Resumen del libro:
A lo largo de los 91 capítulos más el epílogo de los que consta el libro, Arturo Pérez-Reverte narra los principales acontecimientos ocurridos desde los orígenes de nuestra historia y hasta el final de la Transición con una mirada subjetiva, construida con las dosis exactas de lecturas, experiencia y sentido común. «La misma mirada con que escribo novelas y artículos -dice el autor-; no la elegí yo, sino que es resultado de todas esas cosas: la visión, ácida más a menudo que dulce, de quien, como dice un personaje de una de mis novelas, sabe que ser lúcido en España aparejó siempre mucha amargura, mucha soledad y mucha desesperanza.»
Sobre historias y sobre Españas
06/1/2014
No deja de tener su guasa, oigan. Y les explico por qué. Desde hace unos meses, a retales, hago en esta página una especie de resumen gamberro de la historia de España, desde que la llamaban Ispahan o tierra de conejos. La idea no es otra que pasarlo bien recordando cosas, y contarles a ustedes cómo veo los accidentados siglos que dieron lugar al actual bebedero de patos. Basta leer uno de esos artículos para comprender que está lejos de mi intención el afán didáctico serio, y que el rigor extremo no es la principal de mis preocupaciones. Lector de Historia pertinaz, como soy, escribo casi siempre de memoria, o consultando por encima algún dato a fin de no meter mucho la gamba. Incluso incurro en deliberados y evidentes anacronismos, como meter litronas en Roma, tortilla de patatas en la época visigoda o al tío Gilito en la corte de los Reyes Católicos. A eso hay que añadir las simplificaciones obligadas en un folio y medio, así como las erratas o gazapos propios de simples artículos de prensa escritos en una mañana y que, si para cada uno de ellos me levantase a consultar y leer los libros correspondientes, llevarían días de prolija escritura, como ocurre cuando ando metido en una novela histórica, que ya es otra cosa. Y tampoco se trata de eso. El asunto, como digo, es hacer un recorrido ameno por la historia española, de manera que a quien lo lea le quede un poso general, incluido mi punto de vista sobre lo que fuimos y somos; y quizá también la curiosidad, abordando ya otros textos serios, de profundizar en la fascinante historia de esta casa de putas a la que llamamos España.
Todo eso es bien comprendido por quienes me honran leyendo lo que escribo. Por los cómplices de esta manera de contar y de mirar la foto de nuestro deneí nacional. Por eso estos artículos se titulan Una historia de España. Es sólo una manera de contar, entre otras posibles. Sin embargo, pese a esa evidencia, en los últimos tiempos advierto resquemores entre dos clases de lector: uno, más bien joven, es el que, habiendo recibido en el colegio nociones históricas perturbadas por el descojono educativo de las últimas décadas, se traga hasta la bola versiones inspiradas por caciques de pueblo, cantamañanas catetos o historiadores de parcelita que reinventan la historia de España a gusto de quien la financia. Con lo que a veces uno encuentra a esos lectores en desacuerdo, a menudo de buena fe, oponiendo argumentos de una simpleza abrumadora: desde la secular lucha vascongada contra el centralismo español —nunca hubo soldados vascos en los ejércitos de España, afirma un indignado jovencito guipuzcoano— a la heroica guerra de independencia que en 1714 libraron todos los catalanes, pasando por la conmovedora, culta y tolerante Al Andalus. Al referirme a cuyos habitantes, por supuesto, se critica mucho que utilice la palabra moro.
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