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Una vacante imprevista

Resumen del libro:

En su incursión en la literatura dirigida a adultos, J.K. Rowling nos lleva a la aparentemente idílica localidad de Pagford, un rincón ficticio en el suroeste de Inglaterra donde la muerte inesperada de un concejal desencadena una batalla feroz por su puesto, un puesto que se convierte en la clave para resolver una disputa territorial de larga data. En esta obra, Rowling despliega su talento único para la narrativa al trazar un microcosmos minucioso y perspicaz que refleja tanto las virtudes como las miserias de sus personajes.

La trama se desarrolla con la destreza de una autora experimentada, y lo que podría parecer una simple lucha por el poder local pronto se convierte en un retrato multifacético de la complejidad humana. Los personajes, ricamente detallados, conforman un mosaico de personalidades, deseos y dilemas morales. Desde el concejal oportunista hasta la madre desesperada, cada uno de ellos representa un aspecto diferente de la experiencia humana, y Rowling no escatima en exponer sus imperfecciones con un realismo incisivo.

A través de sus páginas, Rowling teje una narrativa que, de manera aparentemente inadvertida, involucra al lector en cuestiones profundas relacionadas con la ambición, la lealtad, la responsabilidad y la identidad. La autora hábilmente plantea preguntas sobre la naturaleza de la comunidad y cómo sus habitantes enfrentan los desafíos que la vida les presenta.

Lo más destacable de “Una Vacante Imprevista” es la manera en que Rowling combina su aguda percepción de la psicología humana con una narración ágil y entretenida. La historia avanza a un ritmo constante, llevando al lector a través de giros sorprendentes y desvelando secretos oscuros a medida que se desarrolla. El resultado es una obra literaria que, aunque puede ser disfrutada como un relato intrigante y satírico, también invita a la reflexión profunda sobre la naturaleza de la sociedad y las complejidades de las relaciones humanas.

En última instancia, “Una Vacante Imprevista” demuestra que J.K. Rowling no se limita al mundo mágico de Hogwarts, sino que tiene un talento innegable para explorar los matices de la condición humana. Con esta novela, nos ofrece una visión aguda y entretenida de la vida cotidiana y las ambiciones que la impulsan, dejando una impresión duradera en el lector y demostrando su versatilidad como autora.

para Neil

PRIMERA PARTE

6.11 Se produce una plaza vacante:

a. cuando un miembro electo de la administración local no comunica la aceptación del cargo dentro del plazo establecido; o

b. cuando presenta su carta de dimisión; o

c. el día de su muerte…

Charles Arnold-Baker
La administración local, 7.ª edición

Domingo

Barry Fairbrother no quería salir a cenar. Llevaba casi todo el fin de semana soportando un palpitante dolor de cabeza e intentando terminar a tiempo un artículo para el periódico local.

Sin embargo, durante la comida su mujer había estado tensa y poco comunicativa, y Barry dedujo que con la tarjeta de felicitación de aniversario no había logrado atenuar su delito de pasarse toda la mañana encerrado en el estudio. No ayudaba el hecho de que hubiera estado escribiendo sobre Krystal, por la que Mary, aunque lo disimulara, sentía antipatía.

—Quiero llevarte a cenar fuera, Mary —mintió para rebajar la tensión—. ¡Diecinueve años, niños! Diecinueve años y vuestra madre está más guapa que nunca.

Mary se ablandó un poco y sonrió; Barry llamó por teléfono al club de golf, porque quedaba cerca y porque allí siempre conseguían mesa. Intentaba complacer a su mujer con pequeños detalles, ya que, tras casi dos décadas juntos, había comprendido que a menudo la decepcionaba en las cosas importantes. No lo hacía adrede: sencillamente tenían ideas distintas acerca de lo que debía ocupar más espacio en la vida.

Los cuatro hijos de Barry y Mary ya eran mayores y no necesitaban canguro. Estaban viendo la televisión cuando Barry se despidió de ellos por última vez, y sólo Declan, el más pequeño, se volvió para mirarlo y le dijo adiós con la mano.

Barry seguía notando el palpitante dolor detrás de la oreja cuando hizo marcha atrás por el camino de la casa hacia las calles de Pagford, el precioso pueblecito donde vivían desde que se habían casado. Bajaron por Church Row, la calle de pendiente pronunciada donde se alzaban las casas más caras, dechados de lujo y solidez victorianos, doblaron la esquina al llegar a la iglesia de imitación estilo gótico donde Barry había visto a sus hijas gemelas representar el musical José el Soñador, y pasaron por la plaza principal, desde donde se podía contemplar el oscuro esqueleto de la abadía en ruinas que dominaba el horizonte del pueblo, en lo alto de una colina, fusionándose con el cielo violeta.

Mientras transitaba por aquellas calles que tan bien conocía, Barry no pensaba más que en los errores que sin duda había cometido al terminar deprisa y corriendo el artículo que acababa de enviar por correo electrónico al Yarvil and District Gazette. Pese a lo locuaz y simpático que era en persona, le costaba reflejar su encanto en el papel.

El club de golf quedaba a sólo cuatro minutos de la plaza, un poco más allá del punto donde el pueblo acababa con un último suspiro de viejas casitas dispersas. Barry aparcó el monovolumen frente al restaurante del club, el Birdie, y se quedó un momento junto al coche mientras Mary se retocaba con el pintalabios. Agradeció el aire fresco en la cara. Mientras observaba cómo la penumbra del anochecer difuminaba los contornos del campo de golf, Barry se preguntó por qué seguía siendo socio de aquel club. El golf no se le daba bien —tenía un swing irregular y un hándicap muy alto—, y había otras cosas que reclamaban su atención, muchas. Su dolor de cabeza no hacía sino empeorar.

Mary apagó la luz del espejito de cortesía y cerró la puerta del pasajero. Barry activó el cierre automático pulsando el botón de la llave que tenía en la mano. Su mujer taconeó por el asfalto, el sistema de cierre del coche emitió un pitido y Barry se preguntó si las náuseas remitirían cuando hubiera comido algo.

De pronto, un dolor de insólita intensidad le rebanó el cerebro como una bola de demolición. Apenas notó el golpe de las rodillas contra el frío asfalto; su cráneo rebosaba fuego y sangre; el dolor era insoportable, una auténtica agonía, pero no tuvo más remedio que soportarlo, pues todavía faltaba un minuto para que perdiera la conciencia.

Mary chillaba sin parar. Unos hombres que estaban en el bar acudieron corriendo. Uno de ellos volvió a toda prisa al edificio para ver si encontraba a alguno de los médicos jubilados que frecuentaban el club. Un matrimonio conocido de Barry y Mary oyó el alboroto desde el restaurante; dejaron sus entrantes y se apresuraron a salir para ver qué podían hacer. El marido llamó al servicio de emergencias por el teléfono móvil.

La ambulancia, que tuvo que desplazarse desde la ciudad vecina de Yarvil, tardó veinticinco minutos en llegar. Para cuando la luz azul intermitente alumbró la escena, Barry yacía inmóvil en el suelo, en medio de un charco de su propio vómito; Mary estaba arrodillada a su lado, con las medias desgarradas, apretándole una mano, sollozando y susurrando su nombre.

Una Vacante Imprevista: J.K. Rowling

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