Un mundo feliz
Resumen del libro: "Un mundo feliz" de Aldous Huxley
Escrita en 1932, la novela anticipa el desarrollo en tecnología reproductiva, cultivos humanos e hipnopedia que, combinadas, cambian radicalmente la sociedad. El mundo aquí descrito podría ser una utopía, aunque irónica y ambigua: la humanidad es desenfadada, saludable y avanzada tecnológicamente. La guerra y la pobreza han sido erradicadas, y todos son permanentemente felices. Sin embargo, la ironía es que todas estas cosas se han alcanzado tras eliminar muchas otras: la familia, la diversidad cultural, el arte, la ciencia, la literatura, la religión y la filosofía.
Capítulo I
Un edificio gris, achaparrado, de sólo treinta y cuatro plantas. Encima de la entrada principal las palabras: Centro de Incubación y Condicionamiento de la Central de Londres, y, en un escudo, la divisa del Estado Mundial: Comunidad, Identidad, Estabilidad.
La enorme sala de la planta baja se hallaba orientada hacia el Norte. Fría a pesar del verano que reinaba en el exterior y del calor tropical de la sala, una luz cruda y pálida brillaba a través de las ventanas buscando ávidamente alguna figura yacente amortajada, alguna pálida forma de académica carne de gallina, sin encontrar más que el cristal, el níquel y la brillante porcelana de un laboratorio. La invernada respondía a la invernada. Las batas de los trabajadores eran blancas, y éstos llevaban las manos embutidas en guantes de goma de un color pálido, como de cadáver. La luz era helada, muerta, fantasmal. Sólo de los amarillos tambores de los microscopios lograba arrancar cierta calidad de vida, deslizándose a lo largo de los tubos y formando una dilatada procesión de trazos luminosos que seguían la larga perspectiva de las mesas de trabajo.
—Y ésta —dijo el director, abriendo la puerta— es la Sala de Fecundación.
Inclinados sobre sus instrumentos, trescientos fecundadores se hallaban entregados a su trabajo, cuando el director de Incubación y Condicionamiento entró en la sala, sumidos en un absoluto silencio, sólo interrumpido por el distraído canturreo o silboteo solitario de quien se halla concentrado y abstraído en su labor. Un grupo de estudiantes recién ingresados, muy jóvenes, rubicundos e imberbes, seguía con excitación, casi abyectamente, al director, pisándole los talones. Cada uno de ellos llevaba un bloc de notas en el cual, cada vez que el gran hombre hablaba, garrapateaba desesperadamente. Directamente de labios de la ciencia personificada. Era un raro privilegio. El DIC de la central de Londres tenía siempre un gran interés en acompañar personalmente a los nuevos alumnos a visitar los diversos departamentos.
—Sólo para darles una idea general —les explicaba.
Porque, desde luego, alguna especie de idea general debían tener si habían de llevar a cabo su tarea inteligentemente; pero no demasiado grande si habían de ser buenos y felices miembros de la sociedad, a ser posible. Porque los detalles, como todos sabemos, conducen a la virtud y la felicidad, en tanto que las generalidades son intelectualmente males necesarios. No son los filósofos sino los que se dedican a la marquetería y los coleccionistas de sellos los que constituyen la columna vertebral de la sociedad.
—Mañana —añadió, sonriéndoles con campechanía un tanto amenazadora— empezarán ustedes a trabajar en serio. Y entonces no tendrán tiempo para generalidades. Mientras tanto…
Mientras tanto, era un privilegio. Directamente de los labios de la ciencia personificada al bloc de notas. Los muchachos garrapateaban como locos.
…
Aldous Huxley. Nacido en Godalming el 26 de julio de 1894, fue más que un escritor y filósofo; fue un arquitecto de ideas que cuestionaron las estructuras de su tiempo. Proveniente de una familia de intelectuales, su linaje parecía predestinado a la exploración del conocimiento. Hijo del biólogo Leonard Huxley y nieto de Thomas Henry Huxley, célebre defensor del darwinismo, Aldous creció rodeado de ciencia, letras y pensamiento crítico. Su madre, Julia Arnold, educada en Oxford, era sobrina del poeta Matthew Arnold, una influencia que sin duda sembró en Aldous el amor por la palabra.
Desde muy joven, la vida de Huxley estuvo marcada por el duelo y la superación. La muerte de su madre cuando tenía catorce años y la ceguera temporal que sufrió en su juventud no lo apartaron de sus inquietudes intelectuales, sino que las intensificaron. Huxley encontró en la escritura el vehículo para observar y diseccionar la humanidad desde una perspectiva que combinaba ciencia, filosofía y literatura, desarrollando una mirada crítica que lo convertiría en uno de los pensadores más influyentes del siglo XX.
Su obra más emblemática, Un mundo feliz, es una distopía que anticipa los peligros de la tecnocracia y el condicionamiento social. Pero Huxley fue mucho más que esta novela; escribió relatos cortos, poesía, ensayos, libros de viajes y guiones que exploraban temas tan diversos como la espiritualidad, la parapsicología y el misticismo. Su capacidad para abordar lo humano desde múltiples ángulos lo consagró como un observador sagaz de las normas y roles sociales.
A lo largo de su vida, Huxley no dejó de cuestionar y reflexionar. En sus ensayos, denunció los excesos de la modernidad y abogó por una mayor conexión con lo espiritual, creando un puente entre la razón y el misticismo. Sus preocupaciones por el destino de la humanidad en un mundo dominado por la ciencia y la tecnología lo convirtieron en un visionario cuyas ideas aún resuenan en el pensamiento contemporáneo.
Falleció el 22 de noviembre de 1963 en Los Ángeles, dejando tras de sí un legado literario y filosófico que continúa iluminando las sombras del progreso y la condición humana. Huxley, siempre inquieto y siempre lúcido, permanece como un faro en el horizonte de la literatura y el pensamiento moderno.