Resumen del libro:
El ciclo de John Carter de Marte tiene en UN GUERRERO DE MARTE uno de sus más logrados episodios. En esta séptima entrega, el autor se va alejando progresivamente del ambiente de Fantasía Heroica que había predominado en títulos anteriores para entrar de lleno en el de la ciencia ficción, que ya conocía en aquella época algunos de sus mejores títulos. En UN GUERRERO DE MARTE, Hadron de Hastor, padwar al servicio de John Carter, Señor de la Guerra de Marte, persigue a través del moribundo a Tul Axtar, que había raptado a la hermosa Sanoma Tora. Hadron no abandonará su búsqueda hasta el final, a pesar de las ingratitudes de su amada Sanoma, y de Tavia, una esclava de su raza a la que aprenderá a apreciar. En esta novela aparece por vez primera un arma nueva: los rayos desintegradores de metales.
CAPÍTULO I. Hadron de Hastor
Esta es la historia de Hadron de Hastor, guerrero de Marte, tal y como él mismo se la contó a Ulysses Paxton:
Soy Tan Hadron de Hastor, mi padre es Had Urtur, odwar del primer umak de las tropas de Hastor. Está al mando del buque de guerra más grande que Hastor haya aportado nunca a la armada de Helium, con capacidad para acomodar, como de hecho aloja, a los diez mil hombres del primer umak, junto con otros cinco mil barcos de guerra más pequeños y toda la parafernalia bélica. Mi madre es una princesa de Gathol.
Nuestra familia no es rica, excepto en el honor y, como valoramos éste por encima de las posesiones mundanas, elegí la profesión de mi padre, en vez de dedicarme a una carrera más rentable. Para llevar adelante mi ambición en mejores condiciones, me trasladé a la capital del imperio de Helium e hice el servicio en las tropas de Tardos Mors, jeddak de Helium, a fin de poder estar más cerca del gran John Carter, Señor de la Guerra de Marte.
Mi vida en Helium y mi carrera en el ejército fueron similares a las de muchos otros cientos de jóvenes. Pasé mis días de instrucción sin hacer notables logros. Ni por delante ni por detrás de mis compañeros, y a su debido tiempo me ascendieron a padwar del 91° umak, siendo asignado al 5° utan del 11° dar.
Al ser de noble linaje por parte de mi padre y haber heredado sangre real de mi madre, los palacios de las ciudades gemelas de Helium estuvieron siempre abiertos para mí y me introduje en buena medida en la alegre vida de la capital. Fue así como conocí a Sanoma Tora, la hija de Tor Hatan, odwar del 91° umak.
Tor Hatan sólo pertenece a la nobleza baja, pero es fabulosamente rico gracias a que los botines obtenidos en muchas ciudades los invirtió bien en terrenos de labranza y minas y, puesto que en la capital de Helium la riqueza cuenta mucho más de lo que importa en Hastor, Tor Hatan es un hombre poderoso, cuya influencia llega incluso hasta el trono del jeddak.
Nunca olvidaré la ocasión en que vi por primera vez a Sanoma Tora. Fue con ocasión de una gran fiesta que dieron en el palacio de mármol del Señor de la Guerra. Allí, reunidas bajo el mismo techo, se encontraban las mujeres más bellas de Barsoom, pero, a pesar de las espléndidas y radiantes bellezas de Dejah Thoris, Tara de Helium y Thuvia de Ptarth, el encanto de Sanoma Tora era tal que llamaba la atención. No diré que superaba al de las reconocidas reinas del encanto barsoomiano; sé que mi adoración por Sanoma Tora puede influir fácilmente sobre mi juicio, pero también otros subrayaron su esplendorosa belleza, que se diferencia de la de Dejah Thoris como la inmaculada belleza de un paisaje polar difiere de la hermosura de los trópicos, como la hermosura de un palacio blanco iluminado por la luz de la luna difiere de la belleza de su jardín a mediodía.
Cuando a mi solicitud me la presentaron, lo primero que hizo fue dirigir la mirada al emblema de mi armadura y, dándose cuenta de que yo sólo era un padwar, sólo se dignó murmurar unas palabras condescendientes para dirigir a renglón seguido su atención al dwar con el que había estado conversando.
Debo reconocer que sentí mi orgullo herido y, sin embargo, fue precisamente el trato ofensivo que me había dado el que fijó mi determinación de conseguirla; siempre me ha parecido la más deseable la meta que más difícil parece de alcanzar.
Y así fue como me enamoré de Sanoma Tora, la hija del comandante en jefe del umak al que yo pertenecía.
Durante largo tiempo me resultó muy difícil cortejar a la muchacha lo más mínimo; de hecho, no volví a ver a Sanoma Tora durante muchos meses, tras nuestro primer encuentro, ya que cuando descubrió que, además de ser de baja graduación yo era pobre, me resultó imposible lograr que me invitara a su casa y el caso fue que no me la tropecé en ningún otro sitio durante largo tiempo, pero cuanto más inaccesible se me hacía, más la amaba hasta el extremo de dedicarle mis pensamientos en todo momento en que no estuviera realmente ocupado en desempeñar mis deberes militares, tanto que proyectaba planes cada vez más osados para poseerla. Incluso pasé por un ramalazo de locura al pensar en raptarla y pienso que podía haber llegado a ello de no encontrar alguna otra forma para verla, pero más o menos por esta época, un oficial compañero del 91°, en realidad el dwar del utan en el que yo estaba destinado, se apiadó de mí y me consiguió una invitación para una fiesta que daban en el palacio de Tor Hatan.
Mi anfitrión, que también era mi oficial comandante, nunca había advertido mi presencia hasta aquella noche y me sorprendió observar la calidez y cordialidad de su saludo.
—No se venda tan caro, Hadron de Hastor y déjese ver con más frecuencia por aquí —me dijo—. Le he estado observando y puedo profetizarle que llegará lejos en el servicio militar del jeddak.
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