Trilogía Valis 1

Valis

Resumen del libro: "Valis" de

«Valis» de Philip K. Dick es una obra que desafía las fronteras de la realidad, un híbrido entre la ciencia ficción, la teología y la filosofía, todo envuelto en una narración profundamente introspectiva. El protagonista, Horselover Fat, es un alter ego del propio autor, un hombre atrapado entre la locura y la revelación divina. Fat, un personaje que busca a Dios con una intensidad casi desesperada, se encuentra con una visión trascendental en forma de un rayo láser rosa, una manifestación que parece prometer respuestas a los grandes interrogantes existenciales. A partir de aquí, la trama se desenvuelve en un viaje detectivesco para descubrir si esta experiencia es un delirio o una verdad cósmica que trasciende nuestra comprensión.

La obra es mucho más que una simple narrativa de ciencia ficción; «Valis» explora temas tan profundos como la naturaleza de la realidad, la existencia de Dios y la posibilidad de que el universo esté gobernado por fuerzas más allá de nuestra comprensión. Dick introduce la idea de una inteligencia extraterrestre que podría estar comunicándose con la humanidad de formas sutiles y, a menudo, incomprensibles. El relato se complica al sugerir que la realidad misma podría ser una construcción ilusoria, lo que pone en duda todo lo que los personajes, y por ende los lectores, creen conocer.

El estilo de Philip K. Dick en «Valis» es a la vez provocador y desafiante. Como autor, Dick siempre ha sido conocido por su capacidad para difuminar los límites entre lo real y lo ilusorio, lo racional y lo irracional. Su prosa, cargada de tensión emocional y filosófica, se convierte en una herramienta poderosa para explorar sus propios demonios internos. «Valis» es una obra profundamente personal, un reflejo de las luchas mentales y espirituales que el autor experimentó en su vida real, lo que le da una autenticidad que resuena con los lectores.

«Valis» no es una lectura fácil, pero es una obra que recompensa a quienes se atreven a sumergirse en su complejidad. En esta novela, Dick aborda con valentía preguntas sobre la naturaleza de la fe, la posibilidad de la salvación y el papel del sufrimiento en la vida humana. A través de su exploración de la locura, el autor parece sugerir que solo aquellos dispuestos a confrontar el abismo pueden vislumbrar la verdad, una verdad que, en última instancia, puede ser tan aterradora como liberadora.

Philip K. Dick, una de las figuras más influyentes de la ciencia ficción del siglo XX, logra en «Valis» una obra única, que mezcla lo mundano con lo trascendental, lo humano con lo divino. Su habilidad para jugar con las percepciones y construir mundos alternativos ha cimentado su legado como uno de los autores más originales e innovadores de su tiempo. «Valis», en su complejidad, es una pieza clave de su obra y un testimonio de su inquietud creativa.

La novela sigue siendo un desafío para la mente y el espíritu, invitando a los lectores a cuestionar no solo lo que creen saber sobre el mundo, sino también sobre ellos mismos. Es una obra que, en su núcleo, refleja la eterna búsqueda del sentido en un universo que a menudo parece incomprensible.

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A Russell Galen, que me señaló el buen camino

VALIS (siglas de Vast Active Living Intelligence System: vasta activa viviente inteligencia, Sistema de, nombre tomado de un film norteamericano): Perturbación del campo de la realidad por el que se forma un vórtice negentrópico autocontrolado y espontáneo que tiende progresivamente a subsumir e incorporar su propio ambiente como estructuras de información. Se caracteriza por contar con una cuasiconciencia, finalidad, inteligencia, desarrollo y coherencia armilar.

Gran Diccionario Soviético
Sexta edición, 1992

1

El quebranto nervioso de Amacaballo Fat comenzó el día en que recibió la llamada telefónica de Gloria para preguntarle si tenía algunas píldoras de Nembutal. Él intentó averiguar para qué las quería y ella le explicó que tenía intención de matarse. Estaba llamando a todos los que conocía. Ya había recolectado cincuenta, pero no quería fallar y necesitaba otras treinta o cuarenta.

Inmediatamente Amacaballo Fat dedujo que esta era la manera en que ella estaba pidiendo ayuda. Desde hacía años Fat venía teniendo la fantasía de que él era capaz de ayudar a la gente. En una oportunidad su psiquiatra le había dicho que para mejorar tendría que hacer dos cosas: abandonar la droga (cosa que no había hecho) y dejar de intentar ayudar a la gente (todavía lo intentaba).

A decir verdad, no tenía píldoras de Nembutal. No tenía somníferos de ninguna especie. Nunca los consumía. Consumía estimulantes. De modo que no le era posible darle somníferos a Gloria para que se matara. De cualquier manera, no lo habría hecho aun cuando hubiera podido.

—Tengo diez —dijo. Porque si le hubiera dicho la verdad, ella habría colgado.

—Entonces iré a tu casa —dijo Gloria con una voz racional y serena, el mismo tono en que le había pedido las píldoras.

Él se dio cuenta entonces de que ella no estaba pidiéndole ayuda. Quería morir. Estaba loca. Si no lo estuviese habría comprendido que necesitaba disimular, pues de este otro modo él se convertía en un cómplice. Para complacerla tendría que haberle deseado la muerte. No había motivo para que él —o para que cualquier otro— deseara semejante cosa. Gloria era una mujer gentil y civilizada, pero consumía demasiado ácido. Era obvio que desde la última vez que tuvo noticias de ella, seis meses atrás, el ácido le había estragado la mente.

—¿Qué has estado haciendo? —le preguntó.

—Estuve en el Hospital del Monte de Sion en San Francisco. Traté de suicidarme y mamá me internó. Me dieron de alta la semana pasada.

—¿Te has curado? —dijo Fat.

—Sí —contestó ella.

Ese fue el momento en que Fat empezó a volverse loco. No lo advirtió entonces, pero había sido arrastrado a un inenarrable juego psicológico. No había escapatoria. Gloria Knudson no solo había estropeado su propio cerebro; ahora estaba trastornándolo a él, su amigo. Probablemente había hecho lo mismo con seis o siete personas más, todos amigos que la querían, en conversaciones telefónicas similares. Sin dudar había destruido también a su madre y a su padre. Fat oyó en la voz racional de Gloria el acorde del nihilismo, el tañido del vacío. No estaba tratando con una persona; al otro extremo de la línea telefónica había un arco reflejo.

No sabía entonces que volverse loco es una respuesta adecuada a la realidad. Oír que Gloria pedía racionalmente la muerte era inhalar un virus contagioso. Como en una de esas trampas chinas para dedos: cuanto más intentas librarte, más aprieta la trampa.

—¿Dónde estás ahora? —le preguntó.

—En Modesto. En casa de mis padres.

Él vivía en el condado de Marín, a varias horas de coche. Muy pocas razones podrían haberlo impulsado a hacer semejante viaje. Esta era otra prueba de locura: tres horas de viaje de ida y tres de vuelta por diez píldoras de Nembutal. ¿Por qué sencillamente no estrellar el automóvil? Gloria ni siquiera cometía ese acto irracional racionalmente. Gracias, Tim Leary, pensó Fat. Tú y tu promoción del éxtasis de la conciencia expandida por medio de la droga.

No sabía entonces que estaba transitando por ese mismo camino. Esto sucedía en 1971. En 1972 se encontraría en Vancouver, al norte, en la Columbia Británica, luego de intentar suicidarse, solo, pobre y asustado en una ciudad extranjera. Por ahora se le ahorraba ese conocimiento. Todo lo que quería era atraer a Gloria al condado de Marín para poder ayudarla. Una de las mayores muestras de la clemencia de Dios es la de mantenernos en una perpetua ignorancia acerca de nuestro futuro. En 1976 (fracasado el intento de suicidio en Vancouver), totalmente enloquecido de dolor, Amacaballo Fat se cortaría la muñeca, tomaría cuarenta y nueve tabletas de digital de alta graduación y se encerraría en un garaje con el motor del automóvil en marcha; también entonces fracasaría. Bien, el cuerpo tiene poderes que la mente desconoce. Sin embargo, la mente de Gloria ejercía un dominio total sobre su cuerpo; estaba racionalmente loca.

«Valis» de Philip K. Dick

Philip K. Dick. Escritor estadounidense, estudió algunos años en la Universidad de Berkeley, aunque tras cursar varias asignaturas no llegó a licenciarse. Allí fue donde Dick se aficionó a la música y la radio, descubriendo el ambiente contracultural americano, en aquellos años dominado por el movimiento beat, escribiendo sus primeros relatos.

De hecho, Dick es muy conocido por su maestría dentro del campo del relato de ciencia ficción, donde plasmó gran parte de sus inquietudes y obsesiones. Además, fue autor de varias novelas de gran importancia dentro del género en los años 70, como Sueñan los androides con ovejas eléctricas -que fue llevada al cine con el título de Blade Runner-, Una mirada a la oscuridad, Paycheck, Ubik o Fluyan mis lágrimas dijo el policía.

Pese al premio Hugo de 1963, Dick fue considerado en vida como un autor de culto y poco conocido para el gran público. Sus obras no le permitieron una independencia económica solvente pese a los más de 120 relatos que llegó a publicar. Contó con el apoyo y reconocimiento de la mayoría de autores de género de ciencia ficción de su época. Hoy en día es considerado como uno de los escritores del siglo XX más adaptados al cine y la televisión, con recientes estrenos como El hombre en el castillo, serie producida por Amazon en 2015.

La última parte de su obra escrita estuvo muy influida por una serie de visiones que, unidos a ciertos problemas psicológicos, le hicieron creer que estaba en contacto con una entidad divina a la que llamó SIVAINVI -VALIS-. En sus últimos años, Dick mostró síntomas de una paranoia aguda, obsesión que se ve también reflejada en obras como Una mirada a la oscuridad.

Philip K. Dick murió el 2 de marzo de 1982 en Santa Ana.