siendo «su novela más terriblemente divertida». Su incisivo sentido social, su prosa imaginativa y sorprendente y su grandiosa galería de personajes se despliega aquí en plenitud de facultades.
Capítulo I. Introductorio, a propósito del linaje de la familia Chuzzlewit
Puesto que es imposible que ninguna dama ni caballero bien nacidos puedan congeniar con la familia Chuzzlewit si antes no se les garantiza la extrema antigüedad de su estirpe, es una gran satisfacción saber que sin duda descendían por línea directa de Adán y Eva; y que desde el alborear de los tiempos tuvieron intereses agrícolas. Y, si personas malvadas y rencorosas afirman alguna vez que un Chuzzlewit, en determinado momento de la historia, hizo gala de un orgullo familiar desmesurado, sin duda dicha flaqueza se considerará no sólo comprensible sino encomiable, si se tiene en cuenta la inmensa superioridad de su linaje, en lo que a antigüedad se refiere, respecto al resto de la humanidad.
Es curioso que, igual que en la primera familia de la que se tiene noticia hubo un asesino y un vagabundo, encontremos siempre, en los anales de todas las familias antiguas, innumerables repeticiones de la misma fase de carácter. De hecho, puede exponerse como principio general que cuanto más antiguo sea el linaje mayor será la cantidad de violencia y vagabundeo; pues en la antigüedad ambos pasatiempos, que combinaban una sana emoción con un medio prometedor de restaurar fortunas deshechas, constituían al mismo tiempo el elevado fin y la saludable diversión de los nobles de este país.
En consecuencia es un motivo de inefables consuelo y felicidad descubrir que, en varios períodos de nuestra historia, los Chuzzlewit estuvieron activamente involucrados en cruentas conspiraciones y disputas sangrientas. También se cuenta de ellos que en muchas ocasiones, enfundados de pies a cabeza en gruesas armaduras de acero, condujeron a sus soldados vestidos con jubones de cuero a la muerte con un valor invencible, y luego regresaron muy altaneros con sus parientes y amigos.
No cabe duda de que al menos un Chuzzlewit vino con Guillermo el Conquistador. Pero por lo visto ese antepasado ilustre no le sacó nada, por decirlo en términos vulgares, al monarca en ningún período subsiguiente, pues la familia no parece haber sido distinguida nunca con la posesión de tierras. Y es bien conocido que, en cuanto a donar propiedades a sus favoritos, la generosidad y gratitud del normando eran tan notables como suelen serlo dichas virtudes en los grandes hombres a la hora de regalar lo que no es suyo.
Tal vez en este momento pueda interrumpirse la historia para congratularnos de las enormes cantidades de valor, sabiduría, elocuencia, virtud, alta cuna y verdadera nobleza que parecen haber llegado a Inglaterra con la invasión normanda: una cantidad que la genealogía de cualquier familia antigua contribuye a incrementar, y que sin duda alguna habría sido igual de grande, y tan prolífica a la hora de engendrar largos linajes de caballerosos descendientes, orgullosos de su origen, si Guillermo el Conquistador hubiese sido Guillermo el Conquistado; un cambio de circunstancias que es bastante seguro que no habría cambiado nada en ese aspecto.
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