Resumen del libro:
A Rabindranath Tagore se lo conocía como al poeta de la ternura y de los finos matices, pero ciertamente como al novelista sagaz y observador, profundo analista de las costumbres de su India natal. Es lo que pone de relieve en Una Historia Hindú —se presenta una faceta casi desconocida de Tagore.
Este relato, breve y denso en su síntesis, nos acerca las modalidades del país milenario, el viejo problema de las castas, las luchas de la mujer por alcanzar su liberación. Todo ello contado con esos innumerables matices que distinguen al ilustre poeta. Son cuatro voces, cuatro almas las que dialogan a lo largo de esta historia plena de hallazgos y de riqueza espiritual junto a observaciones de innegable interés documental.
Primera parte
El Tío
I
La primera vez que encontré a Satish me pareció que brillaba como una constelación desde sus ojos luminosos, sus dedos esbeltos como llamas, y su rostro radiante de ardiente juventud. Me sorprendió descubrir que la mayoría de los estudiantes, sus camaradas, lo detestaban sólo porque se parecía en primer lugar a sí mismo. La mejor protección para el hombre como para el insecto es aún la de adoptar el color de aquello que lo rodea.
Los estudiantes del hotel donde yo vivía habían adivinado fácilmente mi respeto por Satish. Eso los ofuscaba no sé cómo y no perdían ninguna oportunidad de hablar mal de él delante de mí. ¿Tenéis polvo en un ojo? Es mejor no frotarlo. ¿Las palabras os hieren? Es mejor no contestar.
Hasta que un día la calumnia contra Satish me pareció tan grosera que no pude callar. Pero la dificultad consistía en que yo ignoraba todo acerca de él. Apenas habíamos cambiado unas pocas palabras, en tanto que ciertos estudiantes eran sus vecinos próximos, y otros sus parientes lejanos. Estos afirmaban con seguridad la verdad de lo que anticipaban, y yo afirmaba con mayor seguridad aún que la cosa no era creíble. Entonces, todos mis comensales indignados prorrumpieron en exclamaciones contra mi impertinencia. Esa noche lloré de contrariedad.
Al día siguiente, entre dos cursos, mientras Satish leía tirado cuan largo era en el jardín del Colegio, me acerqué a él y sin preámbulos le tartamudeé mi agitación, apenas consciente de lo que le decía. Satish cerró el libro y me miró al rostro, ¡Quien no haya visto sus ojos no podrá imaginar su mirada!
—Los que me denigran —dijo— no lo hacen por amor de la verdad, sino porque les gusta pensar mal de mí. Así que es inútil querer probarles que la calumnia no es verdadera.
—Pero —protesté— ¿no es necesario que los mentirosos…?
—No son mentirosos —interrumpió Satish—. Yo tenía por vecino —continuó— a un pobre joven que sufría ataques de epilepsia. El invierno pasado le di una colcha. Mi criado vino a buscarme, furioso, y me dijo que la enfermedad de ese joven era fingida. Los estudiantes que me denigran se parecen a mi criado. Creen en lo que dicen. Quizá mi destino me ha otorgado una colcha de más, que ellos creen necesitar más que yo.
Arriesgué una pregunta:
—¿Es verdad que eres ateo, como dicen?
—Sí —contestó.
…